Antofagasta: Feria del libro, geoglifos y una ciudad despierta

Nunca había estado en Antofagasta así es que la impresión que tengo es exaltada, bañada por el encanto de la primera vez. La ocasión es la Feria Internacional del Libro (FILZIC) que se ha realizado en 12 ediciones, incluso se hizo una versión -diferente – en pandemia; se trata de un enorme espacio cultural que reúne no solo libros sino otras manifestaciones de la creatividad comunitaria: artesanía, pintura, música. Aunque estuve sólo en las horas finales (dura diez días) supe que tuvo miles de visitantes, por mí misma pude ver los largos pasillos nutridos de mucha gente con libros bajo el brazo, niños hojeando comics, familias escuchando a los autores invitados. El aire marino se colaba por la carpa y contribuyó a proteger en tiempos de Covid. Terminó este domingo 3 de julio y entre decenas de actividades, destaca el homenaje que la Feria le hizo a la gran poeta Soledad Fariña, nacida en Antofagasta y asidua presencia en las ferias anteriores; también estuvo Pía Barros (otra escritora frecuente y querida en esta ciudad), el astrónomo José Maza, Hernán Rivera Letelier, Raúl Zurita. Es una Feria con vocación popular, se aprecia en la convivencia de saberes, en los precios de los libros, en la amable disposición de cafés y centros de descanso.
Y respecto de Raúl Zurita: la organización nos llevó a conocer su geoglifo en el desierto, una experiencia francamente conmovedora. Partiendo desde Antofagasta a unos 50 kilómetros por la ruta 5 Norte, se ingresa por un desvío de 18 kilómetros hacia los versos NI PENA NI MIEDO escritos en un costado de la cordillera; el camino es una larga lengua rojiza en medio de los tonos tierra y grises que cubren a ese animal recostado que es el lomaje desértico. Lo monumental del emplazamiento, las obras desarrolladas para contemplar el verso, la mantención (y ejecución del trayecto, hecho para esto) hacen que uno piense que sí es posible que la poesía tenga una valoración pública. Arriba, en el espacio diseñado para mirar la explanada, numerosos viajeros han dejado sus Apachitas, una señal agradecida por haber estado allí pensando en los antepasados.
Patricio Rojas es el director de la FILZIC, su impulsor y apasionado difusor de las artes en el norte del país. A pesar de las dificultades de mantener una feria de esta envergadura, ya se anuncia la próxima siempre pensando en este encuentro entre los libros y otros quehaceres ciudadanos.
Por ahora, quedan fijadas en la memoria las imágenes de una ciudad que conversa amablemente con el mar, la larga costanera con sus enormes grúas de descarga del puerto que ya no se usan y alguna autoridad tuvo la visión de darles un nuevo emplazamiento ahí mismo, frente al mar como esculturas, monumentos testimoniando un pasado imponente. Los cerros, sombreados y adustos, las poblaciones o tomas de migrantes trepando por los cerros, bordeando las peligrosas quebradas. Una gran mezcla cultural nos dice Leo el conductor del auto que nos trasladó desde el aeropuerto, “nos enriquece”. Me alegra escuchar esa visión, a pesar de que en las noticias nocturnas de la televisión vemos todo lo contrario, cómo se cuestiona la forma de vida que han traído algunos extranjeros a la ciudad; las noticias parecen estar uniformemente pauteadas en el país para mostrar sólo lo oscuro. Leo y Exequiel (otro joven culto que nos transportó en estos días) nos hablaron con orgullo de las playas, el improbable verdor que ha crecido a propósito de la neblina y el emplazamiento; de los 40 kilómetros de ciclovía que van desde la misma Portada de Antofagasta hasta el sector del Húascar, un sendero que se interna en tramos por el centro de la ciudad y vuelve luego a la costanera. Nos tocó ver cómo los domingos se cierra por largos kilómetros la avenida principal junto al mar para que las familias hagan deporte o caminen simplemente; nos contaron que el municipio facilita bicicletas a quienes no tienen e instala puntos en todo el trayecto para dar agua gratis a los corredores, ciclistas, patinadores.
Enamorada, entonces, me despido por ahora de Antofagasta. Conservo para estos días fríos, el sol sobre las Ruinas de Huanchaca y su jardín de narcisos para siempre floridos.

El Guardián del Mito: Rosabetty Muñoz