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Carmen Berenguer: La lengua del barro sucio latinoamericano

Por Tamym Maulén

El término Lásbica lo acuñó por primera vez el escritor Jaime Lizama en 1987, con motivo de una conferencia dictada en el Congreso Internacional de Literatura Femenina Latinoamericana, realizado en Santiago de Chile. Se utilizó, según su propio autor, como un concepto que reunía, en un solo vocablo, la poesía de Carmen Berenguer. Lizama, en esa ocasión, hizo un análisis del libro A media asta, señalando que en la poesía de Berenguer “se pone en juego un habla lásbica (o una experiencia autónoma de los labios) la que contiene los mecanismos de una oralidad transgresora, dada por la simultaneidad de lo labial, zona de emisión del habla, junto a la estrategia de lo vaginal en tanto expresión de otros labios”. Más adelante, Lizama concluye que “Berenguer incita, más allá de toda represión, el ejercicio consumado de esta labialidad, precisamente a partir de su propio lugar más limítrofe”.

Lásbica, Antología personal y poemas inéditos, representa el trabajo poético de más de 35 años. Por primera vez su autora entrega al púbico una recopilación de sus obras seleccionadas bajo un minucioso criterio: ofrecer al lector lo más representativo de su poética, ordenada cronológicamente, tan variada como profunda, de forma acotada y directa, siempre con la premisa de que los poemas acá presentados sean aquellos que hayan dado más sentido a su labor. En estos textos Berenguer ha pensado su poesía, se ha examinado a sí misma como autora y se ha preguntado por el ejercicio de escribir poesía. El título Lásbica, representa su propia (y singular) manera de entender el habla poética, en toda su labialidad.

El lenguaje de Berenguer es limítrofe, es cierto. Pero también es fronterizo: trascurre en los albores de lo lírico y lo prosaico, pasa por las aduanas de lo experimental y transgresor, siempre elaborando obras inusuales y provocadoras. Lásbica nos muestra sin contemplaciones esta poesía fronteriza y dinámica en la que se conjugan los hechos reales y las ficciones, los ensayos, las propuestas, los personajes y la vida misma. Todos sus libros son las rutas de paso -conexiones antes que las limitaciones- entre un país y otro, por donde viaja la lengua y el lenguaje y a través de las cuales palabrea la palabra. Acá hay una poesía no domesticada que rehúye a la academia como nicho y confort porque prefiere situarse en las afueras, en la calle, en Plaza Italia o el Bronx, en el anonimato de las mujeres invisibilizadas por la sociedad y los seres marginales que habitan ese espacio real (como es el caso del “anticristo” en mama Marx).

La poesía de Berenguer unifica principalmente dos mundos: el lenguaje (siempre transgresor e inventivo) y la calle (lo urbano, la circunstancia). Su preocupación por innovar en el idioma, por “liberarlo” es una constante. Sus textos son una manera de revisionar el lenguaje, de pensar en el juego (ludus) de las palabras a través de un hecho circunstancial. Lo grotesco de la calle, su manera de mostrar al país y al continente sin pretextos, unido a un lenguaje neobarroco, hacen de su poesía “la lengua del barro sucio latinoamericano”. Como principal referente en la tradición poética chilena, la obra de Mistral emerge como un pozo de saberes -todavía por explorar- que alimenta las costas de Lásbica, precisamente en la invención de una lengua propia. Por otra parte, y no obstante su lirismo sui generis, la poética de Berenguer se sitúa en una línea definitivamente postparriana: al igual que el antipoeta, la autora recolecta y se apropia del habla cotidiana. Así como los Beat, también es la voz de una generación con sus modismos, expresiones y proclamas; todos modos directos de comunicación.

Es aquí donde el contenido de la propuesta de Berenguer toma un contexto histórico. El eco de estos poemas tuvieron en un cerco de represión muy definido: la época de dictadura militar en Chile. Berenguer comienza a publicar en 1983 y desde entonces sus libros pueden leerse como grandes denuncias sobre problemas que aquejan a la sociedad. Ella es documentalista de sus circunstancias. Desde Bobby Sands desfallece en el muro -donde la muerte de un militante del IRA en una huelga de hambre sirve como metáfora para retratar lo que sucedía en el país-, pasando por A media asta y su defensa feminista en tiempos de invisibilización, hasta Mi lai y los horrores de las matanzas en Vietnam, la poesía de Berenguer se caracteriza por este “desplazamiento del sentido” en que lo dicho sobrepasa lo literal para convertirse en cuestionamiento y reflexión. Chile aparece siempre en estas ficciones líricas, con su contexto de encierro, derrumbe y silienciamiento. A través de la “reinvención del mito poético” en sus obras, la autora logra que su grito sea la expresión de la libertad, su propia realización. Historia, memoria y lenguaje: esa es la poesía de Berenguer.

Pero también es feminismo. “La literatura nacional es narcisa y tiene una hilera de nombres masculinos” se lee en Naciste pintada, poema que da cierre a Lásbica, como una declaración de principios. “Mi poesía es la voz de la mujer invisible” dice Berenguer, no solo pintándola y dándole habla, sino devolviéndole su lugar de peso y relevancia en la poesía chilena contemporánea. Junto con autoras como Eltit, Hernández, Brito, Fariña, Zondek, entre muchas otras, conforman una generación que comenzó un cambio y una revolución. También, es pertinente señalar las afinidades temáticas y estéticas, en estos temas, con las autoras peruanas Mariela Dreyfus, Carmen Ollé y Blanca Varela, por citar algunas importantes referentes a nivel latinoamericano.

Esta edición de Lásbica que presentamos luego de una prolija labor conjunta, se compone por los trabajos poéticos publicados desde Bobby Sands desfallece en el muro (1983) hasta sus más recientes poemas inéditos (2018), los cuales ocupan la sección final del libro. Es el trabajo elegido por Carmen Berenguer para mostrar los distintos tonos de una misma voz, siempre novedosa y a la vez única. Es por ello que Eduardo Espina en el texto inicial de Obra reunida ha dicho que “la poesía de Berenguer es la invención de lo nuevo… Viaja a cien kilómetros por hora en un callejón sin salida y sin tener puesto el cinturón de seguridad. La consigna de ‘innovación antes que nada’ jamás hace concesiones” (2018). Pero su poesía no es solo novedad: hay un profundo esfuerzo por mantener la memoria viva y resignificar la historia. Nada la detiene. Tampoco este afán de reconocer que los dolores humanos son ancestrales y que el deber del poeta es reinterpretarlos: hacerlos poesía. Ni la enfermedad, ni el horroroso Chile la han frenado, y eso es decir bastante.

(Prólogo a Lásbica, Antología personal y poemas inéditos, Colección Biblioteca de Poesía Chilena Fundación Pablo Neruda, 2018).

El Guardián del Mito: Rossabetty Muñoz

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