Sergio Muñoz Arriagada – Poeta
Describe brevemente lo que es y ha sido tu trabajo en la poesía.
He escrito 5 libros de poesía: Lengua muerta (1998); 27 poemas / Lengua en blues (2002); Lengua ósea (2003); Lenguas de humo transparente (2016) y Lengua que jadea y gime (2018). Desde 1994 he dirigido el taller de poesía de La Sebastiana en Valparaíso, donde vivo. Creo que la poesía es un espacio de equilibrio, de crecimiento, de comprensión del mundo. Un pequeño motorcito, no el único por cierto, pero un motorcito que nos permite enfrentar las complejidades de la vida. Y debo decir, que he ganado un concurso literario, aquí, en tu tierra. El concurso Aristóteles España el año 2019. Concurso realizado por la municipalidad de Castro.
Cuenta cómo te iniciaste en la escritura. ¿Cuándo y cómo empezó a gustarte?
Cuando aún no era poeta, como decía Teillier, era un joven estudiante de música, y asistía a un ramo de estudios generales en la Universidad Católica de Valparaíso, cuando aún no era pontificia. Un ramo que dictaba Virgilio Rodríguez, y él avisa al final de la clase, que estará Gonzalo Rojas al día siguiente en el Salón de Honor de la universidad. Esa lectura fue tremendamente importante para mí. Fue decisiva en términos vitales. Escucharlo, verlo, reparar en su palabra y en su testimonio. Yo entré a ese Salón de Honor de una manera, y salí de otra. Intuyendo que la poesía abría un camino que me interesaba recorrer, y que, por lo tanto, tenía que comenzar a leer y a trabajar. Seguí estudiando música, pero comencé a leer todo lo que podía, y a asistir a algunos talleres literarios en Valparaíso, en Viña del Mar, con la Teresa Calderón en Santiago. Postulé y quedé en el taller de poesía de la Fundación Pablo Neruda, con Floridor Pérez y Jaime Quezada. Y luego, fui uno de los creadores del taller de poesía de La Sebastiana. Por ahí fueron cuajando algunas cosas.
¿De qué manera ha afectado la pandemia tu vida normal y tu trabajo creativo?
Obviamente, ha sido un tiempo que parecía inimaginable hace un par de años atrás, y sin embargo, David Quammen había escrito el libro Contagio, la evolución de las pandemias, el año 2012, hace casi 10 años. Es decir, de alguna manera, estaba todo escrito desde hace mucho. Complejo y difícil para todos. Yo trabajo como profesor y he podido seguir haciendo clases, con rebajas en el sueldo y todas esas complicaciones, pero ha sido un tiempo muy duro desde el punto de vista emocional. De hecho, ando llorando por todo, por las historias de muerte de este tiempo, por las elecciones, etc. Un tiempo con mucha injusticia, con esa desigualdad que late en el fondo de nuestro país y que no es nueva. Y esa represión que nos recuerda los días de la dictadura. Un “nunca más” de mentira. Volviendo al premio Aristóteles España, creo que todas las peripecias relacionadas con el premio, son un reflejo de esa injusticia que ocurrió cuando le escondieron o le arrebataron la juventud a un joven de 17 años, llamado Aristóteles España, y lo encerraron en el sur de Chile en los primeros días de la dictadura. No hay que olvidar que hoy, en el gobierno de Piñera, la brutal represión policial dejó ciegos a Fabiola Campillai y a Gustavo Gatica, y dejó con mutilaciones oculares a más de 350 personas. Y hay responsabilidades políticas que se deben asumir. Espero que Piñera algún día responda en cortes nacionales o internacionales.
Describe cómo son tus días en este tiempo de coronavirus. ¿Escribes? ¿No escribes? ¿Lees, qué lees, a qué hora?
