ARTE EN PANDEMIAFOGÓN CULTURAL

DE LA PROVINCIA AL MUNDO: Gabriela Mistral y Pablo Neruda

Se nos va el año. Se nos va el 2021. Otro año de conmemoraciones y recuerdos para la poesía chilena o, mejor dicho, para Chile entero. Un año de conmemoraciones que con toda seguridad no se hicieron o tal vez se hicieron sólo a medias, a causa del tan poco poético virus que nos tiene abrumados por casi dos años.

Podría decirse que no es tiempo de celebraciones, conmemoraciones ni recuerdos, mucho menos aquí en Castro, donde en pocos días sufrimos los efectos de dos enormes incendios, el primero en calle Pedro Montt, el de los palafitos; el segundo el catastrófico incendio de la parte alta de la ciudad. ¡Catástrófico! La palabra ya suena aterradora, pero a pesar de sus dolorosas connotaciones no logra describir ni mucho menos abarcar ni siquiera el dolor de una sola de esas familias que lo perdieron todo.     Mi sentimiento se abraza al de ellos, y asimismo, mi deseo de que nuestro Castro, nuestro archipiélago y todo nuestro querido país se levante como un solo ser en el apoyo de nuestros coterráneos que lo perdieron todo. ¡Arriba, hermanos y hermanas, que en momentos así, todos lo somos sin distinciones de ningún tipo! Como debería ser siempre. ¡Arriba, coterráneas y coterráneos! ¡La vida continúa y los hijos y los nietos y ustedes mismos no pueden perder las esperanzas de una vida mejor, a pesar de todas las dificultades!

Así que a pesar del dolor o, más bien, pisoteando al dolor hasta hacerlo añicos, volvamos al recuerdo de las conmemoraciones que nos quedamos debiendo este año 2021.

Los galardones

El año 1951, es decir, hace exactamente setenta años, Gabriela Mistral recibió el Premio Nacional de Literatura que nuestro país le debía largamente. No olvidemos que seis años antes, es decir, en 1945, la Academia Sueca le había conferido el Premio Nobel de Literatura. Y lo repito, para no olvidarlo, en 1945, la Academia Sueca le había otorgado el Premio Nobel de Literatura.

No faltará quién diga, ¿y qué importancia tiene eso? Y de la misma manera habría que responder, su importancia en esos días, igual que ahora, setenta años después de ocurrido el hecho, es sumamente grande. El Premio Nobel de Literatura es la distinción más alta a la que puede acceder un escritor o escritora en todo el planeta, una distinción que empezó a otorgarse el año 1901 y que hasta 1945 sólo habían obtenido cuatro mujeres (Selma Lagerlof, de Suecia, 1909), Grazia Deledda, de Italia, 1926) Sigrid Unset, de Noruega, 1928) y Pearl S. Buck, de Estados Unidos, 1938), y tan sólo dos autores de nuestra lengua: José Echegaray, 1908, y Jacinto Benavente, 1922, ambos españoles.

De modo que 1945 marca un hito no sólo para las letras chilenas sino para la literatura en español escrita tanto en Hispanoamérica como en España. Grabriela Mistral era la primera mujer que recibía el Nobel entre todas las escritoras de nuestra lengua. Un hito mayor, puesto que como ocurre cada año al anunciarse los Premios Nobel, el mundo se enfoca por completo en el país de los ganadores. ¡Qué orgullo para Chile! ¡Qué orgullo para toda la América hispana! ¡Qué orgullo tremendo para nuestra lengua! Y tampoco olvidemos que su Nobel fue el primero recibido por un autor o autora de nuestra América mestiza.

El año 1971, es decir, hace exactamente medio siglo, nuestro Chile se embanderaba, y con mucha razón, desde el Norte Grande a la Antártica. Nuestro Pablo Neruda, cuyo nombre venía sonando por décadas para hacerse acreedo de ese premio, finalmente lo consigue, y con todos los merecimientos. Chile se embandera (tal vez haya ocurrido lo mismo en 1951, pero yo no fui testigo de ello), Chile canta, Chile celebra. Nuestro vate mayor era reconocido por la Academia Sueca mientras se encontraba en París, cumpliendo las importantes tareas de Embajador de Chile, allá en la Ciudad Luz.

Entre el año de Gabriela Mistral (1945) y el de Pablo Neruda (1971) sólo otros dos escritores de habla hispana habían recibido ese preciado galardón: el poeta español Juan Ramón Jiménez, en 1956, y el narrador guatemalteco Miguel Ángel Asturias, en 1967. ¡Qué honor, nuevamente! ¡Qué honor para nuestra patria y para nuestras letras! El Nobel de Literatura se había empezado a entregar el año 1901 y hasta el Nobel de Neruda sólo lo habían coseguido dos autores hispanoamericanos: nuestra Mistral y Miguel Ángel Asturias.

