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PERSONAJES ENJUNDIOSOS: Francisco de Mallagaray y Molleda – Asturiano avecindado en Castro – (Segunda parte)

Francisco destaca en Castro por haber sido un hábil comerciante, ferretero por excelencia, importador y gran empresario, instalando inicialmente una fábrica de somieres, luego una de cocinas y muebles, para seguido incursionar junto con las importaciones en el naciente turismo insular, creando la empresa familiar “Turismo Vasconia”, con cabañas para alojamiento de turistas. Supo favorecerse de las franquicias aduaneras implementadas en Chiloé a partir de 1958 (hasta 1978), para derivar su negocio inicial a una importadora en donde se recibían y expendían productos manufacturados españoles de excelencia, muy apetecidos por visitantes llegados a Chiloé en esos tiempo.  Cabe señalar que en el quehacer ferretero y en los nuevos negocios de importaciones trabajó con sus cuñadas, Yolanda y Berta Vargas Varnet, hasta el término de los mismos.

Resulta digno comentar -de modo anecdótico- la casi inverosímil hazaña que experimentó Francisco durante el gran sismo (9.5°) del domingo 22 de mayo de 1960, a las 15:10 h. Se encontraba con su esposa “Loli” -aquel aciago día- en el dormitorio de su residencia (ubicada en los altos del inmueble de Benjamín Bórquez Oyarzún) y dado los daños de la edificación causados por la violencia del terremoto, no tuvieron otra opción que descolgarse por la bajada de aguas lluvias de la techumbre. La singular hazaña fue publicada por la conocida revista norteamericana “LIFE”, con la fotografía de la familia captada frente a la ferretería por el fotógrafo Frank Scherschel. El dicha ocasión, sus hijas “Queli” y Ximena se encontraban por fortuna en casa de sus abuelos Enrique y “Toyita”; “Bego” y “Paco”  estaban en nuestra casa, pasando juntos el grandísimo susto.

En los años ‘60, la nueva ferretería ampliada se encontraba recién instalada en el espacioso local de Blanco 173 (en la edificación en terminación de Benjamín Bórquez Oyarzún), casi al frente a su anterior ubicación. Posterior al terremoto, la ferretería se instaló en calle Serrano 335, local de su propiedad.

Francisco por su espíritu jovial y aventurero, ciclista avezado además, llamó profundamente mi atención desde que lo conocí. Me solía invitar en su jeep a sus repentinas incursiones por los sinuosos caminos ripiados de la ínsula y ¡vaya que si pasamos arriesgadas aventuras las más de las veces!, gracias a Dios sin consecuencias. Recuerdo que para uno de mis cumpleaños, llegó a casa con una enorme caja de cartón muy bien envuelta (aprox.1 m3); al abrirla, adentro había otra y así sucesivamente, varias. En la última, había una hermosa radio estilo antiguo que al encenderla y sintonizar emitía música mediante un singular mecanismo de relojería. Él era ingenioso, además.

Cuando llegó el momento de hacer la Confirmación a mis 12 años, no tuve dudas para elegirlo como padrino ante la pregunta de mis padres. En esos años, lo veía como al tío que no tuve en mi infancia en Chiloé. Lo admiré mucho por su modo de ser y su marcado acento (que no perdió), sabiduría (además había estudiado latín en el colegio) y si hasta intentó enseñarme asturiano y euskera (vasco); me enseñó a jugar ajedrez. Me sentí orgulloso en la iglesia cuando se ubicó detrás de mí en la ceremonia para recibir la Confirmación de manos de monseñor Osvaldo Salinas Fuenzalida, Obispo de Ancud, en tan significativa ocasión para mí (1955).

Todos los veranos posteriores en Castro, después de mis retornos de los estudios en la universidad en Santiago, no faltaba ocasión para compartir, ¡de tú a tú!, en su casa. De preferencia durante los almuerzos -a su usanza- de las 12 en punto, conversando diversos temas, ya de actualidad o contingentes, ya culturales, como también a veces sobre su terruño lejano y añorado, Asturias y Vizcaya. Lo extrañé en verdad, luego de su partida.

Francisco nunca olvidó su tierra natal y fue así como con posterioridad, ya maduro, hizo varios viajes a España, primero solo y después acompañado de su familia.

Francisco, mi padrino, fallece en Castro el 01 de julio de 2009, a los 82 años. Sus restos descansan en el mausoleo de la familia en el Cementerio Parroquial de Castro, junto a su primera esposa Raquel y a sus suegros.

La comunidad castreña y amigos le recuerdan como un asturiano/vasco que se convirtió en chilote, asimilando la cultura insular con marcado énfasis en el cuidado del medio ambiente (creó un bosquecillo de árboles nativos al interior de uno de sus predios de Nercón). Del mismo modo fue muy apreciado por sus contribuciones al adelanto local citadino. La I. Municipalidad de Castro le ha homenajeado colocando el nombre de “Empresario Francisco Mallagaray Molleda” a una de las calles del sector La Chacra en Castro, de aproximadamente 92 m. de extensión.

En mi calidad de ciudadano español, por parte de mi abuelo andaluz, José Mariano, oriundo de Bérchules, poblado cercano a Granada, y por mi dilecto padrino Francisco, digo: ¡Viva España!, ¡Viva Chiloé!

Nota: La reseña se logró con la gentil colaboración de Begoña Mallagaray Vargas.

(*): “CABO DE BUENA ESPERANZA”: Transatlántico que realizó su primer viaje con este nombre en 1940, con su último dueño la Naviera Ybarra y Cía., española. Cubrió la línea sudamericana desde Europa. De 12.594 toneladas, propulsado por 4 turbinas a vapor, lo que le permitía desarrollar una velocidad de 17 nudos. De 170,28 m de eslora, 32,82 m de manga, 9,17 m de puntal y 7,62 m de calado. Con capacidad para 560 pasajeros (260 en primera clase y 300 en segunda). Tripulación de 206 miembros. En 1958 fue amarrado, vendido y desguazado.

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