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Crónica de viaje: Damasco para siempre en la memoria

“Todo Damasco era un vergel, por lo menos hasta los años 60” dice Mariana Figueroa, la jefa de misión de la Embajada de España, quien nos ha acogido con generosidad en esta intensa visita a Siria. Intensa por las actividades realizadas en pocas horas, pero, sobre todo, intensa por las emociones de vivir una experiencia única. Alguno podría decir que todas lo son, pero alegaré que estar en este lugar del mundo trae aparejada tanta historia, tanta construcción cultural que uno va intentando recuperar alguna inocencia para acercarse más allá de los tópicos.

Empezaré contando que acabo de regresar de una tertulia organizada por la Embajada de Chile en Damasco con el tema “El poder de la palabra”, la idea es convocar cada mes a sirios y latinoamericanos para conversar acerca de un tema. En la jornada inaugural, me pidieron iniciar la actividad ligando poesía y palabra, hice énfasis en la importancia de la poesía en Chile y fue emocionante tocar puntos sensibles precisamente el 11 de septiembre cuando se cumplen 50 años desde el golpe militar frente a representaciones diplomáticas invitadas. Había unas treinta personas dispuestas a compartir en este encuentro que quiere ir en dirección contraria a la tendencia: unir en un diálogo presencial a personas de distinta historia, edades, trabajos en un ambiente relajado con el afán de escuchar, de mirarse, verse los gestos, las reacciones, las emociones. Después de una breve presentación en la que hablé del respeto que hay en Chiloé por las palabras, de cómo se nos educa con la convicción de su peso y consecuencias, leí fragmentos de Ligia pensando en esta conmemoración tan compleja que mantiene a nuestro país en una tensión impensada. El embajador de Cuba, Luis Mariano Fernández, intervino recordando la violencia del hecho histórico y los fuertes lazos que unen a chilenos y cubanos; el embajador de Venezuela, José Gregorio Biomorgi, también nos conmovió con su sentida descripción de lo que significa ese hito en los venezolanos. Se produjo la comunicación profunda y distendida, tocando temas como educación y arte; poder y política; poesía y memoria. Hubo dos apagones de luz que obligaron a suspender una reunión que no quería terminar, especialmente por parte de los latinoamericanos que teníamos – al parecer – muchas impresiones, deseos, opiniones que compartir.

El día anterior, hubo una lectura de poesía en una galería de arte, también con una asistencia numerosa, organizada por el Instituto Cervantes de Beirut (cuya directora Yolanda Soler Onís ha sido la gestora de todas mis actividades en El Líbano) y la Embajada de Chile. Se presentó, al finalizar la lectura un baile típico sirio y un vino de honor que permitió conversar con algunos de los asistentes. Había, por ejemplo, un grupo de estudiantes de literatura española de la universidad de Damasco con su profesora que es sirio – venezolana; varios sacerdotes de distintas iglesias; artistas y profesores.

Está demasiada fresca la vivencia aún como para hacer una descripción. Sólo puedo transmitir imágenes sueltas como las detenciones (una tras otra) en la frontera cuando cruzábamos desde Beirut a pesar de que viajábamos en caravana diplomática; las numerosas mujeres cubiertas de negro y rodeadas de niños de larga espera en la frontera, sin hombres que las acompañen; los militares en precarias casetas en la carretera, en los cruces de caminos, en las rotondas, en las esquinas; los hombres vendiendo botellas de bencina a lo largo de caminos y calles, muchos de ellos con uniforme militar; el bullir del gentío en el Damasco histórico, con sus tradicionales pañuelos cubriendo al mujerío, la túnicas de hombres, mujeres y niños; el turismo casi inexistente; las muchas construcciones a medio terminar, apenas iniciadas o abandonadas que indican tiempos de emergencia, sueños también abandonados; la destrucción que han dejado las violencias recientes; la casa donde recibieron a San Pablo huyendo y que ahora está convertida en iglesia; las bellísimas mezquitas; el conmovedor y musical llamado a la oración musulmana cinco veces al día. Hay una majestuosidad de edificios y ruinas que parecen insistir en su lugar como cuna de culturas que nos han marcado a pesar de la lejanía geográfica; tal vez sea esa belleza la que nos hace estremecer.

Comenta otra vez Mariana: “me entristece la situación porque este es un pueblo tan preparado, tan educado y no puede desarrollar esa riqueza”. Y esto que ella comenta desde el conocimiento y la ternura, nos hace pensar en el destino del hombre en muchos lugares del mundo, siempre a contrapelo entre la arrogancia, las luchas de poder y la fragilidad de los más pobres. Se piensa en este tiempo tan crudo, lleno de desencuentros y vacío.

A punto de partir a Balbeek para una lectura de poesía en la extensión que tiene el Instituto Cervantes allí, vuelven a las páginas de apuntes los rostros de la gente que he cruzado en estos días, a pesar de todo, hay más sonrisas que armas; hay más gestos amables que amenazantes. Quiero pensar que el asunto de la amenaza permanente no ha eliminado las esperanzas de volver a ser el vergel de Siria.

Alrededores de Damasco que antes era un vergel.
En el Zoco de Damasco.

El Guardián del Mito: Rosabetty Muñoz

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