FOGÓN CULTURALGUARDIÁN DEL MITO

Sueño un país

Textos de Rosabetty Muñoz.

Durante los últimos cuarenta años me he dedicado a la poesía. Con rigor y pasión, construí un pequeño mundo de palabras reunidos en más de una docena de libros. Ese es mi núcleo principal y allí volveré en cuanto pueda. No inicio una carrera de representación para cargos políticos, aunque respeto profundamente a quienes lo hacen con afán de servicio, sin embargo, en este momento histórico, he considerado que puedo aportar en el proceso constituyente porque me importa el país que viene y el Chiloé que podemos armar entre todos. Y en esa coyuntura, he aceptado la posibilidad de ir en cupo del Partido Liberal como independiente y subrayando esta condición que siempre he tenido.

Así como hemos acudido a las palabras para decir, predecir, desahogarnos denunciar, pienso que los poetas ahora podríamos participar proponiendo palabras para el nuevo pacto. Buscando palabras buenas que remuevan las costras pegadas a los discursos públicos; que devuelvan su brillo a otras que han sido gastadas, mentidas, abusadas.

Pienso que es la hora de un lenguaje que busque y rebusque en la emoción, en el afecto, en el deseo, en el sueño, otras maneras de decir.

Desempolvar palabras desprestigiadas como unión, comunidad, agradecimiento, respeto, austeridad, retribución, memoria.

Se trata de una misión preciosa: es constituir lo que queremos, fundar una sociedad distinta, diversa, plural. Y en este territorio, la gran poesía nacional tiene mucho que decir.

Desde mi lugar como poeta, profesora y provinciana, quiero decir que:

Sueño un país donde todos tengamos un lugar: paritario, plurinacional, sin discriminaciones por género, edad, origen.

Es importante establecer un principio de igualdad y reconocimiento a la dignidad de todas las personas, contemplando explícitamente que algunos grupos se ven más perjudicados que otros.

Sueño un país donde se reconozcan y protejan todo tipo de trabajo, formal e informal pero por sobre todo reconocer el trabajo no remunerado doméstico y de cuidado que realizan millones de mujeres y el valor que este trabajo tiene para la sociedad y el funcionamiento de la economía.

Sueño un país que asegure el derecho de las mujeres a una vida libre de violencias.  Es importante un rechazo frontal a todos los tipos de violencia por motivos de género que pueda guiar la legislación al respecto.

Sueño un país que respeta su espacio natural y convive armoniosamente con las especies que no son suyas, sino parte de un ecosistema que a todos nos permite vivir y prosperar.

Un país cuyas aguas; todas las aguas, sean de todos, sin propietarios chilenos ni extranjeros. Ni mares ni ríos contaminados por empresas, un país que apueste por un desarrollo sustentable.

Un país que cuide a sus ciudadanos dándoles educación pública de calidad, que les garantice una formación y un derecho a la felicidad. Formar almas como decía Gabriela Mistral y no trabajadores para la economía o intereses empresariales. Sin colegios que ahonden la desigualdad y la separación entre sus ciudadanos. Y entrar de lleno a pensar en una educación que piense orgánicamente en otra forma de enseñar, de aprender los saberes de las comunidades y al mismo tiempo dialogar con el mundo abierto más allá de las fronteras nacionales. Que la educación  sea una columna vertebral que nos sitúe en el territorio del futuro sin abandonar la rica cultura ancestral.

Un país que cuida la salud pública en todas sus formas, antes de la enfermedad y en forma colectiva. Recuperando su espíritu, conversando tratamientos con los saberes de la experiencia de otras voces, no sólo la academia occidental.

En estos días de peste, nos ha quedado claro que necesitamos de las resoluciones colectivas, de la unión y la cooperación comunitaria.

Un país que cree en las decisiones colectivas, territoriales, descentralizadas, que abre las posibilidades de reflexionar permanentemente acerca de las transformaciones que queremos en nuestras formas de vivir. Un país múltiple que celebre su diversidad y procure las decisiones regionales. Un país que permita a pequeñas comunidades desarrollar su cultura propia.

Un país que revise las maneras de habitar las ciudades, que procure armonizar los distintos espacios urbanos y rurales de modo que el factor decisivo a la hora de tomar decisiones sea en bienestar de los ciudadanos y no los negocios.  Un país donde carreteras y puentes sean decididos por los ciudadanos en procura de un buen y respetuoso vivir.

Quiero pensar en el ejercicio de la memoria como patrimonio. Más allá de las huellas materiales, de los objetos o construcciones que son señas de una determinada cultura (y que me parecen también importantes de considerar), pienso en las manifestaciones afectivas, emotivas que fueron conformando nuestra trama cultural. Todos esos elementos que parten de la gente y han dado cuerpo a  imaginarios, forma de entender el mundo y cómo dialogan con otros modos de ser y vivir. Pensando en una nueva constitución: se me ocurren planteamientos como privilegiar el cooperativismo

Un país que no fomente la competencia y el individualismo.

Sueño Un país que privilegia otra manera o maneras de ser humano donde es más importante la persona que los bienes y es más importante armar formas de ser con los otros, una celebración de estar juntos, una forma de resolver los problemas en forma comunitaria.

Un país en que jubilar recupere la alegría inicial de celebración por la hora del descanso luego de participar en las tareas colectivas de desarrollo.

Sueño un país donde la cultura es un derecho y el arte un pan que debe estar en todas las mesas. El arte es fundamental a la hora de recoger la memoria patrimonial: la música, la pintura, la literatura.

Me gusta decir a mis nietos: armaremos otras ciudades, ya lo verás.

Reconstruir, refundar, rearmar, son las palabras del futuro.

El Guardián del Mito: Rosabetty Muñoz

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