Christian Formoso – Poeta

Describe brevemente lo que es y ha sido tu trabajo como poeta.
Ha sido compartido —y alimentado también, de uno u otro modo—, primero, con el hecho de tener una familia: una esposa, dos hijos y 26 años juntos. Y luego, con estudios y trabajos. En tanto escritura, es y ha sido territorial. No solo porque Magallanes siempre asoma en lo que escribo; sino, sobre todo, porque en algún momento vivo el germen de un paisaje y comienzo a habitar un territorio cuya única forma de decirse y decirme en él surge desde la poesía. Así sucedió con El Cementerio más hermoso de Chile, que es un viaje por Magallanes, sus elementos y su historia en mi historia. Con bellezamericana, quefue la búsqueda de una genealogía personal, un viaje por el territorio del vientre materno, la experiencia del amor quebrado y Magallanes evocado desde muchas distancias. Y con WWM: Walt Whitman Mall, que es otra vena de ese paisaje personal y plural que conecta los territorios de la literatura, el cine y la música con lo anterior.
Cuenta cómo te iniciaste en la escritura. Cuándo y cómo empezó a gustarte.
El germen llegó antes que la escritura misma. Tuve problemas con las palabras desde muy niño. O me fascinaban y absorbían cuando establecían relaciones raras o imposibles. O me despertaban duda y desconfianza. Ambas cosas a la vez, también.
Las relaciones raras e imposibles asomaron con las letras de canciones que escuchaba en la cocina de mi abuela: ¿qué era eso de tratar de olvidar a alguien siguiendo la ruta de un pájaro herido? Me quedaba, literalmente, pegado. Después, llegaron con los poemas. Con el primero de los “Sonetos de la Muerte”, que me provocó todo lo que las películas de terror suscitan en los niños. Más tarde, fue el rock de los 80. Y los amigos y las lecturas compartidas. Así, hasta llegar al taller de Aristóteles España, en la Universidad de Magallanes, el año 1992.
Las sospechas surgieron con mi nombre. Tendría 4 o 5 años cuando comencé a sentir persistentemente que, entre esa palabra y yo, había algo que no correspondía. Y le insistía a mi abuela: no me digas cómo me dicen, dime cómo me llamo. Porque tenía la impresión que me decían Christian pero que mi nombre, en verdad, era otro. Esos problemas siguieron apareciendo y agudizándose en diferentes niveles. Y entiendo que, finalmente, los títulos de mis libros —El cementerio más hermoso de Chile, bellezamericana y WWM: Walt Whitman Mall—, han terminado volviendo sobre ese modo de sospecha, de perplejidad inicial.
¿De qué manera ha afectado la pandemia tu vida normal y tu trabajo creativo?
En WWM, el hablante encuentra un libro con esas iniciales, en relieve, en la tapa. La M está suelta y, cuando la gira, pasa al WWW: el mundo virtual. Terminé de escribir el libro en febrero de 2019 y un año después sentí que estaba sucediendo algo así. Las clases, el trabajo en la universidad y casi todo se fue a pantalla. Quedamos entre un privilegio bastante áspero y un panorama desgarrador. Lo que llamábamos vida normal tomó el rostro de la cuarentena, del toque de queda, de las filas interminables, del estrés en todas partes. Y del luto también. Este 2020 se conmemoraron 500 años del paso de Magallanes por el estrecho. Y cualquiera que haya leído a Pigafetta, salvando las distancias, no necesitaría mucha imaginación para asociar el efecto de la pandemia a ese viaje: navegando —en pantallas—, marcados por el encierro y con una incertidumbre a nivel vital que ha sido demencial. Mi trabajo creativo, las escrituras que estoy llevando, aunque no tocan directamente el tema aún y no sé si lleguen a hacerlo, han estado y quedarán marcadas por esta experiencia, no hay duda.
Describe cómo son tus días en este tiempo de coronavirus. ¿Escribes, no escribes? ¿Lees, qué lees, a qué hora?
A ratos me siento parte de algo que pareciera estar dentro de una incubadora. Y la sensación se hace mucho más fuerte si pienso en Chile, el 18 de octubre de 2019 y el triunfo del Apruebo. Como si estuviéramos ante la inminencia del nacimiento de algo nuevo o, y es el temor, ante un gran simulacro, con la incubadora nutriendo a una guagua monstruosa, vieja, arrugada, enferma y eterna. A eso, trato de anteponer el optimismo de la voluntad. Por otro lado, aunque la situación de encierro pareciera ideal para escribir —porque un poco es así—, como en todo, cuando es forzoso, lo ideal tiene menos de ideal que de irreal. Escribo, apunto, trabajo poco a poco en Formoso /Kansas/, un incipiente libro de poemas.Y releo: los libros de las 4 clases de literatura hispanoamericana que dicto en la Universidad de Magallanes, que incluyen desde crónicas de viaje renacentistas hasta autores contemporáneos. También, leo diarios y lo que alcance, intermitentemente, día y noche, a la hora que puedo. Los últimos libros que leí son la biografía de Juan Morris sobre Gustavo Cerati, Alguien camina sobre tu tumba de Mariana Enríquez, y Medio siglo con Borges, de Vargas Llosa.
¿Crees que cambiará algo el ambiente y el desarrollo de la actividad literaria en el sur de Chile cuando volvamos a la normalidad? ¿De qué manera?
Sí, se incorporará lo online de forma definitiva. Aunque con el regreso de lo presencial, ambas modalidades tenderán a compartir espacios. El discurso va a incorporar también la cicatriz de algún modo. Lo que no sé bien es qué se llegará a articular como normalidad después de esto.
¿Qué lecturas/autores has retomado? ¿Qué aconsejarías leer en estos días?
Aconsejaría leer y releer literatura, especialmente poesía, que trabaje con nuestros territorios. También, volver a los clásicos. A los libros de los amigos. A los que nos hicieron felices. Y seguir la curiosidad de lecturas nuevas usando el oído y la intuición como brújula.
Elige un poema tuyo.
VIAJE AL CORAZÓN DEL MALL
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Una mañana tomamos el carro y salimos en busca del corazón del Whitman Mall. Rencor y deseo, atravesamos montañas sin ver un pueblucho miserable, una parada de buses, un refugio, un alma. Vamos siguiendo el ritmo de una canción amarga y subterránea, el golpe en reversa del corazón de estas cumbres.
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Nadie busca el corazón del Whitman Mall sin un corazón ebrio y desecho. Nosotros cargábamos la ebriedad y la demagogia sin culpa alguna, huyendo de una patria infame, de unos orígenes inmundos, de un corazón destrizado. Y nos hacíamos uno con el corazón de la montaña. Y donde alguna vez tuvimos el corazón, ahora llevamos una montaña.
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Dejar atrás las hojas cíclicas, las estaciones amarillas, la corteza de besos y de árboles. Aunque el aire de las montañas no borre esas huellas, la huella va secando el leve perfume de su desgajo. Aún podemos sentir el corazón en el mismo sitio. Ahora es un globo en lugar de una montaña. Aunque estalle, el latido de la cumbre perdura.
En WWM: Walt Whitman Mall (Provincianos Editores, 2020)
El Arte en Tiempo de Pandemia: Dr. Carlos Trujillo