Sólo había escritura: El redondo mundo de la niñez
Textos de Rosabetty Muñoz.
El libro se nos presenta como una novela infantil, pero nada más abrir el ejemplar, uno duda. Gertrude Stein la editó en 1939 y, con seguridad, a ella no le preocupó el género del texto así como tampoco le interesa a los niños, sus destinatarios primeros. Ese niño que está esperando ternura y belleza como los pájaros buscan el agüita limpia del rocío escondida en los pétalos de las flores.
El bellísimo (cuadrado) libro se abre pleno de color y uno se encuentra enseguida con el ritmo; las palabras girando en torno a una cadencia hipnótica que nos recuerdan la primera oralidad balbuceante y mágica. Es un libro para ser leído en voz alta, ojalá con la voz espesa de la abuela, pero sirve cualquier adulto que haga a un lado la ropa sin doblar, las ollas sobre la estufa y se dé tiempo para sentarse con el niño de ojos asombrados y dedicarle todo ese tiempo eterno de soñar juntos. Si el niño lee, la tibieza de su voz completará los círculos concéntricos del encantamiento.
La voz lectora ha de tener paciencia con los tropezones porque casi no hay pausas ni señales de detención en su camino. Se lee de corrido como suena la voz del río en su lecho, sin más pausas que los recodos propios del cauce. En esta escritura exploradora, se rompe las barreras de la sintaxis, el pensamiento lineal y ordenado para dar espacio al curso sincopado de ideas y acontecimientos que se expresa en repeticiones, despedazamiento de frases, alternancia de párrafos, versos. Así, como música, las pequeñas historias van cayendo a la página y, además del ritmo, se agradece el uso de palabras como nenúfar, heno o paraguas; sonidos que quedan dando vueltas en los pabellones del oído.
Rose, la protagonista nos lleva en esa lengua lúdica, por los ondulados pensamientos de niño; hay acontecimientos que se asoman y otros que permanecen hundidos en el magma, en esa brumosa materia en la que viven sumidos. Sin duda es distinta la lectura de un adulto o de un niño para este libro; la inocencia infantil muestra un espacio integrados, de límites líquidos, su percepción está unida al redondo universo como su mundo natural. Redondo mundo en que saluda, por ejemplo, a todas las cosas – perro hombre torta – sin jerarquías. No hay fractura. Para nosotros, en cambio, se asoman breves fragmentos y quedan registrados a ratos solo como inicios de frases, como breves visiones que no alcanzamos a completar.
En la escuela Rose no tenía tiempo de cantar o llorar y eso era lo que ella mejor hacía, lo que la representaba, su manera de expresar el contacto filoso del mundo. Un mundo redondo y acotado, acorde a su mirada de niña: con lagos, leones, montañas azules, escaleras y sillas, bicicletas, pájaros grandes y pájaros chicos, todo en una extension cercana, abarcable.
En el libro hay aciertos que quedan reverberando: “A nadie le gusta irse, a nadie le gusta decir que no”, una concentración poética que permite la identificación sensible sin tiempos ni edades.
“De repente supo que en Rose hay una ‘o’” Esa extrañeza del mundo que se hace manifiesta y de pronto encontrar un asidero: la palabra; con la escritura se ronda la lucidez. Fijar su nombre es ir encontrando identidad, reconocerse en ese mundo palpable que se explora con los sentidos abiertos.
Un libro tan bello lo es, también, porque se trata de una versión de Verónica Zondek. Poeta ella misma que ama y paladea las palabras, hace el ejercicio de ir develando el mundo con el tanteo-niño de Rose. Creo que tanto Stein como Zondek, son capaces de tomar las palabras con la lengua y hacer un bolo aromático, a veces blando y alado. Los niños saben, por eso dejan que haga nido en sus oídos.
ROSE HACE ALGO
Así que Rose no cantó pero tenía que hacer algo.
Y qué fue lo que hizo bueno empezó a sonreír escaló todo el tiempo escaló no como en una escalera sino que un poco más y más alto por todos lados y entonces vio un árbol bellísimo y pensó sí es redondo pero a su alrededor voy a tallar Rose es una Rose es una Rose para que ahí esté y no escuche en ninguna parte nada que me espante.
Y entonces pensó que lo tallaría más arriba, se pararía sobre su silla azul y tallaría esto en el lugar más alto que pudiese alcanzar.
Así que sacó su cortaplumas, no tenía una pluma de cristal no tenía una pluma de gallina no tenía tinta y no tenía pinta, simplemente se pararía sobre su silla y daría vueltas alrededor y alrededor incluso si sonara un pequeño despertador tallaría en el árbol Rose es una Rose es una Rose es una Rose es una Rose hasta completar la vuelta entera. Supongamos que dijo que no completaría la vuelta entera pero estaba segura de que sí la completaría. Así que empezó.
Puso la silla se subió a la silla era su silla azul pero estaba tan entusiasmada, no con la silla sino con la cortapluma y con tallar su nombre ahí, que varias veces estuvo a punto de caerse de la silla.
No es fácil tallar un nombre en un árbol especialmente oh sí especialmente si las letras son redondas como la R y la O y la S y la E, no es fácil.
Y Rose olvidó el alba olvidó el alba rosada olvidó el sol olvidó que ella era una sola y no había nadie más ahí y que debía tallar y tallar con cuidado y así redondear las eRes y las Oes y las Eses y las Ees de Rose es una Rose es una Rose es una Rose.
Bueno primero hizo una y luego el cortaplumas pareció no cortar tan bien por lo que pensó que podría encontrar una concha o una piedra y si frotaba con fuerza la hoja de su cuchillo contra ella hasta que brillara esta volvería a cortar como solía cortar antes de que el cuchillo comenzara a rezongar. Por lo que tuvo que subir y bajar de la silla y tuvo que encontrar una piedra y tuvo que continuar y continuar, y por fin bueno era aún madrugada había un sol bueno da lo mismo por fin estaba más que comenzado estaba casi terminado y se encontraba tallando el último Rose y justo entonces bueno justo entonces sus ojos se encendieron y se pusieron redondos de sorpresa y susto y su boca se puso redonda y casi rompió a cantar porque vio que en otro árbol un poco más allá alguien ya había estado allí y había tallado un nombre y ese nombre oh dios ese nombre era el mismo era Rose y debajo de Rose estaba Willie y debajo de Willie estaba Billie.
Eso hizo que Rose se sintiera muy rara de verdad lo hizo.
El Guardián del Mito: Rosabetty Muñoz