FOGÓN CULTURAL

AUMEN. A UN PASO DEL CINCUENTENARIO (42) JAIME QUEZADA, VERANO DE 1986

El caracol blanco en la playa vacío
y llenándose de arena
como si fuese un antiguo reloj
señalando la edad del viento.
(Jaime Quezada)

Las actividades de Aumen no paraban nunca, fuera invierno o verano. Qué decir de lluvias y temporales. No había tiempo para la inactividad. Los veranos siempre eran muy especiales porque regresaban los aumeninos que estudiaban o trabajaban en el continente y, también, porque era cuando llegaban más visitantes. El verano de 1986, recibimos una vez más la visita de Jaime Quezada. Andaba de vacaciones, disfrutando del encuentro con los amigos y muy principalmente con la naturaleza. Las plantas siempre han sido uno de sus grandes intereses. Pero, vacaciones o no, llegar a Castro significaba, por lo menos, una reunión obligatoria con Aumen. Ese verano fueron varias y muy productivas como siempre.

Por lo que se oye en el cassette, a la reunión que aquí se transcribe, asistieron, por lo menos, Samuel Alarcón, Nelson Torres, Sandra Henríquez, Jeannette Hueitra, Claudia Navarro y yo, además del poeta invitado. Lugar del encuentro: O’Higgins 756.

Jaime estaba en mi casa y esa tarde había reunión, así que sin mayor aviso, de pronto, se vio en medio de una conversación-taller con la muchachada aumenina que le pide que lea sus poemas; en otras palabras, que nos dé un recital improvisado. Aquí va parte de esa hermosa reunión en la que se pide que lea sus poemas:

Quezada: Debería ser al revés. Que leyeran ustedes. Una lectura colectiva, plural, para escuchar también lo que ustedes están haciendo. Me interesa mucho. Conozco bastante de todas las cosas de Nelson y Carlos, pero me gustaría conocer lo de la gente más joven. Estaba leyendo hace poco rato esa hojita de poemas de Claudia, por ejemplo. Encontré cosas bien valiosas ahí que habría que rescatar también y ver cómo trabajan ustedes como taller, sería también importante. Cuál es la manera de discusión del trabajo. Por ejemplo, el año pasado estuvo en Santiago un chico que salió de acá del taller, que es Mario García, y llevaba toda la experiencia de trabajo de taller interno con Aumen, y había una gran diferencia con muchos poetas jóvenes de la edad de él en Santiago. Siendo santiaguinos y participando también ellos en muchos recitales, no tienen la experiencia de taller que tenía ese niño. Sobre todo la actitud crítica y autocrítica que tenía, que es muy valiosa en un trabajo de taller.

[Por lo tanto] ahora mismo podríamos hacer una lectura miti miti. Un poco ustedes, un poco yo.

Trujillo: O ahora mismo dejarlo para una reunión próxima. Mañana, Jaime va estar en Achao, pero seguramente el sábado puede estar por aquí. Quizás el sábado podría dejar un poquito de tiempo para escuchar lo que estamos haciendo.

Quezada: Yo dirigía un taller el 81, en la Sociedad de Escritores y un día apareció Carlos. En verdad, teníamos dos tipos de sesiones. La sesión formal de los días lunes donde trabajaba nada más que la gente del taller, con la participación de los integrantes del taller, y a puerta cerrada. ¡No entraba nadie más! Y el día viernes era un día abierto, un taller abierto donde aparecía gente que no era del taller y se discutía mucho. En una de esas sesiones apareció Carlos, me acuerdo, y nos leyó unos textos ahí de Los Territorios, fueron los textos inéditos todavía, poemas que después ganaron un premio en Osorno, creo.

Bueno, yo le decía también a Carlos, hace poco, cuando él me invitó a esta sesión, que yo generalmente cuando viajo, viajo olvidándome del quehacer poético. Entonces, no leo diarios, no escucho noticias, casi no leo libros, aunque ando con algunos libros ahí en mi bolso, pero, de hecho no leo mucho. Estoy casi todo el año metido en esas cosas, leyendo. Es mi trabajo, mi oficio, así que trato en el viaje de motivarme con la naturaleza, con el paisaje geográfico y con el paisaje humano sobre todo. Así que yo creo que me va a costar un poco retomar aquí el hilo de una lectura poética, de lo cual ya me había olvidado un poco. Además, los textos míos son textos escritos hace mucho tiempo. Hay un libro que debiera aparecer este año. Un libro nuevo, inédito. No ando con ninguno de esos poemas inéditos tampoco. Y yo le decía también a Carlos que, a lo mejor, más adelante podría venir yo a dar un recital con esos poemas, con ese libro, del cual me interesa conversar mucho. Porque de estas otras cosas ya he conversado. Incluso ya las leí aquí en el encuentro del 78, me acuerdo. Aunque de todas maneras sirve también como un sentido de valorarse a uno mismo. Cuando uno hace una lectura un poco retrospectiva va descubriendo cosas que no había descubierto en aquel momento, cuando se escribieron o cuando se publicaron. Después de releerse, pasado mucho tiempo, uno vuelve a encontrarse con ciertas facetas que habían quedado olvidadas en la escritura original, pero que después le dan también a uno una nueva visión de lo que se había escrito. Siempre suele ocurrir con la lectura.

