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CHILOTES EN LA SANTIAGO ALIAS LA AMERICA

Leo un expediente administrativo que se inicia pocos días después que la fragata de guerra Santiago alias “La América”, de 64 cañones, llega al puerto de El Callao con su tripulación en deplorable estado al final de un viaje de seis meses. Se trata de un texto conmovedor, no porque su contenido sea emocionante o sentimental. Al contrario, la prosa administrativa de los escribanos es árida, apática y repetitiva pues es una reunión de documentos en un expediente donde se informa al Comisario de Guerra, al Ministro de la Real Hacienda de Lima y a otros funcionarios administrativos de las medidas que se han tomado con los oficiales, soldados, marineros y grumetes que llegaron enfermos después de la larga travesía por el Atlántico y haber cruzado por el Cabo de Hornos.

El expediente se inicia el 2 de abril de 1786, cuando el cirujano del navío de S.M. Santiago “La América” da la relación de los enfermos, lo cual es un catálogo que permite conocer la denominación que la medicina del siglo XVII daba a las enfermedades y las heridas que afectaban a las tripulaciones de los buques en los seis meses que demoraba la travesía entre El Callao y Cádiz. Al temido vicio escorbútico se agregaban, quedar baldados de una pierna, llagas, mal de orina, dolores gálicos, ulceras, tercianas, fistulas galiosas, obstrucciones, bubas, fiebres malignas, páratulas, asma húmeda, manchas gálicas, bubas venéreas, incordios vicerales, cuando el encierro y angustia de nunca ver tierra convertía al marino o grumete en un loco perjudicial. La tripulación del navío Santiago de la Real Armada estaba formada por 14 oficiales mayores, dos guardiamarinas, 24 oficiales de mar o sea de cubierta,103 soldados de artillería, 70 artilleros, 18 soldados de artillería, 91 marineros, 88 grumetes, 35 pajes y criados. Más un centenar de ellos, en marzo de 1786, llegó al Callao en deplorable estado de salud y 45 debieron ser internados en el Hospital Real de Bellavista.

En un largo expediente de documentos acumulados durante un año de hacer tramites, enviar informes, los oficiales mayores y el capellán solicitan ser examinados por un médico, no el cirujano del buque que trataba a la marinería. Los oficiales más graves comunicaban al virrey Teodoro de Croix la imposibilidad de retornar a España, y  se quedaban en Lima, enfermos y con los sueldos impagos. El virrey ordenaba a sus secretarios oficiar a la Real Hacienda y al Comisario de guerra en una burocracia de acumular oficios y documentos. Mientras mandaba que los soldados que enfermaron durante el viaje, una vez que se recuperen pasarían a integrar alguna compañía del Regimiento Real de Lima, y los marineros y grumetes que permanecían internados en el Hospital de pobres “luego que se hallaren en estado de salir del hospital deberán presentarse al Comisario de Guerra para que los destine al servicio de uno de los buques del comercio de Cádiz o en caso de hallarse impedido de embarcarse pusiesen el informe correspondiente para se les expidiese las licencias necesarias de no hacerlo no tienen derecho alguno de solicitar sueldos adeudados” pero en otro oficio el virrey Croix ordenaba “los enfermos luego que se hallen sanos saldrán del Hospital sin consideración alguna de sueldo. Quedan sobradamente satisfechos con los auxilios y asistencia que han logrado en su curación”.

Lo conmovedor del expediente es aquello que se deduce de su contenido, lo que trasluce más allá de la fría información oficial, la sequedad de las diferencia de clases mientras los oficiales son revisados por facultativos que imparten catedra en la Universidad de Lima, los marineros permanecían postrados masticando sus desgracias en un hospital de pobres sin que nadie les asegure el pago de sus sueldos o si volverán a embarcarse. Al leer la correspondencia, los documentos e informes que se agregan al expediente surgen reflexiones amargas como ocurre cada vez que se escarba en la historia de la España que dominaba estos territorios, aparece gente sometida, antes al igual que ahora, la misma clase de gente acorralada por el hambre y las imposiciones de una economía de señores que mandan y siervos que obedecen, gente obligada a la fuerza a embarcarse o que para no morir de hambre enrolarse como tripulación semiesclava en un barco donde vivirán aislados del mundo y las personas. Gente sometida por la clase de los que mandan por tener una larga lista de apellidos, sotana, sable, escudo ministerial, bastón de mando, gente aristocrática pisando a la plebe. En las hojas de este expediente se desvela la fría desigualdad de la sociedad española.

Toda la oficialidad del Santiago, los oficiales de mando y los de mar, los artilleros, la tropa y los marineros son españoles pero los grumetes es gente de distintas naciones de América. Gente tomadas por leva. vagabundos de puerto malnacidos convencidos a embarcarse, gente que muestra que el mestizaje no te hacia español o eras cholo, limeño, chileno o chilote porque así aparecen identificados en la lista de los 45 enfermos internados en el hospital de Bellavista donde estuvieron muriendo Antonio Gómez enfermo de tercianas, Juan de Dios Vargas con bubas, Juan Antonio Cárdenas con fiebres malignas y paratulas, Vicente Figueroa herido de una pierna; y podemos preguntarnos ¿se embarcaron por su propia voluntad en San Carlos de Chiloé, hoy Ancud, o fueron tomados por la fuerza y embarcados en ese Caleuche en alguna isla del interior?

En el contenido de esta clase de documentos se advierte una y otra vez la imposición, la incompetencia, el ninguneo, el uso de las leyes en beneficio de los que mandan, el desdén oficial, el desprecio hacia aquellos que en la tripulación de un barco ejercen los oficios más humildes, los lava cubiertas, los anuda cabos, los repara velas, los cargadores de bultos, los que duermen amontonados en húmedas y malolientes covachas oscuras, los mismos que en los combates contra el enemigo de turno, francés o británico, ayudan a los artilleros, acarrean agua, balas y pólvora, combatientes improvisados que en la cubierta del buque son barridos por la metralla. Leer este expediente deja una sensación de desanimo que estremece porque ahí se retrata la sociedad española de la América conquistada en todo su verdadero carácter, sin máscaras, de una forma descarada y brutal.

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