Marcos Maricoy Carimán
Aral es la fogata de lo profundamente humano. La humanidad desnuda, cruda y dura. Es la pasión, casi en un sentido religioso, que la posmodernidad evita y cubre con lo líquido y sus vanidades. Es, también, el soliloquio del camino andando, la historia de un alma. Es la contemplación casi mística del acto de vivir, de darse y abandonarse: “meta tijera, señor/
quede /la nada”
Como señala en el prólogo Rosabetty Muñoz, en Aral “la certeza de existir la da ese tú con el que se dialoga insistentemente”. Entonces, cobra sentido la otredad como necesidad para encontrarse y reconocerse. Es al final, la experiencia del amor, de la que nunca se sale invicto, pero de la que se guarda la propia capacidad de amar como único abrigo para días aciagos.
En tanto, las ilustraciones de Emilia Yeco son miliarios que nos demarcan la geografía por donde transita la voz, nos ubican en parajes de sur por donde va cargando su corazón desinstalado y la funden en los elementos, como proyección y búsqueda del ser.
Hay algo de locura en los paisajes y en sus reminiscencias de las pinceladas de un Van Gogh pintando en un sanatorio metal la noche estrellada. No podría ser de otro modo para acompañar a una voz que ha perdido la cordura antes de chocar con la sensatez. En las ilustraciones, murmura San Juan de la Cruz “para venir a serlo todo, /no quieras ser algo en nada”, hay que perderse en los elementos. Aunque, y como consta en el prólogo, “persiste el vínculo con el que queda, ese otro que ha sido el sostén de la existencia”.
Sin duda, Aral es un salterio que relata la peregrinación del hombre sobre la tierra. Son letanías que hay que ir repitiendo hasta que se metan dentro con la respiración.
Al recorrer las páginas, se abren ventanas hacia lo interior y fundante de la condición humana, pero no es pretencioso ni quiere dar respuestas a preguntas existenciales.
Va de frente y se presenta como una invitación a tomar la miseria y las carencias propias, sin escapar como oveja baguala. Nadie puede escapar de si mismo, de la piel, de los recuerdos, de lo amado. En ese sentido, da cuenta que solo se salva (persevera) el que “carga con la propia cruz” y camina a diario con ese peso sobre los hombros. Así, sin más.
El recorrido por Aral de ningún modo concluye en el pesimismo. Es, más bien, la toma de conciencia de lo propio, de lo susceptible de ser mirado y a lo que se necesita volver para transitar a una mejor versión de si mismo o como señala Muñoz “esta voz insiste en el deseo de ser otra…” y se aferra porfiadamente a la vida, a re-andar lo andado “avanza, claro, hacia la mudez” como concluye el prólogo. Mas, Aral, en la mudez, solo nos deja encaminados:
¿a dónde, pues, iremos?
allá, pues ¿no?
Aral
Juana Puga Larraín
El Kultrún ediciones, 2021.
Juana Puga Larraín: lingüista, escritora, poeta, fotógrafa y productora de documentales, nació en Santiago de Chile.Es doctora en Filología Hispánica por la Universidad de Valencia (España); magíster en Enseñanza de Español para Extranjeros por la Universidad Antonio de Nebrija (España); licenciada en Letras con mención en Lingüística y Literatura Hispánica y profesora de Castellano por la Pontificia Universidad Católica de Chile. En 1999 publicó El Cautivo, poesía. En el 2013 publicó dos libros: el primero, Cómo hablamos cuando hablamos: la atenuación en el castellano de Chile (Ceibo Ediciones),en 2014 publicó una segunda edición de este libro; el segundo, Cómo hablamos cuando hablamos: setecientos tres ejemplos de atenuación en el castellano de Chile (Ceibo Ediciones)Actualmente es docente en la Universidad Diego Portales y docente y directora de la carrera de Pedagogía en Lengua Castellana y Literatura de la Universidad de las Américas.
Marcos Maricoy Carimán
Nacido en 1990. Oriundo de Quicaví en Quemchi, Chiloé.
Tiene estudios en pedagogía.Actualmente, trabaja en la coordinación de los programas sociales: Joven Levántate, dedicado a la rehabilitación de jóvenes con adicciones a drogas y alcohol. El Albergue Joven Levántate, para personas en situación de calle y la Ruta Social Calle en la población La Legua en Santiago.
Ha desarrollado variadas actividades pastorales con jóvenes y adultos en la diócesis de Ancud y en la Parroquia San Cayetano de La Legua.
El Guardián del Mito: Rosabetty Muñoz