ARTE EN PANDEMIAFOGÓN CULTURAL

Javier Parraguez – Músico

Textos de Carlos Trujillo.

Describe brevemente lo que es y lo que ha sido tu trabajo como músico, compositor, director de orquestas y coros.

Trabajo en música desde antes de terminar mis estudios formales. Lo veo más como un oficio que una profesión, un poco como maestro chasquilla: le toco, le compongo, le dirijo, le enseño, le arreglo, le soluciono alguna emergencia musical, etc. Toda mi vida ha sido así, sin contratos, boleteando y tratando de hacer lo mejor posible la pega. No me gustan mucho los escenarios y las luces, prefiero la sala de clase y la cocina musical, ahí es donde soy feliz. Estudié guitarra clásica, Licenciatura en Música, Composición y Dirección Coral y con esas herramientas me las he barajado bastante bien. Todos mis estudios los realicé en Santiago, en la U. de Chile y en el Teatro Municipal de Santiago.

Trabajo en la ciudad de Castro desde que llegué a Chiloé el 2004. Realicé talleres de coros escolares para la Corporación Municipal y talleres de guitarra clásica en el Centro Cultural. El 2005 logré entusiasmar a un grupo de personas y creamos el Coro Polifónico de Castro. Con el pasar de los años logramos que el coro fuera patrocinado por el Concejo Municipal y así pude tener un sueldo. Con el coro hemos realizado cosas importantes, tanto en lo musical/cultural como en lo comunitario. El coro es mi segunda familia.

Actualmente trabajo como docente en la Academia de Artes Islas al Sur, dependiente de la Corporación Municipal. Mi función es formar a niños y jóvenes en distintas áreas musicales. Soy profesor de Guitarra Clásica, hago clases de Teoría, Lectura y Armonía, dirijo la Camerata Juvenil, el Coro de Estudiantes, el Conjunto de Bronces y la Orquesta Sinfónica Infantil-Juvenil de Castro. Ahí estoy de lunes a viernes por las tardes. En los momentos en que no estoy haciendo clases, suelen llegar alumnos a conversar de música, estudiar o a mostrarme sus tareas de instrumento o composiciones. Creo que eso es tanto o más importante que las clases mismas. Mis alumnos y alumnas son estudiantes de escuelas y liceos públicos de la comuna de Castro que complementan sus estudios escolares con clases de la Academia. No hacemos exámenes de admisión, pruebas, evaluaciones, no expulsamos ni rechazamos a nadie, los que asisten es porque quieren estar. Tenemos más de 200 estudiantes y somos 16 profesores.

Además de mi labor docente en la Academia y como director del Coro Polifónico de Castro, participo como guitarrista en una agrupación de música contemporánea y algunas veces hago conciertos como solista en Chiloé y otros lugares. También almaceno composiciones en cajones y repisas, algunas logro hacerlas sonar con la Orquesta, la Camerata, el Coro o se tocan en otras latitudes, pero la mayoría de ellas se quedan reposando hasta quién sabe cuándo.

Cuenta cómo te iniciaste en la música. ¿Cuándo y cómo empezó a gustarte?

Creo que mi verdadera “iniciación” en la música fue mucho antes de entrar a estudiarla formalmente. La culpa la tienen los rusos.

Mi padre tenía un disco (“vinilo” le dicen ahora) de Leopold Stokowski dirigiendo la Sinfónica de Londres con música de Mussorgsky, Rimsky-Korsakov y la Suite El Pájaro de Fuego de Stravinsky. Si bien yo crecí con las canciones de Quilapayún, Ángel Parra y la Violeta, fue la música sinfónica de los compositores rusos, especialmente Stravinsky, la que me marcó. Fue una mezcla de golpe emocional e intelectual: “Quiero hacer esto, quiero entender esto”, supongo que mi yo interno dijo. Tenía 3 años. Después, con la alevosa complicidad de mis padres, fueron llegando discos nuevos a la casa: Las sinfonías de Beethoven, Haydn, el Carmina Burana y mucha música barroca. Los discos y libros eran barátísimos a comienzos de los 70, algunos se vendían en los kioskos.

Cuando tenía 8 años postulé y quedé en Violín en la U. Católica, pero tuve que abandonar por un problema físico: tres dedos de mi mano izquierda estaban inutilizados por una grave quemadura que sufrí de guagua.

Al año siguiente entré a Percusión, única especialidad instrumental que podía estudiar sin problemas por mi discapacidad. Ahí comenzó oficialmente mi formación musical. No me gustaban las clases de instrumento, pero me fascinaron las clases de Teoría e historia de la música. Aprendí mucho.

A los 11 me operaron de la mano, dejé Percusión y me puse a estudiar lo que sería mi gran pasión: la Guitarra Clásica. A esa edad ya componía y transcribía mucha música a la guitarra. Así comenzó todo, y nunca más me detuve.

