Víctor Hugo Cárdenas, Poeta

Describe brevemente lo que es y ha sido tu trabajo como poeta a lo largo de los años?
Ya en primero medio del Liceo de Castro me invitó al Taller Aumen mi primo Miguel Gallardo. El Taller Aumen fue un espacio que me marcó en la poesía porque la mayoría escribía lírica y mi creación de poemas se intensificó. Recuerdo a Carlos Trujillo y Renato Cárdenas, magníficos formadores que hicieron la cuna de la poesía en el sur de Chile. Allí siempre tome atención a mis maestros y también a mis pares. Recuerdo a Sergio Mansilla, Nelson Torres, Héctor Veliz, Mario García y, por supuesto, Aristóteles España que nos visitaba.
Me radiqué en Osorno algún tiempo y me reuní con el poeta Aldo Fernández, Mauricio Otero, Cesar Millahueique, entre otros. Fue una producción riquísima. Ahí publiqué mi libro Treca Treca Peñi. En plena dictadura escribíamos la poesía combatiente para leerlas en la manifestaciones, peñas, Radio Voz de la Costa.
Me vine a Santiago en el año 1989. Todavía vivo en Villa Francia donde desarrollé actividades culturales presentando a poetas chilenos, abriendo bibliotecas y, como poeta, haciendo recitales en diferentes lugares de la Región Metropolitana. He publicado entre estos años: Las Dalcas Bajo la Arena, El Eco de los Trieles, La Costumbre de Mirarnos Fijamente, Vírgenes en sus Velos de Lluvia, Villa Francia, “Las Lluvias de la Memoria.
Cuenta cómo te iniciaste en la escritura ¿Cuándo y cómo empezó a gustarte?
Escribí porque mi padre fue regidor socialista en la ciudad de Castro y era un orador formidable, tenía una biblioteca lo bastante abundante de libros. De ella tengo todavía a los clásicos griegos: Virgilio, Platón, Ovidio, en una colección de lujo. Me gustaba hojear esos libros por sus finísimas y delicadas hojas. Sus discursos escritos sirvieron de inspiración para mí y empecé a escribir a modo de cartas mi realidad, la de mi hogar, la de mi barrio, la de mi país.
¿De qué manera afectó la pandemia tu vida normal y tu trabajo creativo?
La pandemia llegó en marzo del 2020, entonces con mi familia planeábamos ir a Nercón a vivir un tiempo, pero ya se habían cerrado las fronteras de ciudades, regiones, y no se podía transitar ni siquiera en las calles. Nos quedamos en el hogar, encerrados con lo que teníamos, harta mercadería, gas y así lo pasamos hasta que nos dieron un respiro con las vacunas. El internet y los celulares nos ayudaron a vivir y a comunicarnos con nuestra familias, amigos y amigas. En la casa durante ese encierro terminé de escribir el libro “Cantos a la Virgencita del Millantuy«, que todavía no publico.
Describe cómo fueron tus días en los tiempos más duros del coronavirus ¿Escribías? ¿Qué te dedicabas a hacer?
El coronavirus nos remeció a todos, vivíamos con miedo a contagiarnos, los vecinos tenían miedo, ya no salíamos a visitarnos o a saludarnos. Prácticamente estábamos solos. Algunos amigos y amigas se fueron, producto de este virus, La gente se moría y la prensa daba cuenta de la catástrofe que se estaba gestando con esta enfermedad. En algunos hospitales contrataron containers refrigerados para poder guardar los cuerpos porque ya no tenían lugar. Todo colapsaba. Mis escritos estaban referidos a ese tema y a las vivencias del encierro. Como todo el mundo pobre salimos a flote gracias al diez por ciento que retiramos de las AFP. Mi escritura poética la estoy plasmando en un libro todavía inédito llamado “Retrato de la Intimidad”.
¿Crees que cambiará algo el ambiente y el desarrollo de la actividad literaria en el país cuando volvamos a la normalidad? ¿De qué manera?
La actividad literaria ya va viento en popa, se han hecho recitales, encuentros poéticos, va a ser una explosión en este estado de libertad que ya tenemos, va a mejorar. Los poetas, narradores, dramaturgos, nacerán con más fuerza.
¿Qué lecturas y/ o autores has retomado? ¿Qué sugieres leer?
Me gusta la poesía chilena: Jorge Teillier, Miguel Arteche, Enrique Lihn, Rolando Cárdenas, Juvencio Valle, Hernán Miranda, Teresa Calderón, Aristóteles España. Todos los de mi generación. No recomendaría a nadie en particular. Por si acaso, Charles Bukowski, Rainer María Rilke, Juan Gelman.
YAQUELINE BAILANDO SOLA EN EL CABARET
De alguna manera todos
fuimos prostituyéndonos
Y ahora
La primera mujer del paraíso
Posando para Dios (el poeta de la butaca)
Completamente vestida de ángel (la mujer)
Mientras las aureolas de los santos se prenden
Y apagan y prenden
¡Yaqueline en escena, dios mío!
Yaquelines en los espejos
Lascivamente las miradas de los vidrios
Como si desnudacen también al padre
Bailan
Sobre todo la boca
La cadera
Que es imagen y semejanza de la excitación divina
Se mueve al compás de las maravillosas voces
Que emprenden el vuelo desde los oídos del altísimo.
Yaqueline desabrocha sus ojos
Y de su boca salen torrenciales besos.
Algo le quita el sostén
Tal vez los espíritus beban de sus senos eclesiásticos
Hasta el fin de sus altares
Hasta que toda el alma se muestre
Y salga Yaqueline de su vagina
Completamente desnuda
Como la verdad en el confesionario,
Tal vez Yaqueline sea la verdad
De un viejo nacimiento.
¿Te tomas un campari o agua bendita,
Hija de Dios?
El Arte en Tiempo de Pandemia: Dr. Carlos Trujillo






