Describe brevemente lo que es y ha sido tu trabajo como poeta.
Se ha tratado fundamentalmente de resistir. Una resistencia frente a la realidad, pero también frente a mí mismo y mis posibilidades. Nadie en su sano juicio debería interesarse por escribir poesía pues existen otras mil posibilidades de pasarlo mal en la vida. No recomiendo a nadie ser poeta, aunque pensándolo bien los verdaderos poetas no pueden elegir, están jodidos.
Cuenta cómo te iniciaste en la escritura. ¿Cuándo y cómo empezó a gustarte?
Escribí mi primer poema antes de los doce años. Fue una especie de revelación, una generación espontánea. Era imposible que yo o cualquier niño de aquella ínfima escuela municipal pudiera escribir un poema. Fue una conmoción, una aparición mariana. Tanto así que exhibieron el poema en dos grandes pizarrones del patio de la escuela durante semanas para el asombro de los profesores y padres. Pero la fascinación empezó antes, en primero básico. En el libro de castellano venía el poema “Dame la mano” de Gabriela Mistral. Aprendí a leer con ese poema. Aún recuerdo: “…pero tu nombre olvidarás/ porque seremos una danza/ en la colina, y nada más…”. “Es la muerte,” me dije, y lloré amargamente.
¿De qué manera ha afectado la pandemia tu vida normal y tu trabajo creativo?
Hay veces en que me he deprimido lo suficiente como para quedar con la cabeza en blanco como una tele que no encuentra señal alguna. Sin embargo, hay que seguir. Pese a todo, la vida es buena. Está el milagro del café en las mañanas, el viento del verano en la frente, los libros que te esperan en casa y las tres o cuatro personas que amas. Y eso es todo, la vida en todo su esplendor. Y a veces, sólo a veces, todo aquello se puede transformar en material de escritura, se puede transformar en una posibilidad.
Describe cómo son tus días en este tiempo de coronavirus. ¿Escribes, no escribes? ¿Lees, qué lees, a qué hora?
Trabajo en la librería de un amigo y trabajar en una librería para un chafado como yo es una bendición. No sólo porque puedo leer todo lo que se me ocurra. También por el olor de los libros al entrar en las mañanas, la posibilidad de recomendar lecturas, conocer gente maravillosa como el vagabundo que cada cierto tiempo viene a pedirme de regalo un libro. Llega borracho pero con la suficiente lucidez como para contarme sobre el libro que se llevó la vez anterior, qué le gustó y qué no. No sé su nombre y él tampoco sabe el mío. Basamos nuestra amistad en un anonimato consensuado y de pocas palabras.
Escribo con cierta regularidad y voy guardando los poemas que escribo en el computador en carpetas con el nombre de los años correspondientes. Curiosamente la carpeta 2021 ya cuenta con unos veinte poemas, un exceso absoluto.
¿Crees que cambiará algo el ambiente y el desarrollo de la actividad literaria en Chiloé cuando volvamos a la normalidad? ¿De qué manera?
No creo que cambie nada, aunque debiera cambiar todo. La única manera de que algo cambie es que consideremos que es necesario un cambio y lo impulsemos nosotros, los actores culturales. Pero no es así, la desidia de la mayoría inunda todas las buenas intenciones. En estas islas no empezará ninguna revolución jamás.
¿Qué lecturas/autores has retomado? ¿Qué aconsejarías leer en estos días?
He vuelto a leer Crimen y Castigo, pese a que algunos amigos me han disuadido de no hacerlo. También he conseguido algunos libros incunables como Poesía de la comisión liquidadora del ex poeta Cuevas o Adiós al enigma tornasol de Rosamel Del Valle.
En Poesía recomiendo leer Santo Oficio de Rosabetty Muñoz y en prosa, todo, absolutamente todo de Jamaica Kincaid.
Un poema de Ítalo Berríos.
CONTEMPLACIÓN
No te herrumbres tiempo,
los ángeles van cayendo
en una hebra de luz
y hay un forado permanente en mi cabeza
para mirar cenizas de estrellas derribadas
mientras la luz hunde sus espinas
alrededor de mi frente.
No te malgastes luz
porque un ángel asciende
empuñando su espada de cristal
partiendo esta lengua en dos
o tres palabras.
El Arte en Tiempo de Pandemia: Dr. Carlos Trujillo