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Voces perdidas en una cultura de dominación

La historia demuestra que una sociedad invasora para imponer su dominación sobre un pueblo lo primero que debe destruir es su cultura, y la primera prohibición que se impone es el uso de la legua del pueblo sometido. Al imponer una cultura de dominación y dependencia lo principal es prohibir la lengua para imponer la enajenación de las tradiciones religiosas y culturales con el objetivo de formar un pueblo que ha perdido su ser propio o lo ha degradado para vivir según modos y formas ajenas a sus herencias impidiendo su plena realización como pueblo o grupo humano.

Aquí podría detallar las prohibiciones de dominación impuestas a grupos y pueblos hoy visualizados en la controversia de quienes en forma discriminatoria, defendiendo sus privilegios de clase dominante, resaltan sus orígenes europeos, olvidando las miserias y la pobreza de aquellos emigrantes que les heredaron sus presuntuosos apellidos, y hoy demostrando un añejo conservadurismo quieren prohibir el uso del mapudungun en la convención constituyente pero estaría entrando a una región muy amplia, por la diversidad de comunidades que alguna vez usaron otras lenguas ya olvidadas.

Me limitaré al caso particular de Chiloé, y esbozaré una respuesta a una pregunta que pareciera nunca nuestros historiadores se han hecho; ¿cómo y cuándo en Chiloé se perdió la lengua veliche?

Al estudiar documentos coloniales se deduce que el veliche era una variante del mapudungun. En una crónica que describe la visita que ha Chiloé realizaron los huilliches de los llanos de Osorno, – visita que coincidió con el arribo de las corbetas Atrevida y Descubierta, buques de la expedición científica de Alejandro Malaspina -, se dice que hablaban la misma lengua que los de Chiloé, pero de un “modo imperativo”. Un tono notoriamente brusco y altanero que según el navegante José de Moraleda también era característico de los indígenas de Calbuco pero que no se escuchaba en la isla grande donde era común que sus habitantes, españoles e indígenas, usaran en sus relaciones cotidianas la lengua veliche que era el única que se hablaba desde Chonchi hasta la isla de Cailín, el territorio de los Payos. Una amplia geografía donde hasta principios del siglo XIX no se hablaba castellano; en las islas de Alao, Apiao y Chaulinec no se hablaba veliche ni castellano. Allí los indios guaihuenes que no huyeron con sus familias a recorrer sus abandonados archipiélagos australes, y que las habitaban a fines del siglo XVIII, hablaban su propia lengua mientras en todas las capillas de Chiloé los misioneros franciscanos, en las doctrinas, imponían el uso del latín y el castellano.

En 1767 fueron expulsados los jesuitas de todo el imperio español, entonces, en Chiloé la doctrina y catequización de los indígenas quedó en manos de los encomenderos, situación que aumentó la explotación, maltrato y prohibiciones de dominación, se condena el uso del veliche como lengua de comunicación, y en las doctrinas se impone el uso del latín y el castellano en la repetición de las oraciones y ceremonias del catecismo católico. Los payos, los indígenas que habitan en la costa sur de Chiloé, se rebelan y determinan denunciar esa política de maltrato y explotación a la Capitanía General de Chile. El gobernador para mantenerlos encerrados en la isla grande, ubica centinelas en la costa norte del canal de Chacao, vigila y cierra todas las salidas. Los lonkos y alcaldes de indios de las distintas comunidades se reúnen en la isla Tranqui y toman la decisión de burlar la vigilancia navegando en una frágil piragua por la costa del océano Pacifico. Juan Levien y una decena de lonkos, a vela y a remo, desafían la violenta reventazón del mar océano, y sin playas ni caletas donde poder recalar para descansar, llegan a Arauco, desembarcan y caminan hasta Santiago para en la capital de Chile defender el derecho de usar su lengua y denunciar los abusos de los encomenderos.

El año 1787 el gobernador intendente de Chiloé, Francisco Hurtado, se enfrenta al poder de la iglesia cuando acepta defender a los indígenas de los maltratos que sufrían en las doctrinas. Expulsó del archipiélago al misionero fray Juan Alcalde por golpear a un niño indígena que no lograba aprender de memoria y en castellano los rezos y mandamientos del catecismo católico. Además, abofetea y muele a palos a los indígenas que se atrevían a reclamar los golpes y las humillaciones que sufrían sus hijos. Como consecuencia de estos acontecimientos los indígenas envían cartas al gobernador intendente denunciando toda clase de humillaciones y atropellos a su dignidad. Eran oficios escritos en papel sellado que mal redactaba un escribano que usando rebuscadas palabras de respeto y subordinación a la monarquía; con letra temblorosa solicita su protección. El amanuense intentaba traducir las denuncias desde el mapudungun – veliche de los indios al castellano de los gobernantes de estas islas.

Pero es a fines del siglo XVIII cuando por mandato real se comienza a imponer la prohibición de hablar la lengua veliche; destituido el gobernador intendente Hurtado, quien es reemplazado por el coronel Francisco Garos a quien el Virrey Francisco Gil de Taboada Lemos y Villamarín le encarga que aplicando las reales cedulas y ordenes se enseñe a todos los vasallos del rey de España la lengua española; especificaba “cuidará el gobernador de que se les enseñe a los chilotes, y que se haga común dicha lengua, por lo mucho que importa al estado de que unos mismos vasallos no tengan ni diferente religión, ni diferentes costumbres, ni diferente lenguaje”. Argumento semejante al que, 230 años después, hoy emplea una constituyente para justificar sus juicios discriminatorios.

Con la llegada de la república, al ser incorporado Chiloé al territorio chileno, se impone por la fuerza y sin razón la prohibición del uso de la lengua veliche. No hablar castellano era un delito, se fueron creando escuelas y se impuso el uso del castellano en todas las actividades cotidianas. Hoy el veliche, variante del mapudungun, es una lengua silenciada que se quiere reemplazar con el uso de la lengua mapuche; creo es necesario realizar un trabajo lingüístico, serio y académico; investigar e iniciar el rescate de las palabras de nuestra lengua originaria que han sobrevivido las prohibiciones impuestas; y que esas sobrevivientes palabras veliches puedan agregarse al mapudungun para con reemplazos, cambios, y adherencias, crear una matriz reconstructora de una lengua perdida en una cultura impuesta con prohibiciones de dominación.

Territorio Cultural: Luis Mancilla Pérez

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