ARTE EN PANDEMIAFOGÓN CULTURAL

ÓSCAR PETREL, Poeta

Describe brevemente lo que es y ha sido tu trabajo como poeta.

Todos los días tienen algún momento donde se quiebra lo cotidiano. Uno sabe que la realidad hace agua como embarcación mal calafateada. Uno intenta ser racional, pero, por más que uno le aplique juicio, como que la razón no alcanza. Trato de estar vivo para percibir esos momentos y fijar en la memoria esa fugacidad, esa belleza, ese horror, esa contradicción o ese absurdo del que somos parte. Leo, pensando que aquel que escribe, intentó lo mismo: dar cuenta de un acontecimiento que en realidad pasó en otra parte y que la escritura duplica. Concibo el poema como el verdadero lugar de la traducción de lo que somos realmente. Como si uno fuese un traductor de una lengua extranjera que es su propio idioma. En esta línea sigo el pensamiento del maestro José María Arguedas, por ejemplo, quien pasó la vida practicando, simplemente poder decir bien lo que quería decir.

Cuenta cómo te iniciaste en la escritura. ¿Cuándo y cómo empezó a gustarte?

Tengo 40 años. Pero hubo una vez en que tuve 15. En ese entonces vivía en un permanente estado sensitivo medio delirante. Caía en el asombro con regularidad. Olvidaba y perdía mis cosas. Eso que llaman la edad del pavo, para mí fue una especie de andar soñando despierto. Experimentando sensaciones. Llevando el cuerpo y el espíritu al límite. Imaginando el amor sexual, entrándole a ese abismo, que es como una de las primeras trampas de la ficción. Y por ahí mismo comencé a leer con más fuerza. Le caché el mote al asunto. Y hubo libros, poemas sueltos, canciones que me volaron la cabeza. Y comencé a escribir así, como que no quiere la cosa. Compartiendo esas palabras con amigos que andaban más o menos en la misma. Y de pronto llegó a mi vida un acordeón y de ahí para adelante.

¿De qué manera ha afectado la pandemia tu vida normal y tu trabajo creativo?

¡Juee! Yo me movía mucho. Estaba acostumbrado a trasladarme de un lado para otro. Incluso me veo en retrospectiva como profesor de lenguaje, saliendo de una sala de clases para entrar a otra. Siempre compartiendo con una cascada de seres humanos. Entrando en portales interdimensionales. Viajando en el tiempo. Batiendo la lengua. Como músico además tocaba seguido en fiestas maravillosas donde terminaba dando vueltas la noche. En ese sentido, acuso el golpe que advierte el sabio Gastón Soublette: el ser humano se cae para afuera. O sea, yo me había caído para afuera y la pandemia fue una tremenda parada de carros. Una enseñanza. Me dolió, me entristecí. Pero también forjé el carácter.  La incertidumbre hubo que aguantarla, aprender a vivirla. Y luego darse cuenta de tanto sin juicio. Da para largo esta pregunta.

En el trabajo creativo me dolió y me duele usar el computador para otra cosa que no sea escribir. Toda esta volada zoom, netflix, whatsapp, redes sociales, me quitó y me quita la energía de escribir en el mismo computador donde llevo muchas horas sentado. Yo creo que recién estamos cachando las implicancias de todo esto, incluso en el terreno creativo.

Describe cómo son tus días en este tiempo de coronavirus. ¿Escribes, no escribes? ¿Lees, qué lees, a qué hora?

Paso varias horas del día frente al computador. Más de lo que quisiera. Es una contradicción, porque soy un agradecido de este mismo tiempo que me permitió y todavía me permite vivir intensamente la paternidad con mi hijo Gaspar que tiene 4 años. He tenido la felicidad de estar los últimos dos años casi de tiempo completo con él y con mi pareja al inicio de la carretera austral. Escribo. Leo. Este último tiempo me han llamado la atención los diarios íntimos. Los prólogos. Sobre mis horarios de lectura, la verdad, en esta etapa de mi vida, es cuando mi hijo me lo permite. Antes me angustiaba, pero ahora ya no. Se va viendo una claridad.

¿Crees que cambiará algo el ambiente y el desarrollo de la actividad literaria en el sur de Chile cuando volvamos a la normalidad? ¿De qué manera?

Como que no hay normalidad. Tal vez esa normalidad era el problema. Por otro lado, la pandemia desvaneció ese humo parafernálico de las relaciones de poder del ambiente literario. Eso que llaman campo literario. Además escribir es un ejercicio solitario y hay que saber estar solo también. Poder hacerlo es un regalo. Que te publiquen es un regalo. Que alguien te lea es un regalo. Eso sí, a mí me da la impresión que se agudiza el problema lector. El problema del libro. Hay una volada con el tiempo. Las palabras por el tiempo que requieren, necesitan de un espacio que la vida contemporánea no favorece. La literatura en sí misma es una reflexión sobre el tiempo. Casi como un objeto anacrónico que nos enrostra toda nuestra lesera. ¿Quién va a destinar más tiempo para leer? Por otro lado, me da la impresión que los lenguajes se están fusionando con mayor velocidad.

¿Qué lecturas/autores/as has retomado? ¿Qué aconsejarías leer en estos días?

¡Qué manera de tener razón Luis Oyarzún! Realmente las jodimos en no haberlo leído obligatoriamente en todo el país. ¡Chao con los monocultivos de todo tipo! diría hoy ese maestro. Defensa de la tierra me parece una lectura fundamental en estos tiempos. Sería parte del discurso vivo de la Patagonia Rebelde. Pero también una guía de aves que tengo y música. Mucha música recomendaría hoy. Recomendaría a La Delio Valdez, Flor de Guayaba, Coral Rojo, Camila y Silvio, La Ritmática, Andrés Landero, Gaiteros de San Jacinto, Churupaca, Javier Aravena, Manuel Sánchez, José María Arguedas, Vinicius de Moraes y dos documentales: La sal de la tierra (sobre un fotógrafo genial) y Sigo Siendo (música peruana). De todo esto que nombré yo me hice una especie de pasta cicatrizante que todavía me dura.

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El Arte en Tiempo de Pandemia: Dr. Carlos Trujillo

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