Lectura compartida de Lemniscate de Analy Bahamonde

Más que una presentación académica de Lemniscate, quiero compartir una lectura de este libro que tuve la oportunidad de conocer desde sus primeros apuntes o bosquejos, cuando la poetisa se propuso escribirlo como un conjunto de poemas centrado en la idea que ya estaba clara y definida en su cabeza, aunque, tal vez, ni sospechara por qué caminos habrían de llevarla las palabras.
Aristóteles España, supo de Aumen en Punta Arenas, y sumamente interesado por el trabajo que realizábamos en Castro decidió venirse a esta ciudad e integrarse a nuestro taller. En su carta del 30 de enero de 1979, me anuncia: «Yo pienso viajar a ésa aproximadamente el 8 de febrero. Tal vez, si se dan algunas condiciones presupuestarias, un poco antes.»
Llegó a Castro, se unió al grupo, y como les ocurrió muchos, su compromiso con la escritura ganó fuerza y una nueva orientación: esa orientación sin nombre ni tutor individual que entrega el trabajo serio y constante de un taller literario.
Recuerdo a Toti golpeando la puerta de la casa de mis padres y presentándose tan a su manera. Pasaron los años y los lazos afectivos fueron fortaleciéndose grandemente. Vi y vimos su andar por la poesía y por la vida y, asimismo, lo vi por última vez en el Hospital del Salvador, en Valparaíso, ya en la fase final de su vida. Dolorosísima experiencia, con la casi certeza de que esa sería la despedida definitiva.
La poesía de Toti sigue y seguirá viva mientras existan lectores y lectoras, y mientras nuestro país y nuestro mundo sigan reconociendo la importancia de la poesía, la importancia de la palabra escrita… Toti seguía allí en sus libros, en cada uno de sus poemas y claro que no era una historia acabada, pero yo tampoco imaginaba que, exactamente, cuatro décadas después de su llegada a Aumen, el ciclo no sólo no empezaría a cerrarse sino que de algún modo empezaría a reabrirse, con la llegada a mi taller de Analy Bahamonde, quien sin temores ni sobresaltos se echó al hombro la figura del poeta Aristóteles España Pérez, castreño, chilote, magallánico, chileno de tomo y lomo, y llevó su imagen, su escritura, sus sueños, sus dolores, sus más grandes ideales, así como su vida y su muerte a otras y nuevas alturas, gracias a los poemas del libro que tenemos entre manos y que quiero leer con ustedes.
(Primera Parte, Isla sin voz, Poema I, p. 9)
Los dos primeros versos dicen: «Como un ave cubierta de letras/ caen sus plumas por mi ropaje», y como si fuera un lector primerizo, quedé dándole vueltas al asunto. ¿Por qué no «Caen sus plumas por mi ropaje/ como un ave cubierta de letras» o bien «Por mi ropaje caen sus plumas/ como un ave cubierta de letras»?, pero por más vueltas que le daba no lograba acertar en de quién eran las plumas que caían por ese ropaje como un ave cubierta de letras. Pero allí había belleza, allí estaba la belleza de esa multiplicidad de sentidos que nos ofrece o nos oculta la mejor poesía.