¿De qué manera ha afectado la pandemia tu vida normal y tu trabajo?

La ha afectado mucho. Debo decir que para bien y para mal. Tengo el privilegio de vivir en el campo, con espacio y en un entorno bello y estimulante. Mi vida hogareña y familiar se han visto favorecidas. En mi casa somos 5 y nos hemos adaptado bastante bien y hemos podido combinar lo laboral y lo doméstico. Lo que sí se ha visto perjudicada son mis actividades docentes. Si bien sigo con clases telemáticas de guitarra y teoría, el trabajo con la orquesta y coro ha sido prácticamente imposible. Mucha frustración hay ahí.

Describe cómo son tus días en este tiempo de coronavirus. ¿Tocas? ¿Compones? ¿Ensayas? ¿Te comunicas con otros músicos?

Confinado. Me pongo zapatos cada dos semanas para ir de compras y realizar trámites a Castro. Hago clases online, cosa que es bastante más demandante que de forma presencial. Tengo 8 alumnos de guitarra y 12 de la Camerata Juvenil, todos estudiantes de la Academia. Estamos preparando una presentación virtual para cerrar el año. Como dije antes, el trabajo con la orquesta está detenido, pero afortunadamente los chicos y chicas han seguido en clases con sus profes de instrumento. Con el Coro Polifónico de Castro nos juntamos online dos veces a la semana; conversamos, nos ponemos al día, a veces con un café o un vinito, siempre cantamos, trabajamos voz por voz y leemos repertorio nuevo; sin embargo, no podemos hacer trabajo coral propiamente tal.

Estoy estudiando harta guitarra, pensando en un futuro concierto o recital de repertorio latinoamericano para subirlo a las redes. También han nacido creaciones nuevas. Este año compuse un ciclo de canciones para tenor y guitarra inspiradas en el Estallido Social, muy contingentes y que denuncian la represión policial. También el “Kompass Ensemble” (conjunto de música contemporánea de la Universidad de Freiburg) me encargó – junto a otros compositores – una pieza para un festival llamado “Insekten: Microluden”. Es un proyecto muy interesante; se trata de ensamblar muchas piezas breves de distintos autores y formar una gran obra, “Insekten”, inspirada en el mundo de los insectos. Mi pieza se llama “Arthropoda”, para violín, piano y grupo de percusiones. Se estrena en Alemania en febrero.

He estado muy ocupado con el NES (Núcleo de Experimentación Sonora), sexteto de música contemporánea nacido hace dos años en Chiloé del cual participo como guitarrista. Es un lindo proyecto ideado por el flautista Alejandro Lavanderos y que busca rescatar las sonoridades propias del territorio en creaciones musicales nuevas, experimentales e inéditas. Somos músicos de Castro, Ancud, Puerto Montt, Valparaíso y Santiago. A principios de este año tocamos en Ancud y ahora haremos un concierto en enero por plataforma virtual, con puros estrenos, también una obra mía llamada “Pericona Nº1, La Embrujá”. Estoy muy entusiasmado con eso.

¿Crees que cambiará algo el ambiente y el desarrollo de la actividad musical en Chiloé cuando volvamos a la normalidad?

Me cuesta imaginar el regreso. Me asusta un poco la idea de quedarnos pegados en la virtualidad. Los soportes tecnológicos avanzan y uno se va volviendo más experto en utilizarlos, con cada vez mejores resultados para producir “artículos de arte” y exhibirlos al mundo. Esto parece que va para largo y me preocupa que la creación artística se vaya transformando en un fin en sí misma, una entelequia divorciada de los procesos humanos, del mundo natural y la sociedad. Creo que es vital replantearse el rol del “artista” en los tiempos que vienen. Mi principal motivación como músico es el aspecto formativo, entregar herramientas, apoyar procesos, cuestionar o “meter bicho” en las nuevas generaciones y provocar transformaciones. Justamente esto es lo que se ve más resentido con esta pandemia y me preocupa que regresemos atrofiados.

Afortunadamente mi trabajo está constantemente retroalimentado. Trabajo rodeado de mucha gente (niños, niñas y jóvenes) y eso es una gran ventaja. Cuando comenzó la pandemia estábamos ensayando con la orquesta la 5ta Sinfonía de Beethoven y la Obertura de la Flauta Mágica de Mozart, dos obras potentes que provocaron un gran asombro y entusiasmo en mis alumnos. Estoy seguro que cuando regresemos a los ensayos esa energía volverá igual o quizá más potente. La clave estará en contagiar a toda la comunidad de esa energía y sacudirle el ensimismamiento. Las sonrisas y los aplausos son vitales para todos y todas.

El Arte en Tiempo de Pandemia: Dr. Carlos Trujillo

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