FOGÓN CULTURALGUARDIÁN DEL MITO

La voluntad de soñar: Música y poesía en Bolivia

Santa Cruz nos recibe con un calor amable, menos agobiante de lo que esperábamos, señal de los numerosos encuentros afortunados que tendríamos en los días siguientes. Pero nuestro viaje había empezado meses antes, cuando Sergio Trabucco desde Chie y Valeria Sandi desde Bolivia comenzaron a tramar un sueño: romper los miedos del encuentro presencial y llevar al Ensamble musical de la Universidad de Los Lagos con mi poesía para ser presentados en el Festival de Poesía Jauría de Palabras.

El Festival reúne los esfuerzos del colectivo Trueque poético, pero enlaza con numerosos actores institucionales y particulares: escuelas, bibliotecas, gobierno local, centros culturales, en un dinamismo que emociona porque de esto se trata la cultura, de conciliar voluntades para hacer comunidad, esta vez en torno a las artes.

En el Festival participan 32 invitados que viajaron desde distintos lugares del país anfitrión, otros de Colombia, Argentina, Perú, México y Chile. Todos tienen un calendario copado de visitas a escuelas, bibliotecas, lecturas en centros culturales, presentaciones de libros, conversatorios. Fluyen las ideas y las emociones elaborando a tientas discursos que intenten mostrar lo mucho que necesitábamos vernos, abrazarnos, verificar que seguimos vivos y atentos a la vida de los otros. Se ha repetido mucho la fuerza de las palabras, cómo nos han acompañado en estos días inciertos, cómo la poesía sigue siendo sanadora. La poeta María Negro, de Argentina, pone énfasis en la presencia de niños, en la atención hacia ellos que representan lo que viene, el porvenir.

El primer día, llegando del viaje desde Chile, fuimos a La Guardia, allí se realizó una lectura breve y una clase de violín para los niños asistentes; al otro día partimos a Ayacapaní bastante más lejos de la ciudad de Santa Cruz y nos remeció la organización del día de actividades que incluyó un almuerzo preparado por la comunidad educativa del colegio Cesar Banzer Aliaga la profesora Irma Peña cocinó un Majadito para todos y fue servido en la larga mesa por otras profesoras. El presidente del Centro de Padres dio la bienvenida junto al Director y ofreció esta celebración en nombre de sus estudiantes. ¿Cuándo habíamos visto un recibimiento así para un grupo de músicos y poetas? Más tarde, en el coliseo se produjo un encuentro mayor: graderías pobladas de niños y jóvenes de dos colegios; autoridades comunales, padres, profesores. Un acto que duró más de tres horas tal vez demasiado extenso para la atención de los niños, pero con una vocación clara de hacer comunidad y respetar el arte, la cultura. Después del acto, ya oscuro, todavía el colegio estaba abierto para la clase magistral de violín a un alegre grupo de estudiantes. Mientras Rodrigo Díaz, el director del Ensamble, trabajaba con los niños, nosotros esperábamos en un patio transitado como si fuera horario de clases; talleres de baile, saxofón, deportes. Nos contaba una profesora que todos los días están hasta entrada la noche y también sábados y domingos; le pregunté cómo lograban que los profesores y personal estuvieran disponibles para tanto y ella contestó “por amor”. Y aunque podría parecer solo una declaración bienintencionada, vimos y comentamos todos cómo en una comunidad tan pobre, los niños brillan, se nota que tienen un lugar que quieren.

Espero terminar esta crónica en la semana siguiente, por ahora, destaco la hermosa plaza de Santa Cruz, un corazón palpitante en medio de la llamada “ciudad de los anillos”. Hacía tanto que no veía un lugar así, lleno de árboles florecidos en colores intensos, gente sentada mirando pasar a los vecinos, niños corriendo o jugando con globos, heladeros recorriendo los pasillos internos, ancianos hablando en sus lenguas originarias, chicas y chicos cuchicheando, riéndose sin urgencia. Una plaza que es el lugar de encuentro, casi sin estar pegados a los celulares, se ve gente conversando como si tuvieran mucho tiempo. Frente a la catedral, acampan los indígenas que protestan porque han sido despojados de sus tierras, están instalados con sus niños, sus carpas, sus banderas, su rabia y su dignidad, sin que nadie les ponga rejas.

El Guardian del Mito: Rosabetty Muñoz

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