Sobre todo me interesa por estas niñas jóvenes que están entrando en lo que se llama el terreno de la poesía, del trabajo poético, que ellas conozcan la evolución de un poeta. Como de un primer libro se va llegando a otros y cada vez se va haciendo más exigente, y cada vez también uno no está conforme casi nunca con lo que escribe. Siempre cree que cuando uno ha terminado un poema, uno salta de gozo, de alegría, porque cree que ha escrito un excelente poema, pero ocurre que a los tres días, cuando uno lo vuelve a leer, ya no es el mismo gozo porque al poema le encuentra ciertos defectos, ciertas debilidades y no le satisface mucho. Y también, a veces, no hay que ser demasiado autocrítico, no pecar de la autocrítica. Hay poemas que salen de una sola versión, de un solo golpe diríamos, y que a veces tienen mucho más sentido, son mejores que un poema que se ha trabajado, que se ha elaborado más.

Quizás en esta lectura de algunas cosas que yo voy a leer, ustedes se van a dar cuenta que hay algunos poemas que son como escritos de un tirón, diríamos, de un viaje, donde no se ha metido mano, y otros en que hay ya cierta elaboración. La gracia está en combinar varias cosas, que no se note el trabajo de laboratorio que el poeta después hace mucho. Porque la poesía, en verdad, es un trabajo, quiérase o no, de laboratorio, de mucho rigor. No basta con “inspirarse”, como diría, escribiendo esta palabra entre comillas o diciéndola así, porque la poesía es un trabajo permanente, de mucha constancia, de trabajar y volver a trabajar, de quitar muchas cosas, de borrar, de usar muchas tijeras, cortar. Hay poemas largos, extensos, que pueden quedar después reducidos a un mínimo de estrofas y tienen el mismo sentido del poema largo. Está la síntesis que es lo más difícil casi, en poesía.

La poesía, aparentemente, es uno de los trabajos, de las artes –diríamos–, de la literatura, aparentemente más sencillos, más simples. Todo el mundo empieza escribiendo poesía y los que son (poetas) realmente se quedan en la poesía, los que no, no siguen en ningún otro género. Pero la poesía es un trabajo de mucha precisión, diría, de mucho rigor. No sólo basta con escribir la poesía sino que también hay que sentirla, hay que estar permanentemente motivado las 24 horas del día, diría yo. Permanentemente. Siempre. Cualquier acto, cualquier gesto, pertenece al quehacer, al ejercicio del poeta. Viene a ser casi un acto ritual la poesía, siempre, una cosa casi oracional. Según también el sentido que el poeta tenga de las cosas, de la vida, de la gente, así también va a ser su poesía.

Hay poetas que son más racionales. Otros que son mucho más simples, sencillos. Todo eso depende de los medios en que se ha vivido, las motivaciones que se tenga, las experiencias también contribuyen a hacer la poesía.

Yo publiqué el primer libro mío el año 1965. Sesenta y cinco, setenta y cinco. ¡Cuántos van ya? Van a ser casi veinte años. Cómo no estaré viejo, ¿cierto? ¡Veinte años! Poemas de las cosas olvidadas. Un título también bastante convencional. Era un volumen de poemas que no se escribió como tema. Hoy día se tiende a escribir una serie de poemas y eso es bueno también, que el poeta escriba una temática, una serie. Acá fueron poemas sueltos que uno fue escribiendo a medida que escribía, nada más. Distintas cosas. Y después yo reuní todos esos poemas y formé un volumen. Los reuní, por cierto, con ayuda de otros poetas mayores, que de alguna manera estaban contribuyendo también a formar ese libro. Siempre es bueno hacerse asesorar por gente que conoce más el oficio.

Así que salió ese libro que se llamó Poemas de las cosas olvidadas. Pero es un libro, diría más bien, escrito intuitivamente. Es decir, no hay ningún afán ahí racional. No hay tijeras, no hay goma para borrar ahí, nada. Debía haber borrado muchas cosas. Y ese libro, al entrar de nuevo en él, al leerlo siempre me da cierto pudor. Da pudor porque son las cosas primeras que uno escribe. Uno siempre dice: “no, en esas cosas ya no quiero meterme, no quiero leerlas.” Pero es bueno vencer esos pudores también y es bueno entrar porque uno después va relacionando cosas, como decía al comienzo. En este primer libro hay un poema que se llama -es algo del Cristo, por ahí-  “Atardecer.” Y es curioso que en los últimos poemas que yo estoy escribiendo ahora, o que escribí en ese libro que debe aparecer este año, el mismo sentido del poema está dado en un poema de ese tiempo. Es decir, casi quince años después o dieciocho años después, yo vengo a retomar un tema que había tomado intuitivamente en aquella época. Ahora un poco más trabajado, por cierto. Pero es en la misma esencia, con otra proyección.

¡A ver! Algo de los Poemas de las cosas olvidadas. También es una temática muy familiar la de los Poemas de las cosas olvidadas, y en general, en casi toda mi poesía tiendo a hacer eso. Si tuviéramos que tocar los temas que me preocupan, que me importan, verían que en este libro y en otros también, que vienen después, está siempre el tema de la familia, el tema del hogar sobre todo, el tema de la mesa, del mantel, de la silla, del plato, de la presencia de las cosas, de los objetos, a los cuales uno tiende a darles vida, acción, movimiento. [Luego de esto inicia su lectura de poemas]

Poeta Jaime Quezada en Chiloé.

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