El fervor de ser ella misma

Conocí a Juana Bignozzi gracias a la querida Malú Urriola en una buena noche bohemia. Después de leer poesía y conversar con otros invitados al Festival de Poesía de Rosario, caminamos hacia una discoteca donde bailamos y reímos. Recuerdo a una mujer grande, espléndida, con una mirada penetrante que se fijó en mí con pocas ganas de perdonar vidas, pero la Malú me arropó: se veía que Juana la respetaba y quería.
Las imágenes de esa noche, vinieron enseguida a mi memoria, al abrir el libro de la editorial Bastante “Juana Bignozzi en el centro de la noche” una biografía que nos acerca a la poeta argentina sin concesiones, con una prosa que atrapa y una admiración por su poesía que conduce a su autora por las distintas etapas vitales de Bignozzi resaltando qué escribía en esos días o por qué no escribía en los años de destierro en Barcelona. El suyo no fue precisamente un exilio político, pero lo sufrió en la carne y la palabra (o la mudez).
Vanina Colegiovanni toma fragmentos de poemas y va urdiendo la trama de los días que tan intensamente vivió la poeta, así va armando un fascinante retrato de una mujer poderosa, de carácter fuerte y deslenguada comunicación; una poeta que empezó en El Pan duro, un grupo de escritores donde aprendió a defender lo suyo. Militante comunista desde la adolescencia, terminó yéndose también tal vez por su irreverencia, seguro que por su inclaudicable libertad de expresión.
Mientras avanzo en la lectura, voy emparentando a Juan Bignozzi con nuestra Stella Díaz Varín, tan talentosa, tan fiera; desarrollando estrategias para hacerse oír en un mundo de hombres. No eran parecidas en mucho, eso sí: Bignozzi tuvo un compañero de vida por más de cuarenta años, viajó por Europa, vivió en Barcelona por treinta años, fue traductora y regresó a Argentina para seguir -ella creía -animando una escena literaria como la que recordaba de su juventud.
Por supuesto, hay que leer este libro que nos acerca a la poeta argentina, para seguir luego con su poesía en el caso de que aún no la hayan descubierto. Por ahora, dejo estas palabras de la contratapa para tentarlos a buscar este libro:
“La literatura se hace con colores / los poemas con palabras / y la música de una vida / con la luz de los testigos”, escribió Juana Bignozzi. Para reconstruir esa música, Vanina Colagiovanni enciende aquella luz y va en busca, en este retrato que hace de la poeta argentina, de muchos testigos más, sin por ello perder de vista lo que según John Berger siempre encontraremos en el corazón de cualquier retrato vivo: el registro de una sorpresa absoluta rodeada de una gran intimidad.
Macarena García Moggia
“Juana es alguien imponente que parece haberse bajado de un retrato con la certeza de ser una Médici o una Sforza, para amenazar con sus ojos verdes que, ante las imposturas renovadas de una ciudad que ve de vez en cuando, pueden pasar sin un respiro de la crueldad y la malicia al desasosiego y la compasión. Esa Juana es capaz de entibiar el bandoneón de Julio Pane con una orden muda. Yo fui testigo. Pane tocaba en el restaurante Miramar como quien lo hace en el interior de un freezer, aunque con un virtuosismo indudable, y bastó que Juana dictaminara “Los mareados” para que se encendieran, recién pasadas las doce, el bandoneón de Pane y el fuego de la noche.”
María Moreno
Domingo a la tarde
Cuando se sientan frente a frente
amores imposibles, quincallería amistosa,
tipos que se atrevieron y esa mujer intensa
que lleva augurios a felicidades que nunca entenderá,
la buena gente desecha las malas palabras,
la buena gente dice todos tienen posibilidades en la vida,
sienten crecer su amor por esa mujer intensa,
tan sola, que vivirá siempre detrás de una ventana
y todo lo que le ofrecen está demasiado azucarado.
El sujeto de la izquierda
educada para ser
la magnífica militante de base de un partido
que por no leer la historia de mi país
se ha convertido en polvo no enamorado sino muerto
preparada para una eterna carrera de fondo
tengo ante los ojos una pared impenetrable
detrás de la cual sólo hay
otros 50 años de trabajo y espera

El Guardián del Mito: Rosabetty Muñoz