FOGÓN CULTURALGUARDIÁN DEL MITO

Oscura pradera. O el irrompible tejido de la noche

Es un día bueno para leer a José Lezama Lima, será por el temporal desbocado que azota los árboles contra la casa y prepara el ánimo para experiencias que se anuncian terminales, aunque finalmente no lo sean. Pero es un regalo abrir las páginas de pequeño formato que nos ofrece La Pollera ediciones y encontrarse con versos como “Deseas clavarte carnalmente / en tu sombra espesa”, uno siente que se abre otro estado, algo más cercano al meollo de la existencia.

El libro ofrece 35 poemas de distintos libros, fechados en los últimos años de vida del escritor, una breve muestra de su vasta obra. La selección propuesta por Vicente Undurraga logra sumergirnos en una atmósfera lezamiana, ese clima de materias que se funden y recomponen; que se deshacen, cambian su composición en movimientos que reconocemos por su hervor, esa ebullición que recoge elementos, los ilumina en su traslado por el rico mundo lírico del poeta. La poesía es ese movimiento que sueña y se asoma a otra relación entre las cosas del mundo. Ahí está el latido interior, el ritmo sincopado, las comparaciones y metáforas absorbidas por un palabreo sensorial.

A ratos, uno se hunde en una materia líquida, sinuosa que va convirtiendo una cosa en otra sin el lastre del raciocinio, se adivina más allá una imaginación y una extrañeza del mundo que se parece a encontrar la sal del origen. Esa voz desplegando un caudal, que se traga el entendimiento y nos arrastra en el flujo de relaciones discordantes, bellas, excitantes, absurdas, impacta en otro lugar, uno que tenemos en común sin saberlo hasta que explota en estos versos, a ratos prosa.

“La ciudad dormida evapora su lenguaje” y se entra, claro, en un mundo / noche saturado de olores, sabores, materia nueva, junturas desconocidas, alianzas dislocadas. En el poema Discordias, se asoma un arte poética “Y volver a la transparencia del agua/ que busca el caos sereno del océano” más que un deseo, está la manifiesta contradicción que da vida a la poesía “borra la letra y después respírala / al amanecer cuando la luz te borra”.

Vicente Undurraga en su breve nota de presentación, hace referencia al asma que sufrió toda su vida el poeta Lezama Lima y uno no puede dejar de estremecerse con el ancho respirar de estos poemas donde el aire que se inhala es el mismo de los grandes océanos, bocaradas del universo, un resoplar anterior a la existencia nuestra.

Hay poemas que ingresan por la cotidiana visión de un par de zapatos o una hormiga bajando por la escalera, o un pescador en una pequeña cabaña, sin embargo, desde los pliegues se empiezan a descolgar asociaciones que no son juegos visuales ni divertimentos verbales, hay una crudeza de vida que se busca, hay detonaciones desesperadas, una necesidad de juntar sílabas, de abrir las carnes de la noche, de las sombras.

“La casa iluminada/ nos prestaba un sencillo vestigio de la eternidad”

Oscura pradera

José Lezama Lima

La Pollera Ediciones, 2024

“La poesía de Lezama, que es acción y no contemplación, se sitúa, a pesar de sus complicadas y a veces cristalinas formas, en ese lugar primario que corresponde a la poesía que se adentra en la realidad despertándola y despertándose”. María Zambrano

“Cada uno de sus lentos desplazamientos mentales se convierte en un relumbrón verbal, como si una de esas grandes tortugas tropicales braceara de noche en un mar de noctilucas”. Enrique Lihn

“Fue el barroco por excelencia, el más grande de los gongorinos, poeta erudito, apasionado, oscuro e infaliblemente deslumbrante”. César Aira

El Guardián del Mito: Rosabetty Muñoz

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