FOGÓN CULTURALGUARDIÁN DEL MITO

Repliegue final que precede al comienzo

Me dispongo a mirar estas fotos en blanco y negro. Voy perdiendo la noción del tiempo mientras me interno en un mundo que reconozco, pero que está señalado por un aura evanescente, al borde del olvido. Tomadas por Rodrigo Muñoz Carreño hace algunas décadas en diferentes lugares del archipiélago, podríamos caer en el equívoco de pensar en que se trata de los retratos de un pasado, una cultura que ya no existe. La elección del blanco y negro pareciera ir en esta dirección, sin embargo, los rostros, el paisaje, las labores cotidianas muestran la densa calma de una forma de vida que aún se palpa debajo de las capas brillantes de la modernidad. Ciertas maneras de otear el horizonte, de sonreír, de erguirse en medio de los elementos naturales, nos hablan de un ser humano que está aquí, que ha ido perdiendo ciertas costumbres, adquirido otras, pero aún se siente unido más allá de lazos de sangre por una comunidad que ha debido enfrentar una naturaleza agreste y ha establecido ciertas tradiciones a las que se aferra aún en medio de los cambios más llamativos.

Se extienden por la página: el mar encrespado, el horizonte grisáceo, los bordes marinos, los muelles, las embarcaciones varadas. Camino por esos lugares como una figura posible en este tiempo de avatares y me voy encontrando con casas de madera, sembradíos, cocinas. Rostros. Sobre todo, rostros que están cargados de vida en la eternidad fotográfica. Y se produce la añoranza, esa emoción que nos provoca la ausencia de algo muy querido.

Pero ¿cuál es la ausencia que nos emociona? ¿Qué hemos perdido? ¿es que no vemos la pobreza de la ropa, de los zapatos rotos o los pies desnudos? ¿ignoramos el testimonio gráfico de la dureza de las labores para habitar este mundo? ¿acaso no dimensionamos la exclusión de otros mundos, el enorme trabajo que debe haber significado construir las casas de madera, barcos, cercos, muebles? ¿el esfuerzo de sembrar, cuidar y cosechar en clima tan adverso?

Como si los arbustos, árboles no dejaran ver al otro lado y la orilla estuviera lejos, léase el continente, el porvenir, la vida más allá de esta pandemia uno se pregunta dónde estarán esos niños ahora. Dónde las sacrificadas mujeres. Qué fue de esos hombres que se aventuraban en el mar sin saber nadar. Lejos de desintegrarse o desaparecer ante nuestros ojos como un mundo que ya no existe, parecen más verdaderos, como si los nuevos vecinos que están llegando a raudales instalaran un escenario desmontable, de utilería y nada los ligara a la tierra y el mar.  En cambio, contenidas en estas imágenes permanece la dura verdad del mar, la misteriosa prodigalidad de la tierra.   

Sigue siendo un mundo muy nuestro porque se ha fundido en la carne profunda de quienes somos. Las imágenes con que se sostiene el puente de la memoria son inestables, desaparecen, se borronean, entonces, las fotografías pueden ser esos sólidos soportes que permiten cruzar épocas. Y las fotografías de Rodrigo Muñoz funcionan como pilares de un pasado cierto porque la verdad y la belleza se produce cuando una mirada personal logra comunicar de modo que su captura se vuelve colectiva.

Y es un libro contingente también porque nos obliga a formular la pregunta de cómo conservar la esencia de esta forma de vida y de pensar el mundo en un país que tiene leyes que impiden esta manera de relacionarse con la naturaleza / el medio natural, que dificultan el organizarse, que no permiten que las pequeñas y dispersas comunidades isleñas se desarrollen. El mundo que vivíamos más acá del Canal de Chacao, fue traspasado por una cultura ajena que promueve ciertos principios como la competencia, el individualismo, la codicia y tuvo la facilidad de regarse por islas y campos de la mano de los aparatos comunicacionales. Pero hoy, todo eso está en entredicho, en revisión

Lo primero, parece decirnos el universo, es replegarse a los interiores. Dejar el torbellino del consumo y mirar hacia adentro y hacia atrás, donde están las fuentes de agua viva desde las que podemos beber para encausar movimientos y recuperación de significados. Los hombres, mujeres, niños, ancianos que aparecen en estas fotografías se pueden leer una y otra vez en tanto hilos que nos llaman a pensar en quiénes somos y cómo queremos vivir. No se trata de recuperar o conservar los objetos, las lanchas veleras, las formas de mariscar. Pero sí se trata de sentir respeto otra vez por los canales, dejar hablar a los viejos navegantes que hay en cada uno de nosotros; ser capaces de entablar tratos con la tierra y el mar para alimentarnos

“Los lugares son lo que permanece, lo que podemos poseer, lo que es inmortal” dice Rebecca Solnit en su libro Una guía sobre el arte de perderse. Los lugares nos han hecho quienes somos, sus lomajes, honduras, misterios, se convierten en el paisaje concreto de la memoria. Y esos lugares no son solo tierra, piedra, mareas: son los recuerdos y deseos. Ese magma donde se funde la historia, la imaginación, la posibilidad ha sido capturado por el ojo de Rodrigo Muñoz y nos permite habitar largamente ese espacio humano.

Ya despierto el deseo de volver, intento desbrozar qué me imanta poderosamente: la fiesta de estar en un fogón rodeada de sombras y humo contando historias, el bullicio y trajines de un carneo, la casa cálida tomando mate mientras afuera arrecia el temporal ¿no es eso una metáfora de estos días?

No se trata de regresar al hogar porque ya estamos aquí. Se trata de atender a las transformaciones que están en curso desde siempre, como el eterno viaje de nuestros ancestros por entre canales. Uno deja inevitablemente de ser quién era y se va sumando a otros, una lenta evolución como Tenemos la posibilidad de soñar un Chiloé que nos acoja, que abra sus profundas capas vivas y que guarde la fragancia de lo que ha sido en distintas épocas. Que es capaz de transformarse sin dejar sus maravillas atrás.

Un Chiloé presente, atento a su tiempo histórico pero que no abandone lo que ha sido su compleja y rica médula.

(Fragmentos de mi presentación, impresa en la edición del libro)

Contra el olvido
Fotografías de Rodrigo Muñoz Carreño
La Bauda Ediciones, Ancud 2021

El Guardian del Mito: Rosabetty Muñoz

Leer la noticia completa

Sigue leyendo El Insular

Botón volver arriba
error: Contenido protegido