ARTE EN PANDEMIAFOGÓN CULTURAL

Patricia Águila – Poeta

Describe brevemente lo que es y ha sido tu trabajo como poeta.

Ha sido todo un viaje encontrarme con este oficio, la pulsión de crear fue el primer motor, mi posicionamiento desde la escritura es prioritariamente de clase, escribo desde mi experiencia jamás a través de la extracción, como un simple observador que luego se va, habito los afectos, camino los lugares y luego vienen las palabras. Establecí lazos de cariño y trabajo con las editoriales independientes (Wayruro, Folil y Trizadura) que han distribuido mi poesía, el mundo de la literatura es áspero muchas veces, una lucha que llevamos las mujeres creadoras y no musas es estar en las mesas de lecturas, antologías, ferias y demás cada vez con mayor presencia y las editoriales independientes han sido un punto vital en ello.

Cuenta cómo te iniciaste en la escritura. ¿Cuándo y cómo empezó a gustarte?

Desde que era niña mi padre me leía mucho y todas las tardes le leía a mi abuelo que era ciego, estas lecturas eran en el patio del palafito de mis abuelos en el barrio Pedro Montt, luego se volvió un rito entre nosotros compartir un libro, desde la complicidad buscar historias y luego comentarlas, después vino mi encuentro con la escritura que parte desde lo inmediato, lo cercano, en casa  había lápiz y papel sentía que tenía una necesidad que me desbordaba de contar lo que veía, de pensarme en otros espacios, de explorar el mundo.

¿De qué manera ha afectado la pandemia tu vida normal y tu trabajo creativo?

Cuando llega la pandemia, viene con ella el miedo, la incertidumbre, no sabíamos realmente el alcance que tendría, nosotras que conocemos de cerca la salud pública sabíamos que esto desmantelaría la brecha social que vivimos. Tuvimos que comenzar a re-pensar nuestros oficios, como nos acomodamos a este momento, toman relevancia vital las colectividades artísticas, las cooperativas, etc y empiezan los diálogos desde la virtualidad. Escribí la obra de teatro “De pandemia y otras vecinas” estrenada en primera instancia de manera virtual y lance mi segundo libro e sin público, en un formato online, eso marco lo que sería el primer año, trabajos audiovisuales, lecturas y conversatorios vía streaming, pero siempre estaba lista para volver a cualquier trabajo que ya he habitado ya sea de mesera, operaria, vendedora, etc, poder vivir del arte en Chile es un privilegio, más en un país que entiende nuestros oficios como hobbies.

Describe cómo son tus días en este tiempo de coronavirus. ¿Escribes, no escribes? ¿Lees, qué lees, a qué hora?

Paso los días generando rutinas diarias para mantener la cabeza viva, sin volverme loca con el encierro que vivimos los dos primeros años, escribo todos los días para mantener un ritmo y no perder el gesto de la escritura, además estamos con funciones y ensayos con la compañía de teatro “En la vereda” lo que me ha mantenido en constante movimiento.  La lectura me acompaña en las noches, pues soy una pájara nocturna y trabajo la mayor parte del tiempo hasta altas horas de la madrugada, he estado leyendo muchas novelas de Manuel Puig, Nona Fernández y Truman Capote.

¿Crees que cambiará algo el ambiente y el desarrollo de la actividad literaria en Chiloé cuando volvamos a la normalidad? ¿De qué manera?

Las colectividades que surgieron durante la pandemia no solo fueron una forma artística de reunirnos sino política de comenzar a sondear cuantos artistas somos en el territorio, cuantos existimos desde los barrios, las islas, los liceos. Nos encontramos y no soltamos ese momento, nos dedicamos a dialogar como pensamos nuestro territorio, fuera de la caricatura que muchas veces Chile a destinado a nuestro Archipiélago, es un gesto político escribir hoy desde Chiloé, nosotras obreras, mujeres, travestis, nietas de abuelas analfabetas reclamamos nuestro derecho a contar la historia, a cuestionarla, a dejar testimonio y en ese ejercicio establecer un espacio de memoria.

¿Qué lecturas y autores has retomado? ¿Qué aconsejarías leer en estos días?

He retomado la lectura de los diarios de vida de Sylvia Plath, Teresa Wilms, Gabriela Mistral, Alejandra Pizarnik, la poesía esta en los espacios cotidianos, en las cocinas, en las camas, en los gestos analógicos de llevar un diario o escribir una carta.

Recomiendo leer “Shumpall” de Roxana Miranda Rupailaf, “Provinciana en colores” de Camila Almendra, “Aletazos de un gallinazo culeco” de Ignacio Chiguay, “Luto” de Consuelo Marina, “Crónicas de institución” de Elisa Monti, la poesía de Dinko Álvarez, Fanzine “Llena tu Kiñe” desde Tenaún y siempre las letras de Nelson Torres un libro de vida “Imágenes de fuego”.

Elige un poema tuyo

Obreras Chilotas

Caituy de Achao

En esas fábricas

Dejamos las manos en esas fábricas.

Manos llenas de frío

Manos hambrientas de infancia

Dejamos las manos en esas fábricas

no tenemos campos

no tenemos playas

Solo un bus, que día y noche pasa.

Las muchachas cierran a la carrera el silabario.

Llevando el cuento del niño y las canicas a sus espaldas.

Dejamos las manos en esas fábricas

Son las tres de la mañana, toca la colación.

En los casilleros, las amigas esperan a las vecinas.

Las hermanas buscan los zapatos de sus hermanas.

Y ahí fuera, la noche y un par de estrellas

Que mis amigas se detienen a contemplar

El casino, las risas.

Las rancheras rondan las mesas.

Voces rápidas cuentan historias de casas en Molulco, Terao, Huicha, Rauco, Chonchi, Castro y Llicaldad.

Caminan en silencio por esos corredores, buscando la mano vieja y áspera que los traiga de vuelta a su hogar.

Dejamos las manos en esas fábricas.

Manos pequeñas, de niña y sal.

Terminada la jornada, los buses esperan.

Los cuerpos cansados de mis compañeras, se pierden

En sueños de una playa en Yaldad o los dedos sobre la madera de la casa familiar

En los senderos que las abuelas descalzas trazaron para que las nietas puedan regresar.

Mis manos descansan entrelazadas en los dedos hinchados de mi compañera y despiertan

Al sentir la voz de mi madre, esperándome en el portón.

El Arte en Tiempo de Pandemia: Dr. Carlos Trujillo

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