José Mansilla Contreras, Poeta y Crítico
Describe brevemente lo que es y ha sido tu trabajo como escritor
He publicado tres libros de poesía y también ensayos sobre la literatura de esta zona e igualmente he compilado y editado textos de poesía popular y poesía culta de esta zona. Junto con ello, he dirigido obras de teatro y he publicado textos teatrales.
Cuenta cómo te iniciaste en la escritura. ¿Cuándo y cómo empezó a gustarte?
Mi interés comenzó en talleres literarios en la Educación Básica y Media, en que hubo profesores que motivaron la escritura. Después estudié Pedagogía en Castellano en la Universidad de la Frontera, en Temuco. Y la necesidad de comunicar, lo inexplicable y lo misterioso, me llevó a escribir como una forma de compartir con otros las complejidades y extrañezas de la vida.
¿De qué manera ha afectado la pandemia tu vida normal y tu trabajo creativo?
Diría que la enfermedad de personas cercanas o la muerte de ellas, no significa indiferencia sino que una tristeza profunda por esos hechos inevitables y que clausuran definitivamente esas vidas.
En el plano personal y familiar, vivo en Aysén desde los 11 años, de modo que la soledad y la relación con pocas personas ha sido parte de mi existencia, y esa comunicación subjetiva me resulta confortable. De modo que no me desespero, ni ansío salir corriendo hacia otras latitudes, aquí está mi hogar, no definitivo, pero hogar al fin.
Describe cómo son tus días en este tiempo de coronavirus. ¿Escribes, no escribes? ¿Lees, qué lees, a qué hora?
Dedico gran parte de mi tiempo al trabajo formal y por cierto me dedico a leer, principalmente en las tardes. Suelo tener, tres o cuatro libros a la mano, y leo según mis intereses o mi ánimo. Leí hace poco WWM, del poeta puntarenense: Cristian Formoso y El Libro del Frío de Juan Pablo Riveros, también poeta de la Patagonia.
También leí la Autopoesis de Francisco Varela, La Vida es una Nube Azul de Elicura Chihuailaf y una Antología Poética de Kazajstan.
Actualmente estoy leyendo Adiós al Descontento del narrador Eugenio Mimica Barassi e Hijueputa de Fernando Vallejo, colombiano.
¿Crees que cambiará algo el ambiente y el desarrollo de la actividad literaria en el sur de Chile cuando volvamos a la normalidad? ¿De qué manera?
Pienso que retornaremos a una “nueva normalidad” en que se hará necesario volver a encontrarnos y acercarnos físicamente. La palabra en vivo sigue siendo necesaria, al revés de esta virtualidad comunicativa, que más bien, construye ilusiones de participación. A su vez, la Pandemia, ha acentuado las derivas sicológicas, donde la presencia de paranoias o conspiranoias han afectado la convivencia social y con seguridad a muchas familias.
¿Qué lecturas/autores has retomado? ¿Qué aconsejarías leer en estos días?
Vuelvo siempre sobre poetas que son fundamentales desde mi perspectiva. Neruda, de vez en cuando, en especial sus libros escritos en su madurez. Releo también a Jorge Teillier en su Crónica del Forastero, hay allí una profunda meditación sobre la muerte, que me parece siempre necesario repensar. Escucho y leo a Jaime Sabines, poeta mexicano o Julio Ramón Ribeyro, narrador peruano. Y los ensayos de Luis Oyarzún, por supuesto, su Diario de Vida y su Defensa de la Tierra. Y se trata de existencialismo, vuelvo siempre sobre la poesía de la gran Olga Orozco, poeta argentina.
Recomendaría que leyeran la novela póstuma 2666 de Roberto Bolaño, una lúcida reflexión, sobre los dolores y sufrimientos en el siglo XX. El Poema de Chile de Gabriela Mistral, que es una observación del Chile sensible en su dimensión natural y humana o El General en su Laberinto de Gabriel García Márquez, donde aflora una meditación sobre los últimos días de Bolívar o de cualquier otro ser humano.
BELLAVISTA: SUBIDA DE LAS ÁNIMAS.
Es el orgullo de todos mis días
que carcome las cortinas destempladas.
Abandonada agonizo en la misma pieza
donde dieron gritos de alegría,
aquellos vástagos que antes que yo
olvidaron rotundamente su pasado.
Llamo, a veces, a ver quién contesta,
y sólo crujen las viejas maderas
o el viento, que de vez en cuando,
trae olor de velas, un aciago aroma de flores,
la carne reseca del olvido.
Vendrán,
seguramente, cuando este cuerpo me deje,
limpiarán los restos de vida que haya aquí.
Vendrán,
abyectos, al descuido en que yazgo,
a la mala memoria que aún no he borrado.
(Vendrán
para advertir que la lluvia
ha derribado la casa)
En la pampa argentina,
alguien toca un valsecito en acordeón,
y las ánimas dejan de lamentarse,
abren paso al último encuentro
en que reconozco el rostro de la muerte.
Adiós, mis ingratos, nada ha pasado en vano.
El Arte en Tiempo de Pandemia: Dr. Carlos Trujillo