PERSONAJES ENJUNDIOSOS: Santiag Barría Águila y Luisa Barría España – Campesinos de Lingue
Lingue es un bello y cautivador paraje enclavado en las prominentes lomas del extremo sur poniente de la península de Rilán en la comuna de Castro (Chiloé). Dista sólo unos 20 km de Castro, rumbo al sur. Desde este singular lugar se visualiza hacia el oriente un amplio sector de la bahía de Castro, la entrada al fiordo del mismo nombre, como también el ancho canal que separa la península de la isla de Lemuy, hacia el sur.
Hoy Lingue, sin conformar un poblado propiamente tal, cuenta con la singular “Escuela Patrimonial de Artesanías y Oficios de Lingue”, una iniciativa educativa de relevancia y un reciente inaugurado Supermercado Campesino, que cubre las necesidades inmediatas de los lugareños.
Ahora bien, aquel soleado y por qué no decir cálido día de verano de un par de años atrás (febrero), en una de mis andanzas habituales por los caminos de la campiña insular, al descenso del busecito de recorrido en el cruce de Lingue y a poco andar, me detuve frente a una casa cercana. Estaba allí una señora mayor sentada bajo el alero de su morada, ufana desgranando habas (Vicia fava), aprovechando la bonanza climática estival.
Al acercarme al portón de la propiedad y cruzarse de pronto nuestras miradas… y luego del intercambio de un cálido “Buenas tardes”, me dice: “¡Pasen!… ¡Sienten un rato, si gustan!”. Ante tal gentileza, accedí sin más demora y me senté junto a ella; se inició de inmediato una grata y amena “conversa”. Unos minutos más tarde, después de las presentaciones de rigor, resultó que ella, Luisa (91) y Santiago (91), su esposo, habían sido clientes habituales de la Tienda y Zapatería “Embajadores”, de mi padre, ubicada en la subida de la céntrica calle Blanco en Castro. Visitaron “Embajadores” a su decir, hasta el cierre (1992), posterior al deceso de mi padre.
La tarde era propicia para permanecer al aire libre y queriendo ser condescendiente con tal inesperada y gentil anfitriona me ofrecí para colaborar en el desgrane de habas -que estaban secas- mientras seguíamos la “conversa”. Del mismo modo, le hice saber mis deseos de comprar algunas para llevar a Santiago para disfrutarlas en el invierno. Ella muy presta fue en busca de un recipiente con habas (grandísimas) y un tiesto para las vainas.
En medio de la tarea de desgranar habas que teníamos, aparece Santiago, su esposo, con cierto asomo de extrañeza y sorpresa, muy cauto, pero pronto se integra a nuestra creciente y entretenida “conversa”.
Ahora, entre Santiago, Luisa y yo, fuimos recordando los aciagos días del devastador sismo del 22 de mayo de 1960 (9.5° Richter), como lo experimentaron y los daños que conllevó. Del mismo modo, Santiago rememoró los viajes de antaño en barco a Punta Arenas y la Patagonia argentina; allí laboró en las estancias para traer el sustento a la familia dejada en Chiloé.
Dado el entusiasmo y cordialidad surgidos en nuestra emergente conversación, el tiempo les recordó que era hora de la once y como buenos campesinos hospitalarios, obvio que fui invitado a la cocina a tomar una rica once ahora con estos nuevos amigos. Disfruté una taza de exquisito café con pan recién horneado con mermelada de la casa; además, de una hermosa vista de la isla de Lemuy a la distancia. Las habas, que no fueron pocas, pues me cundió el trabajo, las llevé a Santiago donde en los días de invierno las fui consumiendo, sobre todo preparando diversos causeos con ellas, muy sabrosas por cierto. A las habas se sumó el obsequio del frasquito con el infaltable dulce de ciruelas, muy rico.
Ahora, en esta segunda visita a Lingue (febrero 2020), acudí a saludar a mis amables amigos Santiago y Luisa, siendo muy bien recibido. Ellos me cuentan que en este último tiempo los acompaña su hijo Hipólito Pascual, quien les brinda -por sus años- el apoyo requerido. Cabe señalar que ellos viven en la vera opuesta del camino donde habitan otros amigos, los connotados artistas visuales Guillermo Grez y Reinaldo Espinoza.
En esta ocasión, Santiago y Luisa gozaban de la visita de su nieta Luisa Ojeda Barría, que es una artista en el manejo de la lana de oveja escarmenada; hace figuras maravillosas e incluso me vine con un lindo gatito chilote, muy abrigado con bufanda y con su bolsón.
Al despedirme luego de saludar a Santiago y Luisa, recibí como obsequio de parte de mi amiga un pote de mermeladas de ciruelas hecha con sus manos, un gesto que agradecí sinceramente.
Navegar en las lanchas de recorrido por los mares interiores de Chiloé entre su reguero de islas y/o deambular por los sinuosos senderos de la verde y arbolada campiña, permite reconfortar el espíritu y a la vez conocer y compartir con alguna familia chilota, que deslumbrará por su notoria calidez, sabiduría innata y sencillez manifiesta. Santiago y Luisa son un buen ejemplo de que aún se encuentran auténticos campesinos chilotes… ¡Dios los conserve!!!
Embajador Cultural: Miguel Jiménez C.