FOGÓN CULTURAL

Aumen: A un paso del cincuentenario (24) “AUMEN”, 40 AÑOS DESPUÉS

José Teiguel

El año 1983 fue un año decisivo en el concierto político social de este país.

Y fue un año decisivo porque en 1983 este país comenzó a despertarse de la larga modorra impuesta a fórceps y a sangre y fuego por la dictadura militar. Y fue también decisivo porque, como decíamos en aquella oportunidad los que cursábamos ramos en alguna universidad del país “hay que comenzar a moverse muchachada, hay que comenzar a moverse ya, pues, mal que mal han pasado 10 años desde el golpe militar y en el arqueo de nuestro país tenemos suficientes muertos, desaparecidos y exiliados por los rincones más insospechados del mundo, como para iniciar y en lo posible activar una movilización que nos involucre a todos…” Y cuando se decía que se debía involucrar a todos, nos referíamos a esa amplia geografía social y política que se había constituido en nuestro país. Geografía de la que incluso teníamos miedo, pues en muchas oportunidades ni siquiera sabíamos con quién estábamos hablando, a quien convocar, en quien se debía confiar.

En lo que corresponde a lo más íntimo y cercano de nuestro islario chilote, la palabra que se pretendía activar en las movilizaciones a lo largo y ancho de nuestra patria, ya se había activado en Chiloé a partir del año 1975. La palabra, poética y necesaria había ocupado el lugar del que nunca debió salir, certificando que no es cosa buena eso de andarse siempre bromeando con aquello de que “en un principio estuvo el verbo”, pues así es y así debiera ser siempre. O sea, gracias a un grupo de poetas del sur del mundo, la palabra volvía a ocupar su lugar, se levantaba en puntillas y se elevaba con un vigor nuevo sobre la realidad cansada de un país cansado, convencida y dispuesta a no bajar la cabeza después de tanto tiempo de vivir en un territorio silencioso, obligado a callar incluso ante la vida.

Muchos años después, en conversaciones de mesa y chanzas de pasillos, los aumenianos recordaríamos que aquel año ícono lo iniciamos en Castro con un Recital de Poesía y Narrativa, al que se unió (como en muchas otras ocasiones) con la bondad, la transparencia y la calidad vocal de siempre, Eduardo Peralta, un notable cantautor y mejor persona, que venía desde Santiago y se unía a nosotros para efectuar aquel recital entrañable en aquel lugar de “Castro Alto”, detrasito nomás de la iglesia de los curas españoles, en un salón sencillo, colmado, posiblemente por unas cien o ciento veinte personas que iban a ver y a escuchar con soberano respeto y atención a los integrantes del taller literario AUMEN, por ese entonces compuesto esencialmente por poetas, a los cuales se unía, como un reserva contratado a última hora, el que digita esta página.

Recuerdo que personas de diferentes edades, oficios, quehaceres, gustos académicos ya se aglutinaban en torno al taller (Queda también en la memoria un recital masivo ante más de doscientas personas en el gimnasio del Liceo Galvarino Riveros Cárdenas) como si fuéramos una parte imprescindible de todos ellos, parte de los afectos más inmediatos que uno anda trayendo y trasladando consigo doquiera que va. Personas que probablemente intuían que en ese grupo de locos había un germen de algo más que literatura y esperanza liudadas en el sur de nuestro territorio.

Cuarenta años después nos encontramos en Queilen una parte de aquellos oficiantes y promeseros de la poesía.

Queda para la crónica, para los apuntes de libreta y la fastuosa memoria de Carlos Alberto Trujillo, las razones por las cuales en aquel lejano 1983 al parecer Mario Contreras Vega no pudo estar con nosotros. Posiblemente sus avatares de buscavidas consumado, dedicado unas veces al transporte, otras al comercio o al periodismo, no pocas veces a la imprenta, sin olvidar, por supuesto a la poesía, esa trinchera en la cual, desde un comienzo fue y sigue siendo una voz vigorosa y muy necesaria, lo mantuvieron ocupado.

Como digo, en aquella oportunidad del 1983 (Si el alzheimer no me ha dado alcance) estuvo con nosotros el Mario Contreras Vega. Pero en esta ocasión, Queilen, invierno de 2023, esa dedicada hormiga de las bibliotecas públicas del sur de Chile que se llama Liliana Morales, logró que el querido poeta se uniera a Carlos Alberto Trujillo, Nelson Antonio Torres y al narrador que garrapatea estas líneas. 

El 7 de julio del 2023 a las dos y media de la tarde sucedió el reencuentro.

A las dos y media en punto de la tarde, bien acogidos bajo el alero de la Biblioteca Pública de Queilen, y el abrazo recibidor de Liliana, comienza el recital. El recital y la conversación con el público generoso que nos fue a ver, pues al parecer esto de andar mentando y leyendo en voz alta poemas y textos aparentemente inútiles, para el resto de la sociedad, no es una cosa que esté de moda, ni un oficio que le quite el sueño a la mayoría de los habitantes de estos lares. 

Sin embargo, no debemos olvidar que estamos en Chiloé, y aquí cualquier cosa es posible.

Los escritores alistan sus textos en la apretada media hora que tiene cada uno. Es difícil realizar una selección a modo de antología pues cada uno de los participantes cuenta con una notable cantidad de libros publicados. Por esa razón eligen al azar, leen y conversan con el público, sabiendo que una pequeña de sus escritos, puede ser la llave, el saludo y la invitación a una lectura más extensa y entrañable.

Desde mi rincón, al lado derecho de los escritores, observo con especial afecto a estos tipos a los cuales, además de quererlos los admiro. No puedo negar que hubo un tiempo en que Carlos Trujillo me producía cierta distancia por el respeto exagerado que yo le guardaba cuando recién ingresé al Taller, y que Mario Contreras siempre me ha producido un cariño desordenado, hermanable y su vez entrañable, tan entrañable como el cariño que siento por el Toño Torres, que durante los años 1981 y 1982 me iba a despertar a las tres de la mañana para mostrarme los poemas que recién nomás acababa de escribir. Por entonces ambos coincidimos en el hogar universitario HUACHOCOPIHUE de Valdivia, ese lugar mítico de hospedaje adonde llegábamos a recalar con nuestros huesos, todos los estudiantes más pobretones que habíamos elegido pertenecer a la UACH. Tan pobres éramos, que bastaba con que camináramos por la calle para que nos dieran limosna.

La tarde corre desbocada y comienza a hacerse de noche. Abrazos para Liliana Morales, la anfitriona. Abrazos para la Seremía de las Culturas por aportar a este encuentro. La tarde se convierte en noche y las personas que repletaron la Biblioteca Pública de Queilen se van satisfechas a casa, satisfechas de haber conversado con los poetas, de haber reconocido algún verso oído en alguna parte. Satisfechas (algunas) de saber por primera vez que hace cuarenta y ocho años, en pleno centro de Chiloé se creó un Taller literario en momentos en que la muerte dictaba clases en las calles de Chile. Se creó un Taller literario para responderle a dicha muerte con poesía, vale decir, con vida. Porque en eso consistió y sigue consistiendo el escribir poesía. Y ese ha sido y sigue siendo el ejercicio diario del Taller AUMEN.

José Teiguel, Nelson Torres, Carlos Trujillo y Mario Contreras

Por: Carlos Trujillo

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