Aunque crujan de espanto los muros
Dos imágenes: el 25 de diciembre de 1959, un incendio no pudo ser contenido en la Villa de Quenac, arrasó con las altas casonas de dos y tres pisos todas de madera, la mayoría recubiertas con tejuelas de alerce. Una de las pocas que puso salvarse aún preside la calle central – el castillo le dicen por sus dos alas laterales y sus miradores – y sorprende por su majestuosa belleza. La otra imagen es más reciente, se trata de un vecino que construyó una casa nueva para dar espacio a su crecida familia, más dormitorios, un baño interior, gran salón de visitas y una espaciosa despensa; fueron a Achao cuando estuvo lista y compraron por cajas el café, las botellas de aceite, el azúcar, listos para esperar el invierno. No sé los detalles, pero el fuego empezó a quemar desde la cocina ese sueño familiar y el dueño de casa se fue a sentar en la pampa, a llorar mientras veía cómo desaparecía todo su trabajo de años.
El gran temor de los habitantes de las islas es a los incendios porque no tienen cómo detener el fuego cuando se desata, hay muchas casas distantes unas de otras, quedan pocos vecinos y lograr acarrear suficiente agua para contrarrestar el poder de las llamas es improbable. Hay muchas historias como la del vecino de Quenac que relata el párrafo anterior, muchas historias tristes de esfuerzos inútiles, de pérdidas totales, de bienes antiguos, fotografías, documentos, historia personal y colectiva.
Precisamente estábamos en la isla este fin de semana iniciando el proyecto Álbum quenacano, financiado por el Fondo del Libro en su convocatoria 2021, cuando se hizo el acto oficial de recepción del primer carro de bomberos que tiene la isla. La Cuarta Compañía recibió un vehículo que venía redestinado desde Hualaihué. Aunque no es nuevo (1988) para los habitantes de esta comunidad es muy importante contar con la esperanza de que estarán mejor preparados en caso de catástrofes. Fue conmovedor ver al pequeño grupo de bomberos isleños orgullosos de su carro; a las autoridades de la isla, especialmente la Presidenta de la Junta de Vecinos de la Villa Teresita Muñoz y el presidente de la Junta de Vecinos de Capilla Antigua, don Salatiel Alvarado. Esta celebración – como tantas – se debe al trabajo comunitario, a los esfuerzos de la gente que vive / permanece aquí. Me llamó la atención el relato de doña Teresita Muñoz acerca de los trámites que han hecho, gestiones y viajes, que incluso fue a hablar con la Directora Nacional del Servicio de Registro Civil para que le autoricen a usar las dependencias abandonadas de ese servicio que hay en Quenac. Se lo han negado y uno ve cómo se desmorona, le faltan un par de ventanas. Por burocracia, la pequeña construcción será consumida por el tiempo, en lugar de servir al Cuerpo de Bomberos (que para eso es solicitado) Son décadas de abandono de las oficinas públicas que ya no brindan servicios, entonces la marginación es doble: tienen que viajar a Achao o Castro para hacer trámites y, además, deben asistir a la lenta destrucción de las dependencias en lugar de ponerlas al servicio de la comunidad.
Por otra parte, la jornada inaugural de nuestro Álbum quenacano fue intensa, una ocasión amable de encuentro en torno a temas de la historia local. El proyecto consiste en la elaboración de un álbum personal que contendrá fragmentos de memoria. Será un trabajo donde los protagonistas son los habitantes de la isla, para revisar en su memoria, en su vida cotidiana, en sus narraciones y sentimientos todos los rasgos que han hecho de ellos una comunidad. Los encuentros se han programado en forma presencial, ahora que las condiciones sanitarias lo permiten y se extenderán por todo este año y parte del próximo. Fue un encuentro festivo, con mucha alegría y participación distendida, pienso que el largo encierro (doble para ellos, en la casa y en la isla) les hizo añorar esto de verse, conversar, recordar en conjunto. La diseñadora Paulina Gajardo hizo un taller manual para armar una libreta de apuntes, desde lo más básico hasta la costura de las hojas y la marca personal en las tapas. Arantzu Abaroa, en forma paralela, trabajaba con niños en – también – la construcción de una libreta para escribir sobre sus idea, sentimientos, percepciones de Quenac. El equipo incluye también a Javier Narváez en el registro audiovisual de la experiencia (y autor de las fotografías que ilustran esta nota) a Sonia Muñoz, socióloga cuya familia procede de la Isla Quenac y quien firma, encargada de guiar la escritura de la memoria.
El título de este artículo es una frase del Himno Oficial de los Bomberos.
El Guardián del Mito: Rosabetty Muñoz