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Bob Dylan: Cómo se construye un genio

El autor ha hecho un trabajo minucioso para dar una amplia visión del complejo personaje / músico. En muchas páginas del libro, insiste en el hermetismo y la introversión del músico, por lo tanto, el acercamiento a su carácter / pensamientos / sueños está contado por otros, por quienes lo quisieron, acompañaron, trabajaron con él en distintos momentos de su vida. O de sus vidas. Porque si algo queda suspendido ante nosotros es la percepción de que Bob Dylan es varios o que ha vivido intensamente varias décadas.

El periodista Howard Sounes entrevistó a más de 250 personas, revisó documentos durante tres años; el material encontrado ilumina aspectos desconocidos para el público general, para sus admiradores en particular e incluso para algunos cercanos. Es verdad que el acercamiento a una persona es siempre parcial, por eso el prisma que construye con los relatos, fragmentos de conversación, letras de canciones es tan valioso para intentar comprender a este enorme poeta y músico.

 Pareciera que tuvo claridad desde muy joven que estaba llamado a ser famoso, influyente. Tenía una idea de sí mismo como de alguien señalado por ¿el destino? Para salir de su pueblo y apartarse del curso de una vida “normal” o “esperable”. Con esa convicción fue abriendo camino a su obsesión: la música, tomando decisiones que en algunos momentos suenan crueles, siempre sin dar explicaciones ni compartir sus procesos de creación. Más bien en esa forma de férrea defensa de su manera de entender la música y la comunicación con el público pareciera residir gran parte de su genio. Me impresiona eso de un trabajo colectivo, con varios músicos (los mejores de su tiempo) en el escenario y, sin embargo, ninguno de ellos sabía realmente lo que tocarían. Dylan guarda para sí mismo el ánimo que lo lleva a definir las cuerdas que tirará a los oyentes.

 Es discutible su relación con las canciones que son su matriz. Es cierto que hay todo un tapiz de palabras, relatos, historias que se transmitían en distintas comunidades y él las recogió dándoles una vida nueva en sus canciones, pero hay también un uso de canciones de músicos – autores que tal vez no fueron conocidos y de los cuales usó melodías o textos. Y citas sin citar. Uno podría decir que es el ideal de la poesía: que fluya en todas partes y sea materia de transformaciones permanentes, que esté allí donde sea agua viva, sin embargo, como no habla de lo que piensa al respecto, sólo tenemos sus canciones (muchísimas) y la propia consideración acerca de los límites del diálogo entre textos.

 Bien borrosa y bastante oscura es toda la parte sentimental. No se trata de subrayar lo “correcto” en torno a su relación con las mujeres, pero no deja de extrañarme cómo lo aman y dan testimonios benignos de él, novias, ex esposas que sabían de sus simultáneas historias.

Como sea, se trata de un libro excelente con mucha información, bien escrito y que no cae en la trampa del panegírico.

De nuevo en la carretera

La gira de Dylan y The Band —Tour ’74, como se llamó— fue la primera gira de gran aforo en la historia del rock. Dylan y The Band actuaron en cuarenta conciertos en los teatros y estadios deportivos más grandes del país durante un plazo de seis semanas. Entre actuación y actuación se desplazaban con un reactor privado, el Starship 1. David Geffen promocionó la gira junto con el empresario Bill Graham, que se encargó de la logística. Los artistas tomaban las decisiones más importantes sobre el formato musical de los conciertos, el escenario y la duración de la gira, y también recibían la mayor parte de los beneficios. Aquello era una novedad, como también lo era el exagerado tono de la propaganda de la gira. “Este es el acontecimiento más grande de su clase en la historia del mundo del espectáculo”, fanfarroneaba David Geffen ante la prensa. El precio de las entradas era alto para la época: una media de ocho dólares. Parte de la publicidad creada por los promotores consistía en afirmar que más de un siete por ciento de la población de Estados Unidos quería comprar entradas. Lo cierto es que las entradas de algunos de los conciertos se vendieron antes que las de otros, y a veces podían comprarse hasta el último minuto. No obstante, las seiscientas cincuenta y ocho mil entradas acabaron vendiéndose generando unos beneficios totales de cinco millones de dólares aproximadamente.

