ARTE EN PANDEMIAFOGÓN CULTURAL

Vanessa Álvarez, Escritora

Describe brevemente lo que es y ha sido tu trabajo como escritora.

Es un espacio de exploración, un universo paralelo exquisitamente peligroso, dado que me abstraigo de lo cotidiano, porque me resulta atractivo armar otros mundos y habitarlos en la medida que creo los personajes y, en algún momento, tengo que abrir la puerta y decir: Hola. Sí, aquí estoy. Mi trabajo como escritora tiene alrededor de cinco años, siendo los últimos tres, en los que me senté a escribir metódicamente.

Cuenta cómo te iniciaste en la escritura. ¿Cuándo y cómo empezó a gustarte?

El gusto por escribir y crear mundos partió en la infancia. Crecí en el campo y a falta de televisión y vecinos, había árboles que trepar, mallines que investigar. Luego, en la escuela de Huillinco teníamos talleres de teatro y poesía, y allí nos hacían observar el entorno y crear a partir de ello. Más tarde, terminada la universidad, retomé el mundo creativo a través del estudio de escritura de guión de ficción para cine, y con esa estructura base armo las historias.

¿De qué manera ha afectado la pandemia tu vida normal y tu trabajo creativo?

La pandemia no ha afectado en gran medida mi diario vivir. Que la pandemia no pare los sueños, era mi consigna. Sí resultó extraño adaptarse a los toques de queda, fue agresivo ver en las calles a militares cargando metralletas. Y, en lo que respecta a mi trabajo creativo, ha sido un tiempo en el que publiqué dos cuentos infantiles el 2020: Maqui y el invierno de colores, el 2021: Mojo y el bosque de agua, a través de la Fundación Cámara Mágica. En este mismo año terminé de escribir una novela que llevaba muchos años en borrador, y el 2022 publiqué Olivino, un cuento ilustrado. Todos escritos bajo el seudónimo de Vanessa Hermes.

Describe cómo fueron tus días en los tiempos más duros del coronavirus. ¿Escribías, no escribías? ¿Leías, qué leías, a qué hora?

Escribí muchísimo, fue un pie forzado que utilicé a mi favor. Generé horarios de trabajo escriturales, muchas veces pasé todo un día reescribiendo una escena, había otros en que avanzaba páginas y páginas, aunque había momentos en que quería desistir, había una voz que repetía un dicho: que las musas te pillen trabajando. Tomé cursos de escritura narrativa, tipos de diálogos, entre otros. Leía cuando necesitaba salir de mi inhibición creativa, tomé autores como Diamela Eltit, Antón Chéjov, Horacio Quiroga, Daniel Wolf, Sarah Lark, Diana Gabaldon. Así como temas que aportaran a la investigación para mi novela.

¿Crees que cambiará algo el ambiente y el desarrollo de la actividad literaria en Chiloé y el sur de Chile cuando volvamos a la normalidad? ¿De qué manera?

Tengo la esperanza que despierte. Espero que la apertura o esta especie de encuentros de mundos que se abrió desde la virtualidad se extienda a lo presencial. Hay que crear espacios de difusión, así como de encuentros entre escritores para no morirse de frío en el proceso creativo.

¿Qué lecturas/autores has retomado? ¿Qué aconsejarías leer en estos días?

Varios pendientes, y entre ellos el que aconsejo es a Diamela Eltit, porque ese primer plano que entrega de los personajes y de los contextos por los que deambulan hace que uno revise la palabra, el porqué escogió esa y no otra. También disfruté mucho a Bruna Faro y su obra llamada: Memorias de una niña Alba.

Maqui y el invierno de colores (fragmento)

“…Ya en el interior del monte, Maqui comenzó a cortar ramas sin saber cuáles eran las que realmente necesitaban.

—¡Espera Maqui! —ordenó Elsa. Y le explicó que antes de recolectar debían pedir permiso a los espíritus del bosque, sobre todo al Chauco, que es el guardián del agua y el que permite que los árboles sigan creciendo. 

Maqui estaba muy sorprendida, ya que nunca había escuchado hablar de ningún Chauco, y lo imaginó como una nube verde que recorría el bosque repartiendo agua por doquier…”

El Arte en Tiempo de Pandemia: Dr. Carlos Trujillo

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