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Hey Malú, nace una estrella

Uno quisiera que la palabra poética estuviera presente siempre como ha estado estos días en la mesa pública; los poemas de Malú Urriola se comparten, se comentan, se valoran en un fragor que tiene como excusa su partida física de este mundo. Recién este fin de semana se hicieron los ritos de despedida que partieron con encuentros privados entre las amigas que compartieron sus últimas semanas y luego el velatorio en la sala Estravagario de la Fundación Neruda, un espacio donde se presentaron espontáneas muestras de respeto y afecto hacia la obra de Malú: música, poesía, testimonios mientras se proyectaban en el muro, sus apasionadas afirmaciones acerca de la escritura. Ernesto González Barnert, a nombre de la fundación, contó de esta inédita ocasión en que se recibe a un poeta en su despedida mortal; mencionó el apoyo de Malú en los últimos años a la Fundación y sus talleres para jóvenes que son continuidad de su propia historia en el Taller Neruda, tan importante en su formación en los años ochenta.

Y hubo muchos jóvenes, conmovidos jóvenes, acompañando a la familia en un rito que siempre es doloroso a pesar de saber que, en este caso, se trata del final biológico, de una forma de estar en el mundo, pero también de una nueva manera de habitar con nosotros. Sus palabras se repiten en lugar de la oración / son la oración en estos momentos que nos recuerdan lo rotundo de vivir: a todos nos espera un fin pero no todos se instalan en el firmamento de voces que nos ayudan a encontrar sentido a la existencia.

El oleaje que se ha desatado en torno a su poesía es una nueva esperanza, en sus libros, en los escritos que sangró y maduró, está una Malú enorme que sigue siendo, que persiste y se descubre como un tesoro de significaciones. La poesía suya que explora, se pregunta, se resiste a los mandatos del mundo, que patea, es un espacio de resistencia para muchos y -seguro – ese número va a ir creciendo a medida que se siga difundiendo su trabajo.

Estamos tristes, amargadas, muchas no encuentran consuelo; se trata de una muerte prematura, claro, pero me quedan repicando sus propias palabras (contadas por nuestra querida Isabel Larraín) “Viví la vida como quise vivirla. Fui mucho más lejos de lo que el destino tenía preparado para mí” Una suma así es bella conclusión y puerta abierta a su legado lírico.

El sábado 22, un joven se acercó al ataúd y recordó lecturas de Malú donde los jóvenes le gritaban como a las estrellas de rock pidiendo por sus poemas más conocidos “¡¡Los gatos, Malú!!” “¡¡alguno de Hija de perra!!” Y todas las veces le pedían / ella leía este texto poderoso:

De Hija de perra

Cuando no estás me faltas como si me faltara un brazo, daría un brazo por no sentir esta falta… daría un brazo, pero no el brazo con el que escribo. El brazo con el que escribo no se lo doy a nadie, si me deshiciera de este brazo moriría atragantada. Este brazo es el que aprieta mi vientre, el que hunde su mano en mi garganta para que las palabras salgan, porque mi brazo sabe que las pa-labras son como trozos de carne que me atoran, si no tuviera este brazo tampoco podría hablar, porque este brazo es mi lengua, con este brazo puedo decir lo que la lengua se calla, podrían cor-tarme la lengua pero no el brazo, por eso no siento ningún miedo cuando tengo la lengua dentro de tu boca, porque aunque la arrancaras me quedaría este brazo. Con este brazo me sostengo, con este brazo lucho cada día. Cuando me pierdo es este brazo quien me encuentra, cuando me deses-pero es este brazo quien me calma, este brazo es mi memoria, este brazo es quien me saca a flote, quien jala de mí, quien me aturde para arrastrarme hasta la orilla, este brazo se compadece de mí más que nadie, me saca el agua que he tragado, me golpea el corazón para que ande, si no fuera por este brazo no sé qué sería de mí, por eso sigo a mi brazo, porque este brazo es capaz de encon-trar lo que yo no hallo, por eso es él quien escribe, porque si escribiera yo, no encontraría las pala-bras necesarias, en cambio mi brazo es exacto, porque mi brazo sabe que si no soy capaz de resis-tir, que si me agoto de ver todo el tiempo lo mismo, que si me canso de escuchar las mismas pala-bras idiotas, que si me harto de ver a la misma gente como en un cinematógrafo de barrio, que si me aburre ver con mis ojos sus ojos pajes desesperados de fama, de una fama gris de estrella de cinematógrafo de barrio, porque mis ojos se cansan de ver tanto, todo igual, repetido, mi ojos se hartan tanto que se harían sal si vieran que algo nuevo pasara, porque esta ciudad se detuvo antes que llegáramos yo y mi brazo, esta ciudad sombría ya no se desempaña, esta ciudad es inalterable, esta ciudad quisiese ser rubia, esta ciudad quisiese beber whisky cuando se muere de hambre y si este brazo no fuera fuerte nos habrían arrancado medio pedazo, pero a mi brazo nada de esto lo derrumba porque mi brazo es ciego, mi brazo es sordo, mi brazo sólo escucha la sangre de él.

Retrato de Anelys Wolf
Fotografía de Claudia Kennedy

El Guardian del Mito: Rosabetty Muñoz

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