Dave Oliphant – Un poeta gringo en Chiloé
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La primera vez que leí algo del poeta, académico y traductor estadounidense Dave Oliphant fue allá por 1982 o 1983. Una mañana de verano pasé a la imprenta de Mario Contreras para conversar un rato con él e inmediatamente aprovechó de mostrarme un paquete de libros que había recibido unos días antes. Estaba sorprendido y feliz porque en su deseo de conseguir nuevas lecturas y conocer algo más de la poesía estadounidense se había escrito una carta a la embajada de ese país en Santiago, contándoles que era un poeta chilote, que por aquí no era fácil conseguir libros de autores extranjeros, que quería conocer más de su poesía y que les agradecería muchísimo si pudieran enviarle algunos libros de poetas de ese país. Les escribió, así como se escriben tantas cartas, pensando que tal vez no le responderían, pero allí estaban los libros, de cuerpo presente. No recuerdo cuántos serían, pero eran varios, y él estaba muy contento y orgulloso de su regalo.
Motivado por la atenta e inesperada respuesta de la embajada gringa, decidí seguir los pasos de Mario y les escribí. A las pocas semanas, recibí un paquete igual que el de mi amigo. Entre esos libros, estaba Washing the Cow’s Skull / Lavando la calavera de vaca, una antología bilingüe de poesía tejana, cuyos editores eran Dave Oliphant y Luis Ramos García.
Pasaron los años y no supe más de Dave. Me fui a los Estados Unidos en 1989 y dieciocho años después recibí un email suyo comentándome que había estado en Chiloé, que le había gustado muchísimo esta tierra y que había conocido a los poetas Mario García, Héctor Véliz y Nelson Torres, que por ellos sabía que yo estaba en Villanova University y que Mario, que fue con quien compartió más, le había dado mis datos.
Comenzamos a cartearnos y a intercambiar libros y al poco tiempo me hizo llegar sus Memories of Texas Towns & Cities (2000), Backtracking (2004) y Figures of Speech, Poems by Enrique Lihn, una antología bilingüe del gran poeta chileno traducida por él al inglés.
En marzo o abril del presente año recibí un nuevo email de Dave contándome que acababa de publicar el segundo volumen de sus memorias, Travels of a Texas Poet. A Memoir, Volume Two. Austin: Alamo Bay Press, 2021, que uno de sus capítulos trataba de su viaje a Chiloé en marzo de 2007, y que deseaba enviarme un ejemplar, por lo que quería asegurarse si mi dirección seguía siendo la misma de catorce años antes. Le informé que había regresado a Chiloé hace casi cuatro años y le di de inmediato mis nuevas señas. Poco más de dos meses tardó el largo viaje del libro de Dave desde Austin, Texas, a Dalcahue, isla grande de Chiloé; un viaje largo y lento, vuelto más largo y más lento por las inevitables demoras ocasionadas por el covid 19 en los envíos de un país a otro.
El libro dedicado a su esposa, María Isabel Jofré Aguirre de Oliphant, fallecida el año pasado, se compone de seis secciones: las cinco primeras nos hablan de sus viajes a Sudamérica desde 1998 hasta 2011, y la última, «María in Memoriam», un conjunto de 16 poemas dedicados a ella.
La primera sección trata de su viaje a Brasil entre diciembre de 1998 y enero de 1999. Las otras cuatro, de sus viajes a Chile entre 2006 y 2011. Apenas tomé el libro me dirigí al índice y de allí, inmediatamente a la tercera sección: «Chile / Chiloé (March 2007)». No quería perderme ni un detalle de los recuerdos de mi amigo Dave –con quien nunca he tenido la oportunidad de encontrarme– de su paso por Chiloé y su encuentro con mis coterráneos.
El 7 de marzo de 2007, voló de Santiago a Puerto Montt junto a su esposa y su cuñada, donde arrendaron un pequeño Fiat Fire rojo que los traería a la isla, después de pasar una noche en Puerto Varas. Al llegar a Chiloé traía en mente el nombre de dos poetas, Mario García y yo, que se los había dado otro poeta en Santiago. Aquí conocería una buena muestra de la poesía escrita en nuestro archipiélago gracias a Mario García, quien le regaló ejemplares de sus propios libros y también uno de Aumen. Antología poética, valioso volumen para cualquier estudioso de la poesía escrita por chilotes, que hoy es prácticamente inencontrable.
