Lectura inquietante: Aniquilación de Michel Houllebec

Estas breves notas de lectura dan, en general, cuenta de libros que me interesan por su calidad literaria, por su propuesta remecedora, por su apasionada visión de la realidad o de una parte de ella. Para los lectores de Houellebecq no es necesario decir que cumple con estas características y algunas más. Esta vez, la inquietud me sigue a pesar de que son varios días pasados desde que cerré las tapas y lo guardé esperando no tenerlo a mano pronto porque terminé apenada, consciente (demasiado) de la cercana muerte.
Como en sus libros anteriores, uno se encuentra con la palabra feroz de una voz descreída, irónica, despiadada que muestra hasta la exageración los conflictos contemporáneos: la desaparición de sueños colectivos, la descomposición social, la desgracia que provoca oleadas de migraciones y cómo esos movimientos desesperados de personas que dejan sua raíces carcomen las buenas intenciones y desentierran viejos odios, xenofobia, racismo. No es que en la novela haya podios desde los cuales se moraliza, más bien se opta por un modo crudo, incluso obsceno de mirarnos. Uno puede reconocer que la sociedad contemporánea le parece horrible, así lo transmite y hasta ahora, a pesar de que hay algunos ratos de humor (negro, claro) uno podía terminar el texto pensando en los primeros planos de temas que reconocíamos. Incluso compartíamos gran parte de su asco por este tiempo, pero había siempre una postura fría, como quien disecciona un cadáver, un experto que hace una autopsia minuciosa sin que le tiemble la mano ni se emocione. Esa forma de contar hace que el lector también se aleje de la materia sensible y arme un diálogo más bien intelectual sin empatía profunda con los personajes.
Pero en esta novela de título terminal, la muerte es preponderante y emociona en cada página mientras uno acompaña la silenciosa relación con el padre del protagonista (que no por casualidad ha tenido un accidente cerebral que lo ha dejado desconectado de los otros, más doloroso aún porque parece darse cuenta de lo que sucede) y su propio camino hacia el fin de la vida. Propio de Houellebecq es la descripción detallada, acuciosa de los detalles médicos que nos van hundiendo en la enfermedad como un aire que también nos envolverá en algún momento. En el diseño general del libro, va transcurriendo la historia íntima mezclada con las elecciones políticas y los entresijos de un sistema cínico y predecible, sin embargo, los temas globales y amenazantes se van desdibujando para ceder tribuna a los dramas cercanos, a las tragedias familiares, a los dolores corporales propios.
A medida que avanzan los brazos del relato, el peso del lenguaje se concentra en los seres cercanos y sus relaciones. Cada página se vuelve poderosa búsqueda de la ternura y el amor como formas de escapar de la nada, del absurdo de la existencia. Tal vez eso sea lo que nos sigue repicando tanto después de terminada la novela: cómo desde esa voz oscura y desalmada podemos asistir a la transformación del personaje principal, desde una indolente distancia del mundo público y privado hasta una paulatina entrega a sus emociones y a los suyos. Parece increíble esta marcada opción por la esperanza en un autor que ha ido dejando una huella en la literatura por su escepticismo, además, claro de su maravilloso y envolvente talento narrativo.
Michel Thomas (Saint-Pierre, isla de La Reunión, 26 de febrero de 1956), conocido como Michel Houellebecq, es un poeta, novelista y ensayista francés. Sus novelas Ampliación del campo de batalla, Las partículas elementales y Plataforma se convirtieron en hitos de la nueva narrativa francesa por su descripción de la miseria afectiva y sexual del hombre occidental de finales del siglo XX y comienzos del XXI. Esas novelas le otorgaron consideración literaria, pero también dieron lugar al llamado «fenómeno Houellebecq», que provocó numerosos y apasionados debates en la prensa internacional.

El Guardián del Mito: Rosabetty Muñoz