AUMEN: A UN PASO DEL CINCUENTENARIO

Carlos Trujillo
La semana pasada la Biblioteca Municipal Martina Barrientos Barbero, generosamente como siempre, ofreció su espacio para el lanzamiento del libro La Picaresca Chilota, compilado por Héctor Véliz Pérez Millán y publicado por Editorial Mentanegra. Allí aproveché de comentar que dos días antes había recibido la nueva edición de ese precioso libro titulado Noche de agua de Sergio Mansilla, que publicado por primera vez en 1986 sigue marcando época y dejando huella no sólo en la poesía escrita en nuestro archipiélago sino en la poesía de todo el país.
En esa oportunidad comenté que una actividad como ésa no podría haber ocurrido en Castro cincuenta años antes como, de hecho, no ocurrió, ni había posibilidad de que ocurriera porque en nuestra ciudad y en toda nuestra provincia la única actividad literaria que existía era la desarrollada en las salas de clases de escuelas y liceos. Es decir, nada más que las lecturas obligatorias de los programas de estudio. ¡Hasta allí llegaba “la actividad literaria” si pudiéramos llamarla así.
Pero llegó 1975 y cambió todo, primero en Castro y muy pronto en Ancud y en toda la región, formada entonces por Valdivia, Osorno, Llanquihue, Chiloé y Palena. Pese a la sencillez de los realizado, fue un cambio magnífico lo que produjo la creación del taller literario Aumen, uno de los primeros, si no el primero, en fundarse en los años de la dictadura militar.
Dicho taller que, en su primer año, reunió casi una veintena de jóvenes trajo una nueva luz a la juventud castreña y chilota y pronto se extendió más allá del archipiélago como antorcha olímpica aunque, en este caso, luminosa antorcha voladora llevada por las hojas y revistas literarias publicadas por el taller.
A fines de ese año, recibimos en el liceo una visita de la capital regional. La encargada del Departamento de Cultura de la Seremi de Educación. Nada más y nada menos que la poeta y profesora, Antonieta Rodríguez París. De alguna manera las publicaciones de Aumen habían llegado a Puerto Montt, y la poeta encargada de la cultura en esos días no sólo se interesó por el trabajo desarrollado en Castro sino que se propuso que ese trabajo se realizara en toda la región y con ese objetivo llegó hasta el liceo castreño a pedirnos que la asesoráramos en la cristalización de ese sueño.
El sueño se realizó hasta hacerse enorme: Talleres literarios en escuelas y liceos de las cinco provincias que se transformaron en un ejemplo para las otras regiones del país. Encuentros comunales, provinciales y regionales cada año. Publicaciones por aquí y por allá. Ya habrá oportunidad para extenderse en este tema, pero volvamos a la razón de ser de esta nota.
Desde abril de 1975
Ciertamente no había actividad literaria o, al menos, una actividad literaria visible y organizada en nuestra provincia antes de 1975. Los escritores nos parecían seres de otro mundo puesto que sólo los encontrábamos en los libros. Nunca tuvimos la oportunidad de conocer a alguno en persona. Valga como ejemplo que yo me fui a la universidad el año 1969 y hasta entonces jamás había visto en persona a un escritor o una escritora. La primera oportunidad que tuve de encontrarme de frente con esos seres ajenos y apartados de nuestro mundo chilote y provinciano fue en diciembre de 1970, cuando mis profesores Guillermo Quiñónes Ornella y Osvaldo Obregón organizaron en Temuco las Jornadas Nerudianas, a las que además de Neruda, próximo a viajar a París como Embajador de Chile en Francia, llegaron Juvencio Valle, Jorge Teillier y varios otros poetas. Tan lejanos y grandiosos, o extraños, me parecían esos seres que en ningún momento se me ocurrió acercarme a ellos.
En pocas palabras, la conexión o el hermanamiento real entre la literatura escrita y nuestro archipiélago empezó a cimentarse en abril de 1975, cuando un grupo de profesores y estudiantes del Liceo Coeducacional y el Instituto Politécnico de Castro se reunieron en la sala que ocupaba el encargado de la administración del liceo y allí se tiraron las primeras líneas de lo que muy pronto llegaría a ser Aumen.
Eso, por supuesto, da para mucho. Baste sólo nombrar a algunos de los escritores y escritoras que han surgido o se han desarrollado en Chiloé desde entonces para comprender la importancia del proceso que se ha desarrollado desde entonces: Patricia Águila, Florisa Andrade, Analy Bahamonde, Sonia Caicheo, Olga Cárdenas, Renato Cárdenas, Víctor Hugo Cárdenas, Pedro Chadicadi, Mario Contreras, Aristóteles España, Ulises Gallardo, Mario García, Luis Mancilla, Ramón Mansilla, Sergio Mansilla, Jaime Márquez, Neddiel Muñoz, Rosabetty Muñoz, Claudia Navarro, Mariela Silva, José Teiguel, Nelson Torres, César Uribe, Jorge Velásquez, Varsovia Viveros, Manuel Zúñiga y muchísimos más sin olvidar a toda una generación de investigadores e historiadores.
En síntesis, Aumen y 1975, marcaron un hito en la literatura, la cultura y la investigación en nuestro hermoso sur. Dicho en otras palabras, ese grupo y ese año se aunaron para poner a Castro y Chiloé en el mapa de la literatura chilena, un hecho que si bien es difícil de negar, sí es muy fácil de olvidar e incluso de querer borrar.
Cincuenta años
En 2015, viviendo aún en Havertown, Pensilvania, me alegró muchísimo la noticia de que mi ciudad no había olvidado a su taller literario formador de varias generaciones de poetas. El Departamento Cultural de la Municipalidad de Castro, a cargo en esos días por Mónica Adler y Andrea Teiguel organizó una hermosa jornada de celebraciones de los 40 años de Aumen. Igualmente, el Director Provincial de Educación de aquellos días, Prof. Armando Barría, envió una circular a los liceos y escuelas de la comuna (y tal vez de la provincia, pero no tengo el dato) solicitando a los profesores que incluyeran en sus programas a los autores de Aumen. Es decir, poner algo de territorialidad y pertenencia cultural en los programas de estudio de los colegios de nuestra provincia.
Ahora cuando nos aproximamos al medio siglo de su fundación, ¿será posible esperar algo semejante de nuestras autoridades? Qué bien se vería la publicación de una antología de poesía y otra de narrativa de los autores chilotes impulsada y financiada por la municipalidad castreña, la delegación provincial, en conjunto con la Corporación Municipal y la Dirección Provincial de Educación. ¡Qué bueno sería para los y las estudiantes una serie de visitas de los escritores a sus colegios! Siempre es una experiencia mayor conocer a los autores de las obras.
Sé que no es algo demasiado común, pero hay veces los sueños se vuelven realidad, más aún cuando aún queda un año para que puedan cumplirse… y programarse
Altos de Astilleros, 16 de abril de 2024


Por: Carlos Trujillo