PERSONAJES ENJUNDIOSOS: Víctor Chodil Chodil y Elena Márquez Chodil – La pesca de la corvina en Cucao

Una de las faenas típicas chilotas de antaño -relacionadas con el mar- es la pesca de la corvina en las extensas y anchas playas arenosas propias de Cucao (Chiloé). Antes los lugareños accedían con sus aperos de pesca desde sus casas a la playa montados a caballo, hoy lo hacen en vehículos motorizados cubriendo rápidamente la distancia existente al lugar de pesca.
En Cucao suelo pernoctar en la casa de don Víctor Chodil y doña Elena Márquez en mis reiteradas y breves estancias veraniegas (febrero), ubicada inmediatamente detrás de la capilla. La familia Chodil Márquez tiene tres hijos: Pedro, Carla y Víctor Segundo; el grupo familiar aumentó con la llegada de su nieto Leonardo (1,1 años), hijo de Carla.
Ahora bien, mientras me hospedaba en casa de mis amigos -dueños del camping lacustre “La Paloma”- fui invitado a una jornada de pesca de la corvina el día anterior a mi regreso a Castro. Ante tan interesante e inesperado convite, acepté anonadado sin cuestionamiento alguno. Luego, me sorprendí un tanto ante la sonora pregunta de doña Elena, marcada con un cierto dejo de risueña picardía chilota: ¿Y se levantarán mañana al alba, es qué? Y respondo, con evidente ingenuidad… ¿Por qué?… Ella me contesta riendo: ¡Se van a eso de las cinco y media a recoger los pescados pohh!… Yo, reacciono respondiendo con firme decisión: ¡Si, me apunto! ¡Gracias por considerarme!
Ese día, a media tarde y antes de la puesta del sol -con bastante luminosidad aún- enfilamos hacia la playa frente al océano con los aperos de pesca (redes y otros) embarcados en la flamante 4×4 de don Víctor y con su grupo de ayudantes.
Curiosamente para mí, el o los pobladores tienen asignados previamente sus lugares en la playa para disponer los aparejos de pesca, demarcados mediante estacas distintivas clavadas en la línea de la alta marea y distanciadas convenientemente unas de otras para no entorpecer la faena de la captura de los peces. ¡Y se respetan!
Así, una vez en la playa ubicamos las grandes estacas distintivas en la línea de la alta marea, asignadas a don Víctor y su equipo. La marea estaba baja y el mar se veía normal casi sin viento. Ideal para disponer la red, según comentarios escuchados.
Bajo las órdenes de don Víctor, cada integrante del grupo se dedicó a cumplir con su tarea: unos, fijaron las amarras de un lado de la red en la parte superior e inferior de la estaca puesta en la línea de la alta marea, con firmeza; otros, ágilmente desenrrollaron la larga red (80 m x 3 m) en dirección al mar sobre la ancha playa. Otro, vestido con un traje de buceo y anteojos para visión bajo el agua, se introdujo en el mar, atravesando el suave y espumeante oleaje para anclar con firmeza el extremo inferior de la red estirada al fondo marino, mientras el extremo superior unido a una vistosa y colorida boya quedó flotando sobre las olas. Un dato interesante digno de mención: ahora el municipio local otorga facilidades a los pescadores para la adquisición de trajes de buceo. Antes se introducían a las gélidas aguas, sólo con un short o pantalón.
Una vez instalada la red (transversal a la línea de la playa) y posterior revisión, nos retiramos a casa. Durante la noche, al subir la marea, la red se tensa -como una red de juego de ping pong- y los peces al chocar contra ella van quedando atrapados. El tamaño de los orificios de la malla de la red hace que la pesca resulte selectiva; los peces de menor calibre corporal al requerido nadan libremente a través de la red.
A las 5:30 de la mañana, luego de levantarnos presurosos nos dirigimos de nuevo a la playa en la 4×4 para ver los resultados de la pesca. Algunas redes presentaban una buena captura, en tanto había una que tenía unas pocas corvinas; el mar había desestabilizado la red con la fuerza del oleaje, retorciéndola y estaba convertida en un ovillo. ¡Un verdadero caos!
Acto seguido, intenté colaborar tratando de sacar alguna corvina de la red. No fue fácil, hay que tener maña, son resbalosas, saltan y cuesta librarlas de los orificios de la red. Aun así, disfruté participar en la tarea, logrando sacar más de alguna, obvio de las más pequeñas.
Luego de recoger el producto de la pesca y los aperos nos detuvimos a orillas del río cercano camino a casa, para limpiar y eviscerar los peces. ¡Rapidez y maestría evidente!
En casa, nos recibió doña Elena muy alegre; desayunamos a eso de las 8:00 y disfruté al probar las grandes ovas de las corvinas, preparadas al estilo chilote -en pailas- sobre las cocina a leña con una taza de rico café y pan de casa caliente.
Posterior al desayuno, con don Víctor y algunos del grupo, nos dirigimos a Chonchi raudos en la 4×4 para vender el producto de la pesca en el mercado. Yo, luego de despedirme de mis amigos tomé el busecito rumbo a Castro. Feliz de haber tenido una nueva y gratificante experiencia en Cucao.
Mi premio, por haber participado y colaborado en la pesca de la corvina, fue una linda y reluciente corvina (unos 2,50 Kg), la que gustoso llevé a Castro y la asé a la usanza chilota, bien condimentada y que compartimos en familia. ¡Exquisita!!!
Embajador Cultural: Miguel Jiménez C.