Ensayo sobre paternidad: Tantear en la experiencia, buscar palabras
Juan fue a buscar el libro a nuestra casilla de correos y nada más llegar se sentó a leerlo antes de que yo siquiera lo hojeara. Aunque no se detiene hasta terminarlo, en unas breves pausas mientras se prepara un té o le pone leña al fuego, me comenta que Alejandro Zambra le ha puesto palabras a su experiencia como padre, la primera vez hace ya lejanos 36 años. “Todo esto es lo que yo sentía” me repite mientras recuerdo que, aunque no lo verbalizara, sus acciones demostraban la explosiva experiencia a la que se entregó con cada una de sus acciones con la conciencia de que estaba ante una transformación irreversible de su vida.
Por fin llega mi turno de lectura y puedo adentrarme en ese mundo privado y, de alguna manera desconocido, de la paternidad que ensaya su modo de decir. Es inevitable revisar el papel de los propios padres, su encorsetado lugar en el universo doméstico, su obligación de manifestarse a través de la autoridad y cargar con el estigma de ser una “ajeno” en la estrecha unión de madres e hijos.
Me conquista enseguida por el lenguaje pausado, celebratorio, que se da el tiempo necesario para ir creando una relación. Pienso en la escritura, ese dejarse traspasar por un estado y buscar palabras para inventar o decir esa hondura nueva. Es evidente que presenciamos nuevas maneras de vivir el nacimiento de una relación padre & hijo, sin embargo, no se trata de un texto vociferante reclamando por lo perdido o exaltado con una misión reivindicativa del padre; la voz que recorre estas páginas está entregada a la experiencia de amar, volcada en ella con todos los sentidos abiertos. Por supuesto, todo lo que se va construyendo no surge por generación espontánea; hay un continuo diálogo con la propia infancia del autor, los modos de crianza, los rechazos y la aspiración de mejorar el repertorio que irá formando a esta nueva persona. En eso, todos los padres y madres del mundo nos parecemos, un ir y venir por la propia historia recogiendo lo que nos parece bueno, evitando lo que creemos equivocado. Un desbroce permanente.
Este es un relato de goce. De cómo salir del páramo que es – a veces – la soledad y encontrar con otro un tiempo de conocimiento, celebración, juego, ensayo. Lo que rodea este estrecho vínculo es sorprendente porque no se cierra en la unidad de dos o tres, sino que convoca y reúne. Uno siente que conoce a Silvestre, que quiere volver a leer tres cuentos en la noche. Uno quiere saber cómo serán los años siguientes de este cachorro que se ha estado nutriendo de preguntas, historias, creación. Uno quisiera que todos los niños que nacen tuvieran ese recibimiento virtuoso.
Lo otro es que hay varias historias más en el libro. Me gustó mucho el breve relato Garabatos que se interna en la relación de dos amigos que bordean peligrosamente el terreno del cliché, respecto de las relaciones masculinas; los seguimos en sus aparentemente livianos encuentros donde parecen entenderse desde el silencio, armando un mundo que los contiene sin tener más que ciertas torpes acciones como asidero. Con frases limpias y sencillas, nos transmite lo profundo de la soledad infantil / adolescente; la necesidad de comunicarse y los escasos elementos con que se cuenta para ello, de hecho, los amigos encuentran en un carteo íntimo la forma de entablar su propia comunicación usando improperios, lenguaje grosero. Es una narración que nos obliga – una vez más – a preguntarnos por la eficacia de las palabras y cuánto de barrera ellas mismas son.
Noticia aparte es la relación nieto – abuelo que se entabla entre Ciudad de México y Santiago; ese tiempo largo que el abuelo destina a travesear con el niño; los juegos del niño que se olvida de la pantalla prendida y el abuelo espera, paciente, hasta que vuelva a circular entre los dos la palabra olvidada, enredada en otra forma de estar juntos. Como la abuelitud, es por estos días, mi estado verdadero, siento que Alejandro Zambra abarca también esta edad para rodear con más ternura a ese hijo afortunado que todos quisiéramos ser.
Literatura Infantil
Alejandro Zambra
Ediciones Anagrama, 2023
Alejandro Zambra (Santiago de Chile, 1975) ha publicado, entre otros, las novelas Bonsái (2006), La vida privada de los árboles (2007), Formas de volver a casa (2011) y Poeta chileno (2020), el libro de cuentos Mis documentos (2014), las colecciones de ensayos No leer (2018) y Tema libre (2019). Sus novelas han sido traducidas a veinte lenguas, y sus relatos han aparecido en revistas como The New Yorker, The New York Times Magazine, The Paris Review, Granta, Harper’s y McSweeney’s. Ha sido becario de la Biblioteca Pública de Nueva York y ha recibido, entre otras distinciones, el English Pen Award, el O. Henry Prize y el Premio Príncipe Claus. Actualmente vive en la Ciudad de México.
El Guardián del Mito: Rosabetty Muñoz