ARTE EN PANDEMIAFOGÓN CULTURAL

Marisa Basualto Katscher, arquitecta y dibujante

Describe brevemente lo que es y ha sido tu trabajo como arquitecta y dibujante.

Soy la única arquitecta de una familia formada en su mayoría por ingenieros y profesores provenientes de un mundo estructurado y tradicional. Así, la arquitectura para mí fue un descubrimiento casual, individual, sin presiones ni influencias externas, pero también sin mucha ayuda para entender en qué me estaba metiendo. También la arquitectura ha sido una forma de revelarme al estereotipo, dentro de una familia convencional, donde mujeres muy inteligentes, por la necesidad de trabajar (para que los hombres estudiaran) o “el deber” de quedarse en casa criando hijos, no pudieron cumplir sus anhelos de realización personal. Desde que le tomé el peso a esta herencia, he intentado de alguna forma reivindicar a las que me antecedieron.

Viajar desde joven fue reafirmando varias de estas decisiones en mi vida. A los 16, para mi viaje de estudio en el año 1999, Europa se estaba preparando para el Jubileo del 2000. Me encontré con una Italia bajo andamios y las grandes obras de arte en pleno proceso de restauración. Esta experiencia sin duda fue el detonante de mi interés particular por la restauración y conservación del patrimonio edificado, lo que me llevó en primer lugar a tomar la decisión de estudiar arquitectura en la Universidad de Valparaíso, y luego a especializarme en restauración en la Universidad de Chile. En los 11 años que llevo trabajando como arquitecto he ejercido en las áreas de patrimonio, vivienda y salud.

El dibujo siempre ha sido mi compañero y aliado en este derrotero, ya que si bien el ejercicio de la profesión exige el manejo de software para la presentación de proyectos, considero irreemplazable la expresión del dibujo a mano alzada, ya sea para trazar la primera idea de una propuesta, para registrar detalles del proceso constructivo o para la proyección de una imagen objetivo. En este sentido, me considero de la vieja escuela. Aunque mi generación es parte de la transición a lo digital, agradezco profundamente las clases de geometría descriptiva dibujando en tablero, las clases de dibujo y las entregas de taller con láminas hechas a mano.

Cuenta cómo te iniciaste en el dibujo. ¿Cuándo y cómo empezó a gustarte?

En el colegio, recuerdo siempre haber escuchado eso de “ser buena para el dibujo”, paradigma que se derribó el primer año de arquitectura cuando, de hecho, reprobé el ramo. Fue lo mejor que me pudo pasar. Me obligó a romper con mis propios esquemas, replantearme y entender que saber dibujar no es otra cosa que saber mirar, sin prejuicios, sin una idea preconcebida de la realidad. Para llegar a un buen resultado es preciso deconstruir mentalmente los objetos. Por ejemplo, al retratar una mano,  dejar de dibujar lo que mi mente cree que es una mano, y dibujar sólo lo que mis ojos ven: ángulos, contornos (líneas), profundidades.

Por supuesto que esto requiere práctica, sin embargo cuando empecé a “tomarle el gusto” y también a encontrar mi propio estilo, fue casi como aprender a leer de nuevo. Sueñas en formato croquis y vas por la calle viendo todo en formato croquis. Suena un poco desquiciado, pero los primeros años de arquitectura cuando te mandan hacer 100 croquis de un día para otro, créeme que es algo así.

Más adelante, pude explorar con otros objetos, como las flores y animales. Siempre es una experiencia reveladora, dibujar es redescubrir el mundo que tienes en frente, ves detalles que nunca antes habías visto. Soy una convencida de que todos sabemos dibujar, sólo que quizás no hemos encontrado nuestro propio trazo todavía. Como dice Van Gogh: “Si una voz te dice en tu interior que no sabes dibujar, dibuja, y la voz se callará”.