Y luego: «Este envoltorio me estruja/ y ahora habitado de consonantes y vocales/ los versos me tironean/ y mi otro yo sale de mi adentro.» Leemos, «Este envoltorio me estruja», y hasta podemos pensar en un verso de la poesía mística española de los siglos XVI y XVII, pero es claro que no estamos frente a un poema de Fray Luis ni de Santa Teresa ni de San Juan de la Cruz, ¡claro que no! Es cierto que el cuerpo también se le ha vuelto un envoltorio que no le impide escapar a una vida más alta, pero esa vida más alta es, en este caso, la palabra, la poesía: «habitado de consonantes y vocales/ los versos me tironean.» El poeta lucha por sacar la voz, por encontrar su propia voz, por dar cuenta de su propio decir, «y mi otro yo sale desde adentro.» Cómo no ver que Toti, nuestro querido Toti España está de lleno aquí, en esa lucha de toda su vida (lucha mucho mayor y mucho más desgarradora, después de su experiencia en la isla Dawson) en la que se agarran a puñetazos el muchacho soñador (siempre muchacho y siempre soñador hasta sus últimos días), el hombre político, el hombre social, el que se sabe parte de una relación familiar, sentimental, con sus obligaciones y deberes. Dice, «El otro envoltorio que guardo para el miedo/ me da coletazos y ensalza su prisión», y continúa: «Mi otro yo levanta la pierna izquierda/ y le reverencia tronando los dedos/ Sale de ahí y le veo por un agujero de mi piel/ levita junto a las hojas del otoño/ y se pregunta cómo encontrar la luz/ entre tanto matiz…»
Y no sigo más allá en el poema porque como les adelanté, quiero compartir una lectura con ustedes, no entregarles un lectura única y, por lo mismo, inválida, pero les repito para que vibren también con la vibración de esas palabras y de sus sentidos: «Mi otro yo levanta la pierna izquierda/ … / Sale de ahí y le veo por un agujero de mi piel.» Aquí vemos cómo el yo poético se desdobla, es uno y es muchos, así como en el poema «Muchos somos», de Pablo Neruda (incluido en su bellísimo Estravagario), y el desdoblamiento mayor, si pudiera decir, que la voz del personaje poético Aristóteles España, hombre, poeta, preso político, se haga oír y sentir con la naturalidad que sólo consigue la buena poesía, a través de una poetisa, mujer, chilota-isleña como él, que ni siquiera tuvo la oportunidad de conocerlo.
Como ustedes no han venido a escucharme a mí sino a la autora de Lemniscate, salto a la página 39, Segunda Parte, Florecimiento de la piedra, poema XVII):
El acertijo es dejar ir mi Yo
que siga su curso
sin hacer nada para detenerlo
sin controlar las infinitas dimensiones de su mente
Ser un simple observado por su inteligencia cósmica
En la ausencia de tiempo
sólo mirar la piedra en su evento cuántico
asombrarme
de sus múltiples posibilidades
de sus transformaciones estelares
en una serie ondulada de luz
Magnetismos de un ahora que no es ahora
donde las manecillas del reloj
giran al revés en su único espacio de memoria
en una narrativa del Yo descontinuado.
«El acertijo es dejar ir mi Yo/ que siga su curso/ sin hacer nada para detenerlo/ sin controlar las infinitas dimensiones de su mente/ Ser un simple observado por su inteligencia cósmica.» «El acertijo es dejar ir mi Yo» dice Toti, dice el poema, dice Analy Bahamonde que se ha vuelto caja de resonancia del poeta que ya no está más que en las palabras y en la memoria, que ese Yo mío, ese Yo que soy «siga su curso/ sin hacer nada para detenerlo/ sin controlar las infinitas dimensiones de su mente/ Ser un simple observado por su inteligencia cósmica.»
¡Cuánto Aristóteles España hay en estos versos! ¡Cuánto hay de él o, mejor dicho, cuánto él hay en estos poemas creados por Analy Bahamonde! !Cuánto y tanto que casi lo veo y lo escucho! Lo veo y lo escucho vivo y soñador, osado y aventurero, dolorido y maltratado, sin siquiera pensar que los poemas no son de él, simplemente apabullado por el portento de la palabra que da vida cuando consigue el tono justo, la nota justa.
Se dice que los poetas no acostumbran a reconocer el trabajo de los otros; se dice y ya sabemos que cuando el río suena, piedras trae, pero aquí está Lemniscate de Analy Bahamonde para mostrarnos que toda regla tiene sus admirables excepciones.
Y vuelvo a la carta de Toti: «Mientras los poetas permanezcamos firmes e irreductibles, aún quedarán motivos para seguir respirando, para vivir empapados de todo el sufrimiento, de toda la lluvia –que como la de nuestra Isla– es fecunda, ardiente y repleta de sonidos que vienen desde los más oscuros lugares habitados por las sombras de nuestro tiempo.«
Tras esta cita de una carta de hace 43 años, que pareciera escrita ayer, qué más puedo hacer que dar mi agradecimiento a Analy, en nombre propio, en nombre de mi queridísimo hermano poeta, Aristóteles España y, muy especialmente, en nombre de la poesía y los poetas. (Texto leído en el lanzamiento del libro Lemniscate de Analy Bahamonde, Centro Cultural de Castro, miércoles, 9 de febrero de 2022).
El Arte en Tiempo de Pandemia: Dr. Carlos Trujillo





