En estado de recogimiento. Leyendo “Futuro” de Bruno Montané

Cuando hay días así, oscuros, brumosos, la poesía nos ofrece el costado; la posibilidad de entrar en la herida y medir la temperatura síquica. Después del durísimo domingo, el libro FUTURO de Bruno Montané se presenta bello y rotundo en su recorrido hondo por el tiempo biológico del autor, pero también por el más amplio y global que se toca las puntas: inicio y final en una trama que no se mira con amargura, sino con la contundencia de lo evidente.
Futuro es la Poesía Reunida del autor; abarca sus libros publicados desde 1979 hasta el año 2016 y tiene un prólogo del crítico español Ignacio Echevarría. En sus páginas encontramos una voz impalpable, sin estridencias, con un lenguaje depurado y lumínico que nos abre la visión de un mundo azotado por el mal. En imágenes bellas, en versos limpios y muchas veces categóricos, no hace juicios, solo traza la ruta de alguien que mira y el mundo mirado. A ratos se trata de imágenes crudas (cuellos cortados, emociones que saltan y nadie puede parar, idioma de muertos) vemos el cuerpo y sus sentidos desplegados, la carne con sus posibilidades de goce y encuentro pero siempre limitada con la muerte.
Se sitúa en el presente como un punto de amplia estela, una perspectiva, una sensación de tiempo. Desde los primeros libros, parece una voz vieja en el sentido de acumulador de aprendizaje, de capacidad para resumir y trenzar todos los tiempos. Parece andar mecido por la vida en lugar de chocar con ella. No es desapego, ni liviandad; pienso en la distancia, en cómo se habita la lengua del destierro y cómo la vida en otra parte obliga a establecer un sujeto observador, atento siempre a las señales ajenas con la esperanza de que se vuelvan propias. Para esta voz, el andante, la lengua propia es la poesía. “El poema respira”, dice.
Parece flotar en un lugar desde el que habla mirando / revisando este poder de las palabras que crean. Todo está por aparecer frente al poeta que va en calma develando, despertando partes del mundo. Lo que aún no existe, late hasta que las palabras logran entrar en su áura “ha sido como entrar en el tiempo” dice el poeta, “solo la sensación de algo/que se hace al nombrarlo”
El mundo se ve distinto desde la posición del hablante, la extrañeza otra vez; la poética del que sale del cuadro y puede ver el conjunto, la música honda, la fiesta de los sentidos, siempre con un rictus escéptico. Escuchar lo que nadie oye, mirar lo que nadie ve.
Esta voz no es incorpórea ni tiene virtudes angélicas, más bien arrastra su animalidad con paciencia, con la certeza de lo caduco de la materia. Se tantea buscando un sentido total, las edades y capas que sostienen estos cuerpos. Silencio y huesos. Silencio y ausencias. Tiemblan las palabras intentando decir entre el abismo y el desconcierto.
El tiempo es un puro instante y la muerte tan natural como la entrega de los cuerpos. Esta voz se va internando en “una visión dura y silenciosa”: la muerte como un insecto ciego y gigante. Esa fusión con los elementos del mundo, la capacidad de ver en perspectiva lo que nos sucede y que está en el magma, el humus, los restos óseos de otros como nosotros. Como en un punto de fuga, la lucidez de esta voz se proyecta hacia adelante y hacia atrás con natural solvencia; la Historia, uno de los hilos conductores.
Los libros dicen a cada cual algo distinto. A veces, como esta poesía, son un bálsamo para los días así: cuando el presente cae sobre nosotros como una lápida. La voz que nos remece con esta verdad: “contenido el aliento / ya no esperamos nada”, también es capaz de señalar la convicción de que somos el futuro de los que estuvieron antes.
“Y lo saben los cantos / que comprometen la piel y las horas / bajo el resplandor del futuro / en las ciudades”
Bruno Montané Krebs nació en Valparaíso de Chile en 1957. Residió en México entre 1974 y 1976 donde fundó junto a otros poeta como Mario Santiago y Roberto Bolaño, el movimiento poético Infrarealista. Desde 1976 reside en Barcelona. Ha publicado Helicón
(1987), Cuenta (1998), El maletín de Stevenson (2002 y 2012), El cielo de los topos (2002), Mapas de bolsillo (2013) y Setanta-set poemes ( 2013). Traducido al catalán y alemán, ha sido incluido en diversas antologías y revistas de México, Chile, Francia y España como Revista de Bellas Artes, Berthe Trépat, Correspondencia Infrarrealista, Rimbaud vuelve a casa, Trilce, La zorra vuelve al gallinero o Litoral. Actualmente es editor de Ediciones Sin Fin, editorial de Barcelona.
El hueso
Cuando trabajo me llaman El Hueso.
Por las noches camino con una linterna
bajo los puentes.
Huelo el sueño de los vagabundos
y veo ventanas cerradas.
Desciendo a las cloacas
y en el escaso resplandor del agua
percibo el sueño de las ratas.
En mis visiones las calles
siempre están desiertas y,
si me esfuerzo, vislumbro
el movimiento de quienes duermen
encerrados en los edificios.
Por fin veo la luz de la mañana
arrojándose sobre el paisaje.
Me llaman El Hueso
Porque soy invisible.
El Guardián del mito: Rosabetty Muñoz