Cuando la medicina es vocación de servicio: Katia Velásquez Martínez
“Mi padre tenía buen parlamento” dice una mujer joven hablando en nombre del anciano que está a su lado, pero no puede expresar ahora lo que siente ante la despedida de la doctora Velásquez quien se jubila como médico del Servicio de Salud. Fueron poniéndose de pie varios de los presentes para recordar la forma en que la doctora los ha acompañado, asistido, escuchado en sus horas más difíciles.
Mi hermana y yo, saludamos a los que van llegando, muchos ancuditanos que no veíamos hace tiempo. Nuestra madre no pudo asistir, pero envió el poema En paz de Amado Nervo que se proyectó para los asistentes. La poesía estuvo presente no sólo en este poema, sino en la presencia misma de los cuerpos heridos y acogidos por los profesionales que los acompañan en su tiempo de dolor. Y en la propia Katia, que escribe poesía y narrativa.
Hay un ánimo festivo a pesar de la circunstancia porque el equipo se ha preocupado de adornar el salón con globos; las mesas con manteles donde se depositan las donaciones para compartir en comunidad, con el espíritu de colaboración que caracteriza al grupo. Emociona ver la sanación profunda que se evidencia aquí: no la tradicional atención al cuerpo solamente, sino una atmósfera de afecto y compasión (en el viejo sentido de los griegos “acompañar en su pasión”) que es mucho más necesaria en esta etapa. Lo sé porque he visto cómo la sonrisa, la caricia, la compañía, el cariño suele ser un bálsamo a la hora de preguntarse por la muerte.
Varios de los presentes dan testimonio de su personal experiencia, todos parten mencionando cómo fue enterarse de la enfermedad y ante el miedo, el abismo que se abrió en su vida, cómo la doctora Velásquez y el equipo han sido contención. Los agradecimientos son profundos y el conjunto folclórico del hospital llega para animar el momento, distender un poco el espesor de esta despedida (que no es tal enteramente porque la doctora ofrece su visita al que la necesite)
Uno piensa en la necesidad de consuelo. La fragilidad que somos se evidencia, asoma con mayor fuerza cuando estamos enfermos. Todas las preguntas existenciales se ponen en relieve y se suman al dolor físico; entonces, allí en ese espacio, el mundo de hoy no suele ofrecer más que ciertos remedios impersonales – se venden más bien – y muchos naufragan solos, atemorizados, preocupados por los gastos, cuando podrían ser mirados amorosamente en su tiempo más agudo. La vocación es un término que no suele usarse, está demodé como misión. Pienso que en la salud y la educación es imprescindible rodear esta forma de entender la realidad. Por suerte quedan algunas, algunos, formados en otros tiempos que todavía se esfuerzan por mirar a los seres humanos en su complejidad, con ternura, dedicación.
El sentido de los cuidados paliativos (Fragmentos)
(editado por mí)
Soy Katia Velásquez, hace varios años que trabajo en cuidados paliativos y mi preocupación, como intuyo es la de muchos de ustedes, ha sido cómo hacerlo para acompañar mejor a mis pacientes que se encuentran próximos al proceso de morir.
Para mí el ahondar en el significado de la espiritualidad ha sido equivalente a encontrar un tesoro y quisiera hoy invitarlos a hacer un breve recorrido para contarles por qué al tenerla presente como un constituyente humano ayuda tanto al clínico como al paciente. Nos permite relacionarnos mejor y a mejor acompañar y al paciente a trascender.
No es extraño que en el mundo en que vivimos donde se ha sobredimensionado lo material el modelo de atención sanitaria que ha predominado hasta ahora sea el bio psico social. Así se han formado muchas generaciones de médicos, enfermeras y clínicos en general expertos en manejo de síntomas y farmacología, pero sin capacidades de enfrentar la desesperanza, el duelo o el miedo a la muerte.
En cuidados paliativos precisamente porque los pacientes viven con frecuencia situaciones de gran estrés emocional es fundamental un abordaje integral que incluya la espiritualidad
Somos seres espirituales. Nuestra naturaleza esencial es espiritual y estamos sostenidos en un universo que es profundamente acogedor, bello, inefable.
Los pueblos originarios tienen una manera bella de expresarlo cuando ellos mismos se sienten parte del bosque o de las estrellas.
Podemos reafirmar entonces que la espiritualidad es un universal humano donde se expresa nuestro anhelo inagotable de plenitud, de trascendencia y tiene que ver con la búsqueda de sentido y con la manera en nos conectamos con los demás, con nosotros mismos y con lo sagrado o trascendente (…)
Cuando un profesional de paliativos cultiva su propia espiritualidad y está alerta. Con conciencia de lo que le ocurre al otro se produce una comunicación mucho más rica.
Vale la pena recordar que cada persona vive su enfermedad y los síntomas de la misma de una manera particular con significados especiales.
¿Cómo detectar el sufrimiento? Lo fundamental es sospecharlo. La escucha activa, el estar atento al lenguaje no verbal. Es importante escuchar lo que se dice y lo que no se dice. Observar la cara el cuerpo las expresiones y acciones. Olerle el miedo.
Conocer bien a los pacientes es fundamental para entender el origen del sufrimiento.
Yo valoro en especial la oportunidad de atender a los pacientes en sus domicilios porque esta es una oportunidad única de aproximarnos a la conocer la manera profunda del ser y de relacionarse de cada persona.
ALIVIAR EL SUFRIMIENTO es crucial en medicina especialmente en el cuidado de los moribundos. Nunca podremos tratarlo si primero no lo reconocemos.
Poder acompañar al final de la vida es una oportunidad única de participar del misterio de la vida y la muerte, siendo un aporte para otros pero a la vez reconocer nuestra propia vulnerabilidad y dejarnos transformar por el encuentro y el aprendizaje indiscutible que nos brindan los pacientes y sus familias.
El Guardián del Mito: Rosabetty Muñoz
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