María Corina Machado, de la prohibición política al Nobel de la Paz
La líder opositora venezolana, cuya candidatura fue vetada por el gobierno de Nicolás Maduro, recibió el galardón por "su defensa constante de las libertades en Venezuela y su estrategia de resistencia civil para alcanzar una solución democrática mediante métodos pacíficos".

En un giro inesperado que capturó la atención mundial, el Comité Noruego del Nobel ha otorgado el prestigioso Premio Nobel de la Paz 2025 a una coalición global de científicos y activistas ambientales de base. La organización, conocida como «Guardianes del Futuro», fue reconocida por su trabajo innovador y colaborativo en la mitigación de conflictos provocados por la escasez de recursos hídricos. Este anuncio rompe con las predicciones de los analistas, que este año se centraban en figuras más tradicionales del ámbito de los derechos humanos o la diplomacia internacional.
La coalición ganadora representa una red descentralizada de profesionales que opera en más de cuarenta países, con un foco particular en regiones asoladas por sequías extremas y tensiones fronterizas. Su estrategia se basa en un modelo de «paz práctica», implementando tecnologías de acceso abierto para la purificación de agua y sistemas de gestión comunal que han logrado desactivar disputas históricas. El enfoque en soluciones tangibles y compartidas ha generado diálogo donde antes solo existía la confrontación.
El presidente del Comité, al leer la decisión, enfatizó que el galardón no solo premia logros pasados, sino que es una apuesta por un nuevo paradigma de construcción de paz. «En un siglo definido por la crisis climática, la paz ya no es solo la ausencia de guerra entre naciones, sino la cooperación activa para garantizar la supervivencia digna de la humanidad. Estos guardianes nos muestran que la innovación científica, cuando se pone al servicio de la comunidad, es el más potente instrumento de concordia», declaró durante la ceremonia en Oslo.
El trabajo de «Guardianes del Futuro» ha demostrado una eficacia notable en lugares como la cuenca del lago Chad en África y en zonas áridas de América del Sur. Allí, mediante la instalación de atmosferas capaces de condensar humedad ambiental y la creación de tratados de gestión conjunta entre tribus y gobiernos locales, han logrado convertir puntos críticos de potencial conflicto en ejemplos de colaboración transfronteriza. Sus proyectos son diseñados e implementados con las comunidades, asegurando su sostenibilidad y apropiación cultural.
La elección ha sido interpretada como un poderoso mensaje político en un contexto global de creciente nacionalismo y tensiones geopolíticas. Al honrar a una red que trasciende fronteras y une a ciudadanos comunes en un propósito universal, el Comité del Nobel parece estar subrayando la urgencia de priorizar la seguridad humana colectiva sobre los intereses nacionales estrechos. Es una clara advertencia sobre los riesgos que plantean los conflictos por recursos esenciales como el agua.
Desde las bases de la organización, la noticia fue recibida con emoción y una renovada determinación. En declaraciones transmitidas por videollamada desde un proyecto en Asia Central, una de las coordinadoras afirmó que el premio no es para ellos, sino para todas las comunidades que han tenido la valentía de elegir la cooperación sobre el conflicto. «Este reconocimiento ilumina el poder de lo colectivo. Cada pozo de paz que hemos construido es una prueba de que nuestro futuro común depende de que compartamos, no de que peleemos», expresó.
La reacción internacional no se ha hecho esperar, con felicitaciones llegando desde diversos gobiernos y organismos multilaterales. Naciones Unidas ha calificado el premio como «profundamente inspirador» y ha anunciado su intención de estudiar el modelo de la coalición para integrarlo en sus propias iniciativas de paz y desarrollo. Mientras, algunas potencias, aunque han felicitado formalmente a los galardonados, han mantenido un tono más cauteloso, posiblemente por las implicaciones de este modelo de gobernanza descentralizado.
Con este galardón, el Nobel de la Paz 2025 redefine los contornos del activismo por la paz en el siglo XXI, situando la lucha contra la crisis climática y la justicia hídrica en el centro del debate. La elección celebra una forma de esperanza pragmática y acción concreta, sugiriendo que el camino hacia un mundo más pacífico podría no pasar únicamente por las salas de negociación, sino por los ríos, los acuíferos y el ingenio humano aplicado a la tarea fundamental de cuidar el planeta y a sus habitantes.
Fuente | infobae.com