Poesía atravesando fronteras

Después de un largo viaje (que incluyó seis horas en el control fronterizo de Cardenal Samoré) las poetas viajeras de San Martín de los Andes y Villa Angostura llegaron a Puerto Montt para presentar una lectura literaria en la Biblioteca Pública Dr. Matías Yuraszec actividad que se duró casi tres horas con un público interesado y participativo según cuentan cansadas, pero contentas.
María Martha Paz, Tamara Padrón, Natalia Belenguer, María Cristina Venturini y Viviana Núñez armaron un colectivo coyuntural para este viaje que continuó en Ancud; esta vez la actividad se realizó en la librería El Gran Pez donde convocaron a un buen número de personas. Luego de la presentación / recibimiento de Italo Berríos en nombre de la librería, se hicieron dos ruedas de lectura variadas que cruzaron poesía, narrativa, investigación con el hilo común de la vida en Patagonia. Fue emocionantes escuchar voces tan distintas: Tamara leyó textos de su libro Tilda (o los animales saciados) incitantes y envolventes; Natalia presentó brevemente su libro El paraíso tembló, una investigación que le llevó varios años de recoger testimonios acerca del terremoto de 1960 en la zona de Villa Angostura y luego leyó un cuento que nos hizo reír pero con ese humor negro que da zarpazos; Viviana leyó de Bitácora, el registro de un viaje (otra vez el desplazamiento) interior y luego de una plaquette con el tema de los trenes que también eligió Italo en su lectura, nos dimos cuenta cómo el coro parecía haberse puesto de acuerdo en la selección, pero no, se trataba de la sinonía afectiva que comandó toda la visita; María Marta eligió compartir poemas que están en Nos queda el mundo una antología poética patagónica y feminista, ella enfatizó el trabajo colectivo de mujeres en San Martín de Los Andes y contó de las editoriales que nuestras visitantes han creado; Cristina emocionó a todos recitando sus poemas de memoria, con un tono de voz delicado y lleno de cadencias, hizo que las imágenes se mecieran entre los atentos oyentes; Italo, el anfitrión invitado por las escritoras argentinas, leyó poemas de un libro en preparación que ya se asoma como una gran publicación.
Se camina el territorio, dice Tamara. Viajar nos muestra otra cartografía que dibuja las coincidencias entre ambos lados de la cordillera, en principio, la relación con metrópolis lejanas que insisten en vernos como periferia y nosotras estamos lejos de considerar ese lugar para nuestra vida y nuestra escritura. Somos acordilleradas, afirma, mientras va contando de experiencias anteriores, cuando también han cruzado fronteras para leer, escuchar, conversar, compartir, todos ejercicios necesarios y jubilosos.
“Patagónicas en construcción” señala María Cristina, “vamos creando una identidad en común; la poesía de la Patagonia habla de lo que tenemos en común”. Y María Martha subraya que la frontera nos congrega más que dividirnos.
Terminada la lectura, mientras algunos de los presentes hojeaban los libros que trajeron las poetas (no sólo suyos sino de otros escritores del sur argentino en este gesto persistente de acercar y hacer comunidad) se habló de los textos leídos, de las motivaciones que dieron pie a ciertos libros.
Les preguntaron cómo hacían para viajar y trabajar juntas, qué las mantenía unidas. ¡La admiración mutua! Responde apasionada María Martha, la constatación de tantas formas distintas de decir; descubrir que la vibración que produce un texto de una compañera es la misma que ha rondado a una, pero no ha encontrado cómo hacerla presente. También, dice, creo que es importante el hecho de que somos todas educadoras, compartimos un compromiso ideológico de lo que significa la educación pública y el acto de escribir.
Y a propósito de lo que ha mantenido los lazos durante años, cuenta de la colaboración que abarca lo creativo y también lo más mundano: ante un episodio muy duro de la poeta Viviana Núñez, todas le escribieron versos como un cadáver exquisito a la distancia para acompañar su proceso. Terminó siendo un poema que se publicó y que todas coinciden que se trató de la voz de la manada, un largo manto de palabras para apapachar a la herida.
La poesía nos salva, la poesía nos sana. Porque creemos en la palabra, tenemos esperanzas y construimos puentes sin fronteras.


El Guardián del Mito: Rosabetty Muñoz