La población de nuestro país en 1971 no alcanzaba los diez millones de habitantes, éramos y seguimos siendo un país pequeño comparado no sólo con los gigantes sino también con los medianos, pero recién iniciada la década de 1970, nuestro Chile contaba con dos Premios Nobel de Literatura, dos magníficos poetas reconocidos en toda la tierra; mientras en todo el resto de nuestra América morena sólo un escritor más se había hecho acreedor de tan honrosa distinción. Mistral y Neruda consiguieron que el mundo entero pusiera sus ojos en nuestro país, y no por revoluciones, dictaduras ni luchas fratricidas, sino por su preclaro trabajo creador. El mundo reconocía la literatura de nuestra patria. El mundo reconocía el valor innegable de dos de los nuestros. Como para pensar que «el pago del mundo» es harto diferente al «pago de Chile.     

Los galardonados   

Gabriela Mistral nació en Vicuña, valle de Elqui, el 7 de abril de 1889. Fue bautizada como Lucila de María Godoy Alcayaga, hija del profesor Juan Jerónimo Godoy Villanueva, y de Petronila Alcayaga Rojas, modista y bordadora. Su padre abandonaría el hogar cuando la futura poetisa tenía sólo tres años.

Pablo Neruda, nació en Parral (región del Maule), el 12 de julio de 1904, y es bautizado como Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, hijo de José del Carmen Reyes Morales y Rosa Neftalí Basoalto. La madre del futuro poeta fallece cuando él tiene apenas un mes de edad.

Como vemos, desde sus primeros años comenzarían las semejanzas entre estos dos ilustres compatriotas: ambos de origen provinciano, una del norte, el otro, del sur; ella pierde a su padre a los tres años de edad; él pierde a su madre a poco de nacer. La infancia y la adolescencia de ambos ocurre en provincias: Mistral en su amado valle de Elqui; Neruda en la sureña Temuco, adonde su padre se había mudado en busca de un mejor trabajo. 

Una y otro nacieron en pequeños poblados que casi no aparecían en el mapa de Chile en la época en que vieron la luz. Provincianos ambos, pueblerinos; una del norte, el otro del sur, en un tiempo en que igual o tal vez con más fuerza que hoy, parecía que todo pasaba en Santiago, todo ocurría allá, y de alguna manera todo era absorbido por la capital, pero ambos, Mistral y Neruda, no se sintieron encerrados por la provincia ni con menos méritos que aquellos y aquellas nacidos en la capital. Ambos comprendieron que el mundo era ancho y que había que conocerlo y recorrerlo y escribirlo.

Gabriela Mistral, apenas comenzada la tercera década del siglo pasado, colaboró en crear las bases del sistema educacional mexicano después de la revolución, fue invitada y honrada por universidades de numerosos países americanos, y representó a nuestro país en los consulados de Brasil, Guatemala, España, Portugal, Italia y los Estados Unidos de Norteamérica. También habría que agregar que fue la primera mujer chilena en desempeñar la labor de cónsul.

Pablo Neruda, por su parte, no se quedaría atrás. Él represento a nuestro país en los consulados de Birmania, Ceylán (hoy día Sri Lanka), Java, Argentina, España y Francia, país donde sería nuestro embajador en los últimos años de su vida. Igualmente, fue Senador de la República, en representación de las provincias de Tarapacá y Antofagasta, y es considerado uno de los poetas más importantes de todo el mundo durante el siglo XX.

Largo sería referirse a estos dos grandes poetas, pero con basta decir que ambos son ese tipo de autores cuya obra no sólo permanece en la memoria y en los libros sino cuya obra no para de crecer al paso del tiempo. Sus obras, año tras año, década tras década se han ido volviendo más y más importantes, más y más amplias, más y más originales, aunque ni uno ni otra haya querido participar en esa mentirosa carrera que es la búsqueda de la originalidad.

El jurado de la Academia Sueca manifestó que había otorgado el galardón a Mistral «por su poesía lírica que, inspirada por poderosas emociones, ha convertido su nombre en un símbolo de las aspiraciones idealistas de todo el mundo latinoamericano», en el caso de Neruda, expresó: «por una poesía que con la acción de una fuerza elemental da vida al destino y los sueños de un continente».

Saludo final

¡Salud, Gabriela! ¡Salud, Pablo! Eterna gratitud por su obra portentosa. ¡Salud, poetas, coterráneos de la provincia chilena, que supieron llevar nuestra literatura y mostrar al mundo que aquí en la parte inferior del mapamundo hay un país lleno de sueños y esperanzas llamado Chile!

Altos de Astilleros, 11 de diciembre de 2021

El Arte en Tiempo de Pandemia: Dr. Carlos Trujillo

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