Ahora bien, si vemos el dibujo como una expresión y, por qué no, como una herramienta de difusión cultural y patrimonial, creo que la elección de lo que se dibuja es en sí una puesta en valor. ¿Por qué este paisaje y no otro? ¿Esta casa y no otra? Todas son decisiones que implícita o explícitamente ponen de manifiesto la elección de lo que se quiere mostrar y, en definitiva, valorar. El patrimonio es una cuestión de valores. En esto también se basa la idea de mi libro Miradas de Chiloé, ilustraciones de un viaje por el archipiélago, ya que son 62 ilustraciones, realizadas en base a la selección de más de 1000 fotografías que tomé en mi viaje desde Chacao a Quellón. Ya es un gran desafío sólo el hecho de escoger, pero también un ejercicio muy interesante y potente, desde el punto de vista de qué quiero mostrar con esto, cuál es el patrimonio que quiero develar desde mi perspectiva personal, al resto de las personas.

¿De qué manera ha afectado la pandemia tu vida normal y tu trabajo creativo?

Soy mamá de dos niñitas. Sofía nació el año 2017, meses después de publicar mi libro. Leonor en julio del 2019, unos meses antes del estallido social y pandemia. En otras palabras, se podría decir que estoy en receso de trabajo creativo desde el 2017 y en cuarentena desde el 2019, pero no precisamente por la pandemia.

Describe cómo son tus días en este tiempo de coronavirus.

Las horas del día básicamente las reparto entre el trabajo, mi familia y la casa. No me queda mucho más, pero para hacer mis cosas intento robarle un poco de tiempo a las horas de descanso.

De a poco estoy retomando con nuevos dibujos para concretar algunas ideas que aspiran a consolidar lo ya realizado con la publicación de mi libro, en este nicho amado por algunos y no tan apreciado por otros, como es el mundo del dibujo en blanco y negro. También espero prontamente publicar una edición de lujo de Miradas de Chiloé, ya que me quedan pocos ejemplares de la primera edición, que tuvo un tiraje de 1000 ejemplares. Este último tiempo (año 2021) he podido retomar algunas ideas y pequeños proyectos asociados a Miradas de Chiloé, como unas libretas con mis dibujos que fabrico yo misma con encuadernación artesanal, y otros souvenirs como bolsos, tazones, etc. Aunque es algo totalmente paralelo a mi trabajo de todos los días, es todo un mundo que me agradó descubrir. Me obligó un poco a actualizarme en redes sociales, con la creación de mi instagram @miradasdechiloe, lo que me ha permitido conocer toda una verdadera corriente de artistas gráficos chilotes dedicados a ilustrar desde distintas perspectivas este Chiloé tan rico en mitología, personajes, naturaleza y arquitectura. Son todos increíblemente talentosos, y muy admirable la dedicación que ponen a las temáticas que retratan.

¿Crees que cambiará algo el ambiente y el desarrollo de la actividad artística en Chiloé  cuando volvamos a la normalidad?

La actividad artística ya ha cambiado, no sólo en Chiloé sino en el mundo. La normalidad es ahora, ya nada será como antes. Para bien o para mal la pandemia sólo vino a consolidar la era de la comunicación digital que ya estábamos viviendo, comprobando por ejemplo, que sí es posible teletrabajar sin “sacar la vuelta”, o hacer arte desde tu casa y que te conozcan al otro lado del mundo. No sé si es bueno o malo esto de tanta simultaneidad e inmediatez, sinceramente me marea un poco, pero es lo que estamos viviendo y llegó para quedarse.

¿Cuáles son tus arquitectos y dibujantes favoritos? ¿Por qué?

No puedo dejar de pensar en Michelangelo Buonarotti, su porfía es inspiradora. Obsesionado por conocer, aprender y salvar todos los obstáculos posibles para llegar a hacer lo que tanto amaba: esculpir el mármol. Admiro esa fuerza y determinación. Más allá del artista y del arquitecto me quedo con la persona. En relación a su vida, me permito recomendar la novela histórica La agonía y el éxtasis de Irving Stone.

En cuanto a los dibujantes, me encanta el trabajo recopilatorio de los tratadistas Vitrubio (Los diez libros de la arquitectura) y Alberti (De re aedificatoria), no sólo por la maestría de las ilustraciones, sino por el rol pedagógico de difusión de la belleza y la arquitectura. Es un poco lo que yo misma aspiro algún día alcanzar, a mi manera y en este tiempo tan distinto del de aquellos maestros.

El Arte en Tiempo de Pandemia: Dr. Carlos Trujillo

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