FOGÓN CULTURAL

AUMEN: A UN PASO DEL CINCUENTENARIO (21) CAMBIOS DE CASA

Desde el principio, el lugar de reunión de Aumen fue el Liceo de Castro. Nunca tuvimos una sala asignada exclusivamente para eso, de modo que éstas se realizaban en cualquier sala que estuviera desocupada y si conseguíamos una en que hubiera  unos palos para poner a la salamandra, muchísimo mejor. Pero, lo cierto es que siempre hubo una sala disponible mientras la educación castreña se mantuvo “en el sistema antiguo” y nunca pensamos que algún cambio cosmético pudiera obligarnos a abandonar la que era nuestra casa. El problema fue que la municipalización de la enseñanza en Castro CAMBIÓ TODO, porque no fue sólo un cambio cosmético sino uno de fondo para barrer y borrar todo lo que sonara a aires libertarios, a deseos de hacer algo por moderar las limitaciones del sistema, a permitirle soñar en grande, aunque fuera simplemente soñar en grande, a la muchachada de los colegios.

Así fue como un día cualquiera, mientras nos encontrábamos allí, prontos a empezar una reunión, llega un auxiliar, un muy querido auxiliar del liceo, quien, con algo de vergüenza, nos informa que el alcalde había prohibido que siguiéramos reuniéndonos allí.  “¿Cómo?, ¿por qué?, ¿qué ha pasado?” “Lo único que sé -dijo el mensajero- es que el alcalde le informó a la directora que ustedes no pueden seguir reuniéndose en el establecimiento porque son puros comunistas.”

El querido amigo auxiliar no tenía culpa de eso, de modo que no había nada que discutir con él ni mucho menos causarle un problema por negarnos a abandonar la sala. Así fue como apenas nos volvimos “un taller literario en situación de calle” tuvimos que buscar inmediatamente un nuevo refugio. Ese refugio fue la casa de don Mario Uribe Velásquez y la señora Florisa Andrade Cortés, quien formaba parte del taller.

Desde la reunión siguiente, la casa de doña Flori fue nuestra sede. Nuestra nueva casa. Allí llegaba un montón de gente porque don Mario era una autoridad intelectual en Castro, profesor de la Escuela Nº 1, corresponsal de El Mercurio e investigador de la cultura tradicional de Chiloé, de modo que por su casa pasaba todo el mundo o, al menos, mucha gente del mundo artístico y cultural que llegaba a la ciudad. Nos reunimos allí por lo menos hasta fines de ese año y, por supuesto, nadie nos echó.

Pero ocurre que mi casa, es decir, la casa de mis padres, estaba sólo a media cuadra de la casa de don Mario, y como Castro era un pueblo chico y la muchachada no esperaba que llegara el lunes o el jueves para las reuniones sino que llegaba a mi casa cualquier día y a cualquier hora, el paso fue muy simple: “¿Por qué no nos reunimos aquí?” Y así fue. De modo que desde fines de 1982 nos trasladamos de la esquina de O’Higgins con Gabriela Mistral a O’Higgins 756 -apenas a media cuadra de distancia-, nuestro lugar de reunión, de discusión, de amistades y de sueños hasta fines de junio de 1989.

El traslado de las reuniones a mi casa hizo que la actividad se volviera más constante, puesto que todo el mundo sabía que yo estaría allí a cualquier hora, luego de mi horario de trabajo. De modo que la actividad se acentuó y los resultados florecieron.

1983, un año especial

1983 fue un año muy especial en el que todo el grupo andaba con papeles bajo el brazo, proyectos de libros que se comentaban reunión a reunión. Las posibilidades de publicación eran escasas, pero la escritura florecía como en una muy particular primavera. Durante esos años también florecieron los concursos de poesía en todas partes y varios miembros del taller esperaban el fin de año, que era cuando se daban los resultados. El año 1983 fue muy especial porque abundaron los premios y menciones honrosas para los integrantes de Aumen. Recuerdo una reunión -tal vez en octubre o noviembre- a la que Nelson Torres llega muy alegre y nos dice “gané el primer premio en un concurso iberoamericano de poesía”. Yo no pensaba hablar del asunto, pero me vi obligado a hacerlo: “yo obtuve el segundo premio en ese mismo concurso.” Al rato, llega Sonia Caicheo y nos cuenta que ella había ganado una mención honrosa. La alegría fue tremenda, un concurso iberoamericano de poesía  había entregado tres premios y tres menciones honrosas y, de ese total, la mitad había sido ganada por poetas de Aumen. Pero sabíamos muy bien que esa notoriedad no era del agrado de la autoridad municipal que nos había sacado del liceo.

Las publicaciones se sucedían: Nelson Torres, Poemas necesarios y Jaime Márquez, Participamos a usted, compartían una hermosa hoja literaria de los Talleres Culturales Chiloé. En Temuco se publica el primer número de Poesía diaria, creada y dirigida por Elicura Chihuailaf y Guido Eytel, que traía en portada una fotografía mía, y en su interior una entrevista y algunos de mis poemas.

A mediados de año, el nuevo Director del Liceo me había pedido invitar a dos poetas para darle un carácter más cultural a la celebración del aniversario. “Siempre es pura fiesta”, me dijo. “Hay que cambiar el carácter de la celebración”. Le propuse a Miguel Arteche y Jorge Teillier, le informé sobre la poesía de ambos, su prestigio nacional e internacional y, lo más importante, que no le causarían problemas frente a la autoridad. ¡Quedó encantado!

En noviembre, nos visitarían por una semana Nicanor Parra y Hernán Miranda Casanova. En buenas cuentas, la poesía chilena no sólo tenía presencia  en Chiloé sino que había transformado a Castro y la provincia completa en un lugar donde los poetas y narradores nacionales debían poner la vista. Aumen crecía y generaba entusiasmo y expectativas en la comunidad.

En Puerto Montt, Nelson Navarro Cendoya reunía a muchísimos poetas en sus tan recordados Arcoíris de Poesía. Un lugar de reunión, diálogo y camaradería para los poetas de esa provincia con los llegados del resto del país. ¡Cuánto hemos perdido en las últimas décadas! 

Igualmente, ese mismo año se realiza en Panguipulli el Encuentro Regional de Talleres Literarios de colegios, dirigido como siempre por la poeta y profesora Antonieta Rodríguez París.. Hasta allá llegan los seleccionados del liceo, de Aumen, por supuesto. Recuerdo que una de ellas era Claudia Navarro, hoy día profesora de lenguaje y poeta publicada.

DONDE SE TRATA DEL VILIPENDIADO ASUNTO
DE LA MUNICIPALIZACION DE LA ENSEÑANZA
  

Lope sin Pega

El profe mil miserias ha sufrido,
de soplones la escuela se ha llenado,
triste es vivir mu-ni-ci-pa-li-za-do,
en obrero del PEM ya convertido.

Triste vivir sin pan y a puro caldo
y masticar el agua de la sopa;
tan triste como ver que en una copa
se va el manoseado aguinaldo.

Han, los jefes, de pronto establecido
cerrar la boca y apagar los focos
y hablar puras huevadas sin sentido.

Jefes que no se limpian ni los mocos
olvidan lo que son y lo que han sido,
Liceo municipal: Casa de locos.

Florisa Andrade y Mario Uribe Velázquez frente a su casa.

Por: Carlos Trujillo

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