Juan Carlos Carvallo – Poeta

Describe brevemente lo que es y ha sido tu trabajo como poeta.
Mi trabajo como poeta ha sido un descubrimiento. Todos nosotros llevamos muchas vidas al hombro, y a mí me ha tocado llevar en mis vivencias toda una historia de campamento y pobreza. La historia que muchas veces se oculta para no manchar los vidrios y los grandes tejados de las mansiones de un Chile pituco, donde una gran mayoría prefiere estar del lado del vencedor porque es más cómodo. Yo prefiero lanzar la piedra que no es el abandono y tratarme de víctima, pero hay que ser bien franco, nosotros no elegimos esto, nos impusieron un sistema en el cual nunca hemos sido favorecidos, desde ahí mi trabajo y mi aporte a la literatura. Como poeta es ser la voz de la gente.
Cuenta cómo te iniciaste en la escritura. ¿Cuándo y cómo empezó a gustarte?
Comencé leyendo en el colegio y recitando poemas de Pablo Neruda y Gabriela Mistral, porque todos los días lunes se hacía un acto, en el cual tenía que aprenderme un texto de memoria. Así, me fue gustando de a poco la poesía. Después, en mi adolescencia, leía y cantaba muchas letras de canciones del folclore latinoamericano, a lo que en esos tiempos le llamaban “Canto Nuevo” (Violeta Parra, Víctor Jara, Quilapayún, entre otros). La poesía de a poco me fue enamorando. Fue como un pololeo donde uno se va conociendo y termina desquiciado y seducido. Es imposible escapar de ella, puesto que cada imagen llega como remolino, como moscardones zumbando en la cabeza, es como un espíritu deambulando donde se vive y se muere. Entran los delirios y los acontecimientos de nuestro presente y de nuestro pasado,
como si nos fuéramos llenando de camionadas de vivencias, injusticias,
amores, alegrías, tristezas y frustraciones.
¿De qué manera ha afectado la pandemia tu vida normal y tu trabajo creativo?
La pandemia ha sido la desgracia que llegó a reventar el sentido psicológico de mi ente como escritor. Como si de un momento a otro, después del estallido social, nos derivaran al encierro, o sea, prisioneros por ser culpables de existir. Me ha dado para escribir más penurias de las que ya existían en algún momento. Me quedé sin trabajo, tuve comienzos de depresión que me llevaron a un estado económico crítico. Afortunadamente, sólo duró unos cuantos meses en los cuales las personas más cercanas acudieron en mi ayuda, y así fui saliendo de a poco de este aislamiento oscuro y abismante.
Describe cómo son tus días en este tiempo de coronavirus. ¿Escribes, no
escribes? ¿Lees, qué lees, a qué hora?
Los días en tiempos de coronavirus han sido muy difíciles, en la parte fraterna y afectiva. En cuanto a la poesía, hay que rescatar que de alguna forma pudimos participar de algunos encuentros virtuales y eso me hizo, por algunos momentos, no sentir tanto la lejanía. Pero siempre esperando el momento en que todo esto termine para poder volver a juntarnos y volver a sentir eso que nos hace humanos, que es el abrazo, compartir la palabra y la poesía.
En estos momentos, estoy leyendo e investigando sobre autores de poesía mexicana. Entre ellos la poesía Infrarrealista, autores como Mario Santiago Papasquiaro, Ramón Méndez Estrada y Pita Ocha.
¿Crees que cambiará algo el ambiente y el desarrollo de la actividad literaria en el sur de Chile cuando volvamos a la normalidad? ¿De qué manera?
Eso esperamos. Es difícil predecir lo que nos deparará el futuro, pero sí estamos seguros de que cuando nos volvamos a ver estaremos más unidos que nunca.
¿Qué lecturas y autores has retomado? ¿Qué aconsejarías leer en estos días?
Como mencioné, estoy leyendo a los poetas mexicanos del movimiento infrarrealista y especialmente a uno que compartió con toda esta camada de grandes poetas de la que fue parte el chileno Roberto Bolaños.
También aconsejaría leer la novela de Pedro Lemebel Tengo miedo torero, que aunque ya se ha hecho la película jamás será como leer el libro.
PÁJAROS FRÍOS
Los pájaros fríos caen, como caen las migas sobre el mantel de la tierra. Ése soy yo en este patio inmenso. Puedo ser la vida y el cadáver de esta celda que llaman habitación para rebeldes.
Aquí no hay un sábado ni un domingo, todo corre como si fuera un río, un corredizo de yemas, dedos sonámbulos y a ciegas.
Mi mirada se asemeja a un laberinto sin salidas ya sin calles. Y si veo o hay un claro de luz, levanto mi rostro para salir de la cárcel encadenada sutilmente a mis huesos.
Aún está frío aquí, abril me mira por el espejo, ser un reo de la vida no es nada fácil.
Llevamos llagas que muchos no comprenden, somos un subterráneo aparte de todo lo vivido. Somos una costra en un calzado que no quiere reventar en su angustia, debajo de esta suela que llaman libertad.
Está frío aquí, paso por un puente imaginario y un viento por debajo del río me llena de agua.
Mis antepasados me visitan con sus máscaras y en un cuarto solitario ya no hay frío que se acomode a mis zapatos. Ellos me pasan sus manos de muerto, me acarician el pelo que me han heredado de ellos mismos desde hace unos siglos atrás.
Me consuelan.
La reja de la celda se abre por un instante, un guardia con su revólver en la mano me dice:
Hoy es tu gran día, estás libre de culpa. Quedas en libertad y de paso deja todos tus malditos sueños que a nada te conducen. La poesía es un exilio que aún no tiene un corazón propio donde vivir, a nadie le pertenece, ni le interesa.
Yo le digo: Todos tenemos derecho a soñar y a gozar de libertad.
No te diré nada más -me dice el gendarme-. Ándate de esta lúgubre existencia. Afuera hay un sol y sólo te digo, tómalo con calma para que no sea la vida la que te queme. Mira que aquí hay un motín por comenzar y adentro está todo a punto de arder.
El Arte en Tiempo de Pandemia: Dr. Carlos Trujillo