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Crónicas desde Concepción: Noticias de muy diversa índole

Aunque siguen flameando banderas por las poblaciones, en los autos, en las azoteas de algunos edificios, se terminó el paréntesis celebratorio y otros temas ocupan el espacio donde, se supone, nos encontramos los chilenos. El más importante es la posibilidad de una nueva propuesta constitucional, asunto que da vueltas en conversaciones ya no tan abiertas ni públicas, pero aún así nos mantenemos alertas porque no podemos renunciar a la esperanza.

Durante todas las primeras horas, el pasmo que nos provocó el resultado del plebiscito trajo aparejado un silencio. No sólo por la dificultad de reunir los argumentos y zurcir con ellos la grieta que volvió a abrirse en un tejido que suponíamos en reparación, sino como un espacio de sanación: escuchar y escuchar, a ver si se arma un puente de comprensión profunda del fenómeno que hirió profundamente a quienes pensábamos estar viviendo un cambio bueno en la historia del país. Y en este afán de oír a conciencia el bullir de tantos en los medios públicos, me he encontrado con inquietantes notas que ¿ayudan a comprender? echan luces sobre quiénes somos o cómo se dibuja este nuevo habitante de nuestros lugares. En el barrido diario por los medios digitales, me llaman la atención algunas informaciones; una de ellas tiene que ver con las críticas despiadadas al grupo Coldplay que estuvo en Chile la semana pasada y que ha sorprendido al mundo de la música por su capacidad de convocatoria y –al parecer– por la espectacularidad de los conciertos. Desgraciadamente conozco poco su trabajo, pero me inquietó que buena parte de las furiosas acometidas de los detractores se centren en su “extremo positivismo”, en la permanente sonrisa del vocalista, en lo alejado que está de la imagen de un rockero. Por otro lado, anuncian una serie en una plataforma de televisión que trata de un asesino brutal son diez capítulos que desmenuzan su  vida y actuar, la descripción ampliamente difundida indica que se darían todo tipo de detalles de  cruel brutalidad. Ambos fenómenos cuentan con enorme inversión económica y una alta resonancia en las plataformas de difusión, muchísimos seguidores que “consumen” estas dos experiencias aparentemente opuestas. ¿Qué busca el espectador promedio? ¿coincidirá en ambas como una extraña intersección? ¿quién es esa persona que crece alimentada por pantallas?

Dejo esta crónica a medias porque me acabo de enterar de la muerte de Marcela Zabaleta Caicheo, una mujer muy querida en su comunidad, una escritora de poesía que, sin duda, aprendió de su madre la gran poeta Sonia Caicheo a quien envío un abrazo. Un padre, una madre nunca debiera despedir a un hijo, está dicho. Y para los que trabajamos con las palabras, es tremendo no poder expresar con justeza lo que nos provoca la muerte de alguien tan joven, tan apasionado por la vida. Por ahora, este recuerdo traspasado por la sonrisa, la portada de un libro trabajado con tanta dedicación y un poema suyo.

Los ángeles de mis sueños

Marcela Zabaleta Caicheo

En la punta de un alfiler

no danzan los ángeles de mis sueños

ellos deambulan

en restos de infierno

que sembraste

al lado

de mis crisantemos.

Yo me escondo

arriba

abajo

en orillas

detrás de las palabras

de las tupidas hojas

de los días

en bosque inmenso

en chales

nube

herencia

Yo me escondo

a ver si el mediodía de la memoria

no me pilla

o por lo menos

se hace el leso.

Los cardenales los planté

como para espantar tu memoria.

No sabía que era

lo único que florecería

en este invierno

Esta herencia de guerrera

de gitana

de dueña de palabras

no cabe en mi casa

y tengo que arrancar

antes que me pase la cuenta.

Hoy

mis insomnios secretos

no encuentran tus ecos.

Hoy

no hay primaveras

ni cantos de chucao

ni brisas de sur

que acerquen tu

recuerdo.

El viento allega gritos de chucao

solo que

entre tanto alboroto

no sé si cantan

a diestra

o a siniestra.

El Guardián del Mito: Rosabetty Muñoz

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