La gira empezó en Chicago el 3 de enero de 1974. Bob la inauguró con una canción reescrita de principios de los años sesenta, “Hero Blues”, en la que casi se desgañitaba al cantar que “tenía un pie en la carretera y el otro pie en la tumba”. Pese a que habían estado semanas ensayando, Bob no le había dicho nada a The Band de su intención de tocar ese tema. La música sonaba asombrosamente rápida y furiosa, muy distinta a la música emotiva que Bob había hecho con The Band en Woodstock, y muy distinta a su vez de la música de Planet Waves; guardaba un mayor parecido con el sonido que habían conseguido durante su gira mundial de 1965-1966. “Cuando estábamos en el estudio sonábamos como un conjunto de músicos, y cuando salíamos y tocábamos en directo parecíamos otro conjunto diferente —señala Robbie Robertson—. Cuando tocábamos en directo la música era muy dinámica, violenta y explosiva. Mientras que cuando estábamos en el estudio no era así en absoluto… Pasó lo mismo en nuestra primera gira del 66: cuando empezamos a tocar, las canciones tenían una cualidad agresiva y altisonante. Cuando nos reunimos en el Tour ’74, volvió a suceder lo mismo. Automáticamente volvimos a adoptar una actitud determinada respecto a las canciones… eran rápidas y agresivas, duras y ásperas.” En 1966, el público había abucheado a Bob y a The Hawks. Los mismos músicos crearon prácticamente el mismo sonido para el Tour ’74, sin embargo esta vez fueron recibidos como héroes. “Todo el mundo nos aplaudía y parecían decir: “¡Oh, siempre me ha encantado!” —se mofa Robertson—. Había algo hipócrita en todo aquello.”

La voz de Bob sonó imponente e indignada durante la parte acústica del concierto, atacando el engaño y la hipocresía con una estridente interpretación de “It’s Alright Ma (I’m Only Bleeding)”. En pleno apogeo del escándalo del Watergate, la multitud rugió cuando Bob cantó que hasta el presidente tenía que quedarse desnudo. Miles de personas sostuvieron sus mecheros en alto y encendieron cerillas en un gesto espontáneo de solidaridad. Era la primera vez que un acto así sucedía en un concierto. “Sabíamos que estábamos en un momento trascendental”, sostiene Barry Feinstein, que fotografió el mar de llamas parpadeantes para la portada del álbum en directo que llevó por título Before the Flood. Cuando el Tour ’74 concluyó a mediados de febrero en Los Ángeles, Bob y The Band habían ganado una fortuna. No solo se habían agotado las entradas de las actuaciones, sino que Planet Waves había pasado a ser el primer álbum de Dylan en alcanzar el primer puesto de las listas. Y todo eso a pesar de que Columbia había lanzado un disco para hacerle la competencia que los ejecutivos habían titulado sencillamente Dylan y que recogía temas de las sesiones de Self Portrait New Morning. Parte del dinero obtenido con el Tour ’74 fue invertido en actividades de protección fiscal y, lamentablemente, desapareció cuando las inversiones fracasaron (para gran disgusto del pragmático Levon Helm, que, en primera instancia, se había opuesto a las inversiones). Los músicos también despilfarraron mucho dinero viviendo a lo grande.

El Tour ’74 presentó a Bob como una estrella de rock a gran escala. Pero a pesar de disfrutar de los beneficios obtenidos, no resultó para él una experiencia satisfactoria. Estaba mucho más interesado en la experimentación.

                             (fragmento del libro: Bob Dylan. La biografía)

El Guardián del Mito: Rosabetty Muñoz

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