El relato de sus días en Chiloé nos muestra los lugares que recorrió, la gente que conoció, las iglesias, el paisaje, la artesanía, la comida y, por supuesto, su encuentro con los poetas y la poesía de nuestro archipiélago. Hubiera sido fácil traducir algunos párrafos de su experiencia en la isla, pero quise que esta nota fuera más viva y actual, así que le escribí preguntándole si querría poner por escrito algunos recuerdos de ese viaje. Su atenta respuesta hizo que yo le enviara unas cuantas preguntas, cuyas respuestas comparto aquí mismo con ustedes:
¿Cómo decidiste venir a Chiloé?
Por muchos años fue el deseo de mi esposa chilena visitar el archipiélago para ver las famosas iglesias de madera. Yo, como siempre, andaba detrás de ella, mi líder. Aun en mi estado natal de Texas fue ella quien quiso ver los pueblos (más que las ciudades) y conocer sus atracciones (los edificios antiguos, los productos –frutas y artesanías–, los distintos rasgos étnicos y culturales). Como yo tengo una mentalidad estrecha y solo quiero saber de la poesía y los poetas de un lugar o región, no me interesaba tanto salir de Santiago y viajar a una isla donde sabía que llovía mucho. Yo había visitado Valdivia en 1966 y no me gustaron mucho la humedad ni el moho verde en todas las casas de madera. Sin embargo, y como de costumbre, cambiaba mi idea de los lugares que visitaría con mi amada, y este fue precisamente el caso con Chiloé.
¿Qué lugares recorriste y qué recuerdas de ellos?
Fuimos a ver muchas iglesias de madera en muchos lugares. Mis notas sobre esa visita mencionan muchos pero no todos, solamente los que significaron algo para mí como extranjero y amante de la poesía. Puedo nombrar estos lugares en particular: Achao, Vilupulli, Quinchao, Chonchi, Dalcahue, Nercón y Quemchi, pero yo sé que visitamos muchos otros. Visitamos varios museos y mercados, como en Dalcahue, donde por casualidad conocí al poeta chilote Héctor Véliz. Héctor estaba vendiendo sus libritos al lado de una tienda en la que mi esposa y su hermana compraron unas muñecas hechas a mano. Me preguntó si yo era poeta y así empezó la conversa y su explicación de cómo y por qué él escribía poesía. Desde el principio de nuestra visita yo quería conocer a los poetas y al primero que conocí fue a Mario García, después a Nelson Torres. Todavía recuerdo mis conversaciones con ellos. Me explicaron que ellos se consideraban como un grupo porque trabajaron juntos y se apoyaron el uno al otro. Me contaron que Carlos Trujillo y Renato Cárdenas fundaron el Taller Aumen para estimular la escritura de poesía en los jóvenes chilotes. Fue muy grato saber de todo esto, y me admiró muchísimo.
¿Cuál es la imagen de Chiloé que guardas desde entonces?
Tengo todavía la imagen de los palafitos de los que Mario García me habló y que vi con mis propios ojos. De un señor que iba caminando bajo la lluvia, un señor de apellido Santana, a quien llevamos en nuestro auto arrendado por un buen trecho hasta que llegamos a un lugar donde él se bajó y desde allí siguió caminando bajo la lluvia hacia San Juan, sin sombrero ni paragüas. Ése fue un encuentro inolvidable porque simbolizó para mí la felicidad de los chilotes con su lluvia y su vida, sin las comodidades que se tienen en otros lugares. Me impresionó tremendamente ese momento. También puedo ver un par de queltehues que me fascinaron afuera de la Cabaña Trayen, en Castro, que arrendamos de sus dueños, Beatriz Castelli y Juan Alberto Manzano, que fueron muy amables y atentos. La vista del Mar Interior desde la cabaña era espléndida. Las caras y la jovialidad de los chilotes permanecen vivas en mi memoria, junto con, por supuesto, la lluvia, que es una parte tan profunda del archipiélago, y el recurso que hace el lugar tan acogedor, dentro de un edificio de madera, pero para los chilotes aun bajo la intemperie. Recuerdo sobre todo los poemas chilotes que encontré, los cuales me dieron un aprecio por Chiloé que, gracias a mi esposa María Isabel Jofré, puedo seguir disfrutando hoy y podré seguir disfrutando durante el resto de mis días.
Altos de Astilleros, 6 de julio de 2021
El Arte en Tiempo de Pandemia: Dr. Carlos Trujillo