He escrito bastante, y creo que ha tenido relación con la posibilidad de leer mucho en este plazo pandémico. Porque aunque sigo haciendo clases, cosa que me gusta mucho, con la ausencia de desplazamientos, he podido tener mucho tiempo disponible para leer, releer, reencontrarme con textos que hace muchísimo tiempo no releía, conocer a poetas que no conocía, ahondar en algunos autores y autoras que me han interesado muchísimo, etc. Trato de leer diariamente. Y escribo bastante también, pero la escritura, en mi caso, es un proceso un tanto inmanejable, pues generalmente avanzo muy lentamente, hasta que de pronto, todo calza y me agarra una pulsión escritural de la que poco sé.
¿Crees que cambiará algo el ambiente y el desarrollo de la actividad literaria en Chile cuando volvamos a la normalidad? ¿De qué manera?
La actividad literaria como la llamas, tiene vinculaciones con la vida. Con la política, con los medios de difusión y comunicación, con el latido diario, cotidiano, pero también con el latido histórico, con todo. Y estamos viviendo un tiempo complejo de reacomodos industriales, epocales, de cambios de paradigma en múltiples sentidos. Es imposible pensar que la literatura o el arte, no se va a ver modificada, tocada, pensada por los avances y retrocesos de todo lo que nos ocurre como humanidad. Y en ese sentido, me interesa muchísimo cómo la literatura se hace cargo de su tiempo, en términos de darle un camino a la historia, a la memoria, a la justicia. Y en términos quizás más personales, al problema de la identidad.
¿Qué lecturas y autores has retomado? ¿Qué aconsejarías leer en estos días?
La lectura es un proceso dinámico y hermoso, que hay que practicar como cualquier disciplina artística o deportiva. Y es virtuoso leer el libro apropiado en el momento exacto. Lo digo porque también es altamente frustrante leer un libro para el que no estamos preparados, o leer un libro maravilloso en un momento de la vida en que no estábamos en conjunción con esa lectura. En ese sentido he tenido algunas lecturas maravillosas en el último tiempo, como Los trabajos y los días de Elvira Hernández, Cruz del Sur de Cecilia Vicuña, Ojo de agua de Verónica Zondek, Objetivo general de Yanko González, Reclamar el derecho a decirlo todo de Julieta Marchant, Piñen de Daniela Catrileo, El odio a la música de Pascal Quignard, El idioma materno de Fabio Morabito, Una guía sobre el arte de perderse de Rebecca Solnit, Esa polilla que delante de mí revolotea de Olvido García Valdés, o La Folie Baudelaire de Roberto Calasso. Curiosamente, releí hace poco, Siddhartha de Hermann Hesse, y fue impresionante darme cuenta que lo había leído cuando salí del colegio, hace mucho tiempo, y fue un libro importantísimo en ese momento. Releerlo, fue volver en el tiempo, quitarme 30 años y encontrarme con la vida por delante. Tuve esa hermosa y extraña sensación.
postdata
aconsejaría malgastar el olvido
es decir soplar sobre las caras de los otros
como si fueran las velas intactas de algún festejo
porque además se es feliz soplando así
yendo a buscar algo de comida para la noche
que es tan larga en sí misma
y nos duele por ser tan honda y negra como es
aconsejaría correr por los peldaños de uno
caer por ellos cada noche
mirar los perfiles del mundo
tocarnos hasta perdernos
como si fuéramos la sombra de algo
más intenso y pleno que nosotros
basta decir que el cielo
no nos tuvo entre sus elegidos
y esto es digno de los condenados
( 111 )
yo sé que salgo de aquí pero me quedo en un tejido agobiante
que interrumpe el vuelo y el azar sorda sombra nebulosa
que forma parte de la niebla lo inasible en la respiración
un fuelle infinito delicadamente en sombra pensamiento que se agrieta
en el calor de ese jadeo que a veces es de aquí y a veces no
cómo sabes cuando algo suena vacío?
cómo sabes cuando algo no toca lo que nombra?
cuando aquello que gime no tiene un nombre ni tiene sombra?
y hay sólo espejos de luz y sombra en su absurda grieta?
16/ barbara ann pinson – barbara guest
El Arte en Tiempo de Pandemia: Dr. Carlos Trujillo